Cap. 1: El inicio del día

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Los potentes rayos de sol empezaban a colarse a través de las pequeñas cortinas que apenas cubrían la ventana sin cristal tallada en la pared de madera, golpeando mi rostro a primera hora de la mañana. El cegador brillo comenzaba a bañar con su luz las vastas praderas que alfombraban el terreno a su paso, las flores y hojas eran movidas por la ligera pero fría brisa de la mañana.

 El cegador brillo comenzaba a bañar con su luz las vastas praderas que alfombraban el terreno a su paso, las flores y hojas eran movidas por la ligera pero fría brisa de la mañana

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Abrí los ojos con pesadez e interpuse la mano sobre ellos para protegerlos del reflejo solar, levantándome con cansancio para caminar hasta la ventana a admirar el paisaje. Los pájaros cantaban melodiosamente, todo el paisaje parecía idílico... de no ser por ellos.

Desde que tengo uso de razón, he vivido fuera de los muros que protegen a la humanidad sin saber por qué. Mi padre me crió fuera bajo la protección de los altos árboles que se alzaban cubriendo gran parte del campo; el bosque de los Árboles Gigantes. Me enseñó a respetar a la naturaleza, cocinar, conseguir comida, evitar a esas criaturas...

Tras vestirme en mis ropas de siempre, las cuales constaban de una blusa blanca, pantalones rojos, botas negras y chaleco del mismo color, me dirigí unos pasos más adelante para llegar hasta el pequeño horno con un caldero bajo la chimenea de piedra para prepararme el desayuno. Encendí unas brasas que controlé con cuidado y pronto conseguí una llama con la que calentar el agua.

La casa que me acompañó desde la infancia no cambió mucho. Esta estaba situada entre lo alto de varias ramas, hecha casi al completo de madera y sin habitaciones; todo el hogar en sí tenía la mayoría de comodidades de una casa normal en una sola sala.

Un sonido familiar fuera me desterró de mi pereza por completo al escucharlo; esos sonidos de galope no podían ser otros que los del cuerpo de exploración cabalgando hasta sus muertes una vez más

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Un sonido familiar fuera me desterró de mi pereza por completo al escucharlo; esos sonidos de galope no podían ser otros que los del cuerpo de exploración cabalgando hasta sus muertes una vez más. Cada día salían expediciones que regresaban a los muros sin información sobre ellos y en número reducido de soldados. No eran más que suicidas con la creencia de que el ser humano era superior a las bestias.

— Me pregunto cuántas bajas tendrán que justificar hoy...

Miré hacia abajo al sentir la tierra temblar a mis pies cuando vi a un titán excéntrico de catorce metros de alto dirigiéndose con paso lento hacia ellos. Esos titanes ya estaban poniéndose en marcha.

— ¡Avanzad! — gritó el comandante a la cabeza de la expedición — ¡los distraeremos en el bosque!

Debo admitir que, desde niña, aquel comandante siempre me fascinó; su carisma como líder, su valentía y su inteligencia eran desbordantes para mí. Recuerdo que cuando jugaba con mis peluches solía imitarle.

— A veces me hubiera gustado conocerle en persona, pero la humanidad para mí ya no es la que fue una vez — pensé dando un sorbo a mi té de menta — solo son individuos prepotentes e ignorantes que luchan por conseguir un mundo fuera de su alcance.

Como si de limpiadores se tratasen, los titanes comenzaron a barrer a los soldados uno por uno; el bosque había sido mala opción. Los más pequeños tenían más accesibilidad entre los árboles y eran rápidos.

— ¡Excéntrico, apartaos! — gritó un soldado señalando al frente; un titán de doce metros saltó desde un árbol hacia ellos.

Este se llevó las vidas de tres soldados antes de aferrarse a otro tronco y observar, simplemente observar; pero no a los soldados, a mí.

— Si me muevo me verán los soldados...

Miré rápidamente a las distintas ramas dispuestas cerca de mí y salté a las más altas para mantenerme a una distancia segura, aunque de nada sirvió el esfuerzo. Si seguía así llamaría la atención de los exploradores al estar distrayendo al titán.

— Déjame en paz... véte...
— ¡Cuidado! — exclamó una voz femenina que me paralizó.

En nada pude ver una rápida figura cortar la nuca del bicho y aterrizar con su EMT ante mí.

— ¿Cómo has llegado hasta aquí sin equipo? Estás a mucha altura — me preguntó la chica con clara expresión desconfiada.
— Perdí mi EMT ocupándome de aquel titán. Soy una soldado perteneciente a la expedición número 56 por fuera de los muros que perdí a mi escuadrón. Llevo seis meses sobreviviendo aquí — la mejor mentira de mi vida, para ser sincera.

La azabache asintió y me dijo que me abrazase a ella para que pudiese bajarme hasta el suelo. No podía decir la verdad, pero como tonta caí entre las manos de esos creídos sin posibilidad de regresar a casa.

LA CHICA DE FUERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora