Querida hija:
He recibido tus cartas a lo largo de estos días en la Ciudad Subterránea. No puedo creer que esas ratas te hayan cogido, quiero que salgas de allí cuanto antes; no estás segura en ese lugar. En cuanto a mí, hay buenas y malas noticias; las buenas son que pronto estaré de vuelta y podremos pasar tiempo en familia de nuevo, las malas son que no he conseguido nada de dinero y tendremos que esperar hasta la siguiente oportunidad, ya me entiendes.
Por esos soldados... no te preocupes, te prometo que pronto volverás a casa, cariño.Te quiere, tu padre.
Releí la carta una y otra vez bajo las cálidas mantas de mi cama. El sentimiento reconfortante de saber que mi padre estaría pronto de vuelta era enriquecedor.
Dejando de hablar sobre mi vida, la noche ya había caído como un manto sobre el campo de entreno significando así la hora de la cena. Cambié mis ropas por otras más cómodas que habían cogido para mí y fui al comedor.
El ambiente allí era más o menos relajante, todo el mundo hablaba con todos ya que se conocían bien. Había estado dando vueltas a la situación con Armin por que no concebía con buenos ojos la idea de que me presentase a todas sus amistades, pues se me hacía cada vez más difícil hacer un plan de escape. No era tan mala persona como para abandonar a quienes quiero.
— Hola, Ary, ¿puedo cenar contigo? — me preguntó Bertholdt apoyando su bandeja sobre la mesa.
— Estoy bien sola, gracias...
— Tonterías — soltó sin importancia un chico rubio de apariencia fuerte — nadie está bien solo.Fulminé al rubio con la mirada y decidí callar a meterme en ningún problema. Armin me dedicó una sonrisa desde la otra mesa al ver que estaba acompañada, todo con la errónea idea de la amistad.
Avivé un poco la tenue llama de los candelabros que escasamente alumbraban el barracón y pasé una de las suaves mantas de lana sobre mis hombros para mantenerme en calor. Abrí mi libreta de poemas para escribir mientras las demás chicas hablaban; la poesía en aquel momento se empezó a tornar dudosa, pues no sentía ni felicidad ni tristeza; era neutral.
"Poemas en soledad, n° 35"
Aquí me hallo de nuevo, la jaula se
ha llenado de más pájaros que
revolotean a mi alrededor
para hacerme sentir bien en mi
lamentable situación.
Padre, regresa de tu ida y abre las
puertas de la jaula para que
pueda salir y volver a volar
junto a ti.
Alto, una mano me detiene,
ese chico rubio de ojos azules es
como una luz que refleja otra
visión sobre los humanos. Él
quiere que permanezca en la jaula, él
no quiere dejarme volar lejos... o
quizás sea mi consciencia la que me
impide alzar el vuelo.— Disculpa... ¿escribes poesía? — una bella chica de ojos azules me miraba curiosa.
— Sí — me limité a afirmar guardando rápidamente la libreta.
— ¿Puedo leerlos?
— ¡No! Quiero decir... no...La azabache se bajó de su litera repentinamente y me agarró del brazo, empujándome violentamente contra la pared.
— ¡Mikasa! — le gritó la rubia aterrada.
— Qué diablos escondes en esa libreta, nunca se la dejas ver a nadie. Mi amigo Armin me lo dijo.
— ¡Son cosas personales! — notaba los ojos húmedos como la tierra tras un diluvio.Aquella tal Mikasa aflojó el agarre de su mano en mi camiseta para dormir hasta que definitivamente me soltó, retrocediendo hacia atrás. Mis lágrimas comenzaron a asomar sin motivo alguno; desesperación, susto, no lo podía comprender.
Las chicas intentaron frenarme para preguntar el porqué de mi tristeza, lo evité todo por dejar de escuchar sus irritantes voces. Me paré fuera y, tras inspeccionar con la mirada el patio por corto tiempo, me refugié en otro barracón con las velas apagadas; debía de estar vacío.
Dejándome caer en el llanto junto a la puerta, tapé mi rostro con las mangas de mi camiseta haciendo que se empapasen de mis saladas lágrimas. Sentía un punzante dolor en la espalda por el golpe de antes contra la dura madera, no me podía ni deseaba levantarme.
— ¿Arya? — una voz que me resulto conocida habló frente a mí.
— ¿Eren? ¿Qué... haces aquí?
— Buscando mi chaqueta, se me acabó la vela y me iba a ir a por otra cuando entraste llorando.Se aproximó a mí para sentarse frente a frente y siguió cuestionándome sobre los lloros.
— Solo quiero volver a casa con mi familia...
— Ojalá pudiera hacer lo mismo — dijo melancólico mirando al cielo nocturno — Parece que te duele la espalda.
— Bastante.
— Si me permites ver...
— No me toques, no quiero tu ayuda.
— Pero solo-
— DÉJAME TE HE DICHO.
— ¡¡Oye, tranquilita, que solo quiero ayudarte!!
— Pues abre los oídos, NO.
— Mira, haz lo que te dé la gana, odiosa.
— ¡Prepotente de mierda!
— ¡Marginada!
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LA CHICA DE FUERA
FanficNayeli Ackerman es una chica misteriosa que ha vivido fuera de los muros desde que tiene noción del tiempo. Un día ese peculiar estilo de vida cambiará cuando el cuerpo de exploración la encuentra y es obligada a entrar en este. Allí dentro conocerá...