Cap. 22: Aliados

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Escondidos dentro de un sótano abandonado, recobramos el aliento tras haber corrido lo más rápido que nuestras piernas nos permitieron. El resto del grupo nos acompañaba en el oscuro lugar para reconfortarnos de la mala experiencia que explicamos casi sin fuerzas.

— Así que Eren está de parte de los eldianos — resumió Jean — Ese suicida siempre me ha dado mala espina.
— Pues vamos mal, vamos muy mal ahora que Eren está de su parte. Tres titanes cambiantes son muchos — comentó Armin — tendremos que idear algo para mantenerlos en su forma humana o deberemos llamar al resto de soldados para que nos ayuden.

Mikasa estaba sentada en el suelo con los brazos abrazando sus piernas, estaba muy triste. Jean la atendió mientras que los demás nos sentábamos a hablar qué podríamos hacer en aquella situación; probablemente, la más difícil a la que nos habíamos enfrentado.

Nos tomamos un descanso para despejar las mentes y aprovechar el caos que Pieck, en su forma titán, había causado intentando deshacerse de la capitana y su equipo.

Abracé a Armin para liberar mi estrés, él acarició mi cabello y prometió que todo iría bien, que pronto volveríamos a casa.

— D-Disculpad... — dijo una voz que había escuchado antes — Sofía y yo podemos ayudaros.
— Udo — le reconocí levantándome del suelo, pensaba que no habían sobrevivido — ¿Por qué íbamos a fiarnos de vosotros?
— Porque conocemos las verdaderas intenciones de Zeke — contestó Sofía.
— ¿Cuáles son?
— Cuando consiga lo que quiere matará a los soldados que le han ayudado, eso nos incluye a mí y a mis amigos. Y tranquila, no te guardamos rencor por lo de hace cuatro años, por lo menos Udo y yo.

Asentí más aliviada y les invitamos a pasar. Conny les ofreció dos tazas de chocolate caliente y se sentaron con nosotros para contarnos todo lo que necesitábamos saber sobre el plan de Zeke.
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— ¡Idiota, les dejaste escapar!
— ¿¡Qué querías que hiciese!? Me encerraron esos malditos.
— Te encerraron por tonto, ¿¡cómo te fías tan fácilmente de Nayeli!? ¿¡No viste que era una trampa!?
— Maldita Nayeli... me duele la cabeza...
— Te está muy bien — dijo una voz femenina.

La mujer de cabello castaño oscuro entró en la sala de las celdas al escuchar la acalorada discusión de ambos hombres. Le tiró una pequeña bolsa con hielo al castaño para que se la colocase en la zona del golpe y suspiró negando con la cabeza.

— ¿Para esto me transformé en titán y fui a distraerles? Ahora toda la cuidad sabe que hay soldados de la legión y están alarmados

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— ¿Para esto me transformé en titán y fui a distraerles? Ahora toda la cuidad sabe que hay soldados de la legión y están alarmados.
— Tranquila, Pieck, contamos con buenos soldados para arreglar lo que el inútil de mi hermanito ha provocado.

Eren gruñó quejándose por el insulto antes de levantarse y abandonar los calabozos para dirigirse a su habitación. Una vez en ella, se apoyó en el espejo que había en la pared para mirar su rostro; tenía la frente un poco amoratada, pero nada que unas vendas no arreglasen. Volvió a apoyar el hielo y derramó una lágrima tras otra hasta caer en un llanto silencioso.
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Se había hecho de noche. Las calles estaban vacías y el silencio era el que reinaba.

Sasha y Conny habían conseguido algo de comida para cenar en el sótano; unos bollitos de pan y algo de queso fue lo único, pero por lo menos era algo. Compartí el tiempo de cena con Mikasa y Armin para hacerla sentir mejor después de todo lo que ocurrió, esperaba que tras dormir y descansar el día siguiente fuese mejor.

Caminé hasta unas estanterías vacías con la mitad de mi bollito al ver a Levi allí solo.

— ¿No vas con los demás? — me preguntó al verme.
— Cené con ellos. ¿Cómo es que estás aquí solo?
— Intentando olvidar lo que ha pasado, necesito tranquilidad.
— Entiendo... ahora mismo echo de menos a mis padres.

Giró su mirada para fijarse en mí y suspiró mientras acariciaba mi espalda.

— Y yo a mi madre.
— Nunca me contaste de ella.
— No quiero entristecerme en estos momentos pero... supongo que tienes derecho a saber algo.

Flashback

... hace veintinueve años...

— Mamá, estoy en casa — informó el niño pequeño entrando en el hogar con una barra de pan.
— Estupendo, cariño, ven a compartir el almuerzo — dijo la mujer de cabellos negros y largos, sus ojos azules, iguales a los de su hijo, brillaron de felicidad al verle.

El niño se sentó en la cama junto a la mujer de nombre Kuchel y le entregó el alimento a su madre, ella partió la barra en un gran trozo para el niño y una pequeña parte para sí.

— ¿Solo comerás eso, mami?
— Hoy no tengo mucha hambre, es mejor que comas bien... quiero que crezcas sano y fuerte.
— Pero tienes que curarte. Si estás malita es mejor que te alimentes bien, mamá.

La mujer dejó el pan sobre la mesilla junto a la cama. Había estado las últimas semanas sin sentir las piernas y no era capaz de caminar; la enfermedad avanzaba y no le quedaba mucho tiempo.

— Levi, hijo mío, tengo que decirte algo.
— Dime, mami.
— En unas semanas me voy a ir de aquí...
— Oh, ¿a dónde vas? ¿Podemos ir juntos?
— Me temo que no podemos ir los dos... voy a ir a otro lugar — comenzó a explicar acariciando el cabello del niño — está muy lejos de aquí, pero por muy lejos que esté siempre estaré a tu lado de una manera.

El niño se acurrucó junto a su madre mientras la escuchaba hablar.

— ¿Y por qué no puedo ir a ese lugar? No quiero que te vayas, te echaré de menos.
— Tú debes quedarte en este mundo y crecer, cariño. Yo te estaré esperando...
— ¿Cómo sabré dónde está ese sitio?
— Cuando ya seas muy mayor, un día irás a dormir y soñarás con el lugar... una vez que abras los ojos, estarás allí y volveremos a vernos.
— Está bien... te voy a echar de menos.
— Y yo, mi angelito. Nunca olvides que siempre estaré junto a ti...

Fin del Flashback

Levi se durmió poco después de explicarme todo sobre su madre. Dejé que descansase y fui a ver cómo estaban Udo y Sofía, ambos estaban juntos en el suelo cubiertos por una manta que habían encontrado, parecían tener miedo.

— ¿No dormís? — les pregunté agachándome para llegar a su altura.
— Tenemos miedo a que Zeke nos encuentre — dijo Sofía.

Sin dudarlo me senté entre ellos y les rodeé con mis brazos para acercarlos a mí, les juré que iba a protegerles pasase lo que pasase y ellos confiaron en mis palabras. Sin más que decir, cayeron dormidos junto a mí en aquella noche de verano.

LA CHICA DE FUERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora