Capítulo 19: De regreso

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Dentro del auto Viktor no podía calmar el golpeteo de sus pies contra el suelo. Decir que estaba desesperado era poco, su paciencia era nula en ese momento. Sabía que llegaría dentro de poco pero, a él, el tiempo se le hacía eterno. 45 minutos exactos habían pasado desde que en el frenesí del momento salió (sin protección o defensa alguna) del edificio de planeación.

En la llegada a la bodega un detective parte de su equipo le proporcionó un chaleco antibalas, un arma y dos cartuchos extras de balas, solo por si acaso.

Viktor esperaba un tiroteo, mafiosos esperando en cada esquina y lugar del almacén, pero grande fue su sorpresa al descubrir que no había algo parecido, todo parecía desértico, no parecía haber nadie dentro. El terror lo inundó, solo podía pensar lo peor, por una fracción de segundo sintió sus lágrimas aglomerarse en sus ojos pero se forzó a no hacerlo, debía calmarse, comenzaron a buscar por todas partes, no había señal de Antonio o secuaces.

Mientras sus hombres revisaban más a fondo, Viktor entró en un cuarto extra que acababa de encontrar. Solo pudo ver muebles mal colocados y una alfombra extendida en el suelo, no parecía haber nada fuera de lo normal. Tomó su radio para comunicarse con los demás miembros de su equipo

–Equipo B, C, D, informes ¿encontraron algo?

–Aquí el equipo B, solo habían dos omegas, fuera de eso, todo limpio.

–equipo D señor, todo limpio, no hay nada aquí

–Equipo C, parece que encontramos al resto de los omegas señor, vamos camino al hospital

–¿Qué hay sobre Yuuri?

–Señor lamento informarle que no lo encontramos aquí

–¿Equipo B?

–Aquí tampoco señor

–Bien prosigan con lo planeado– terminó de decir Viktor para romper contacto con sus compañeros. A cada segundo que pasaba sin señal de su pareja más enojado se ponía. Era obvio que el omega no estuviera, ya lo intuía pero no quería creerlo, deseaba que su esposo se encontrara ahí.

Pero si así iban a ser la cosas entonces haría pagar a Antonio con creces. Conocía muy bien a su omega y sabía que le rogaría por el perdón del beta pero esto ya no era algo que que Yuuri pudiera resolver convenciéndolo con buen sexo o con su ternura. Fuese quien fuese Viktor había tomado una decisión y estaba lo suficientemente enojado para no parar. Nadie podía calmar su furia ni sus ganas de matar al italiano a estas alturas.

Azotó la radio con la que se estaba comunicando con los demás, el impacto en el suelo hizo que se rompiera y el sonido del golpe alertó a Alexander, su compañero de más confianza en la misión después de Georgi, el cual entró apresuradamente donde el alfa. El golpe no había sonado del todo normal según el ruso, se había escuchado más hueco. Con el pie movió una parte de la alfombra encontrándose con una compuerta de madera.

Alexander sabía que Viktor solia ser muy impulsivo, actuar antes de meditar consecuencias y ese momento no era la excepción. De alguna forma y sabiendo todo eso no pudo reaccionar rápido para impedir las acciones de su jefe.

El albino ya se encontraba abriendo la compuerta y bajando a lo que parecía un sótano, el olor a humedad inundó sus fosas nasales, el lugar se encontraba oscuro y de alguna forma parecía a laberinto. Habían llegado a un corredor largo en el cual a ambos lados a cada tres metros de distancia podía verse una puerta de metal. Mientras más avanzaban una extraña sensación invadía al ruso. No sabía si esta sensación era positiva o negativa, pero la sentía y era un sentimiento muy extraño para él. Fueron abriendo puerta por puerta y al parecer ninguna tenía seguro.

Renta de un día - VictuuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora