Cap. 18: El peor y el mejor día de mi vida

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Paseaba junto a Jean y Armin por la parte superior de los muros, hacía una semana desde que se celebró el funeral del comandante Erwin y todo estaba relativamente tranquilo desde entonces. Relaté todo lo que sabía sobre Eldia a los superiores para que tomaran cartas en el asunto y se encargasen de encontrar a Zeke y a Pieck.

En cuanto a mi vida... fueron muchas la noticias que me llegaron al regresar; Reiner era el enemigo, Ymir era una titán cambiante que escapó al bosque, Christa era una reina de verdadero nombre Historia y Armin ahora era un titán cambiante también tras la muerte de Bertholdt. Nifa, Abel y Moblit pasaron a mejor vida, al igual que el comandante.

Tan solo quedábamos Armin, Mikasa, Sasha, Jean, Conny y yo como soldados de nuestro ciclo, con los capitanes al frente.

— Qué aburrimiento de tarde, ¿no hay nada de acción hoy? — preguntó Jean echando las manos tras la cabeza.
— Agradece que haya tranquilidad, estos últimos días han sido deprimentes — contesté.

Recogí tras la oreja mi cabello ya cortado a la altura del pecho y suspiré pensando en mi padre, un tiempo con él para volver a hablar no me vendría mal, dejó de enviarme cartas desde lo ocurrido en Stohess.

Llamé a la puerta de la oficina de la capitana, los pasillos estaban concurridos por los soldados apresurados que iban de aquí para allá con muchos papeles. Hanji abrió la puerta con una sonrisa triste y me invitó a pasar, pobre mujer, incluso estando triste intentaba sonreírte. El capitán también estaba presente leyendo una carta junto a su té verde.

— Siento molestar, quiero pedir permiso para reunirme con mi padre — dije amablemente.
— ¿Por casualidad no se llamará Kenny en realidad? — me preguntó Hanji.
— Sí... o sea no... bueno, sí, sí se llama — para qué mentir.
— Me temo que no vas a volver a verle — comentó Levi arrojándome la carta a las manos — la escribió para ti y me pidió que te la diese.

La puse del derecho para comenzar a leer el contenido sin entender de qué conocía mi padre al capitán, y porqué le entregaría la carta a él en vez de a mí.

— Querida hija, si estás leyendo esto es porque Levi me ha cumplido ese favor.
Te escribo para despedirme de ti, estoy muy herido y no creo que pueda salir de esta.
Levi me ha dicho que te encuentras fuera y no podrás venir a verme, me entristece que no pueda abrazarte una vez más antes de irme, pero solo quiero pedirte que cumplas una promesa; prométeme que no llorarás por mi muerte, eres joven, olvida el pasado y sé feliz con lo que tienes ahora... no hagas como yo.
En fin... no tengo fuerzas para seguir escribiendo, te quiero, Nayeli, nunca lo olvides.

Dejé caer la carta al suelo, mirándola fijamente.

— Dónde está mi padre — pregunté con la voz quebrada.
— Él murió, cariño...
— Dónde... está... mi... padre — no quería admitir el hecho de haberme quedado huérfana.

El capitán se levantó del asiento y se acercó a mí, secó mis lágrimas con un pañuelo y le pidió a Hanji que saliese un momento afuera para hablar. Ella asintió y abandonó la habitación.

— Siéntate, Nayeli, hay mucho de que hablar.

Hice caso a sus palabras y me senté sobre la cama junto a él, suspiró antes de hablar y parecía hacer el amago de hablar, pero ninguna palabra surgía de su boca.

— Es algo largo de explicar, pero te lo resumiré; Kenny me entregó esta carta para ti por una sola razón y es que, aunque no te lo dijese nunca, yo soy su sobrino.

Le miré sorprendida sin entenderlo bien, padre nunca mencionó a ningún hermano o hermana, ni mucho menos... a un sobrino.

— Somos familia, Nayeli, no te has quedado sola.

Me sentí fatal, nunca en mi vida sentí que hubiese caído tan bajo. La cabeza me dolía mucho y todo me daba vueltas preguntándome por qué tuve que cometer el error de haber salido de casa. Todo era mi culpa.

Las manos frías del capitán se posaron sobre las mías sin que me diese cuenta y su mirada azul oscuro se encontró con el marrón rojizo de mis ojos.

— ¿Me has escuchado?

Negué levemente con la cabeza, mi expresión era un misterio ya que no reflejaba emoción alguna.

— Le prometí a mi tío que cuidaría de ti... no sé, no puedo cumplir eso.
— ¿Sabe qué, capitán? Eso da igual — sonreí mientras miraba por la ventana — mi padre y el comandante tenían razón...

Me levanté de la cama y caminé hasta la puerta con una expresión alegre.

— ¡No dejaré que el dolor me afecte!

Levi me miró sin entender lo que quería decir. Dándome la vuelta y volviendo sobre mis pasos, abracé al capitán con fuerza haciendo que correspondiese sin quejarse y mostró una pequeña sonrisa.

— Qué agradable tener una prima.
— ¡Lo mismo digo, primo!

Corrí hasta el campo en donde mis amigos estaban y les abracé uno por uno llena de felicidad, sorprendiéndoles al verme tan alegre tras todas las muertes. Qué más daban si tenía a gente junto a mí que me quería.

— Pos si tú estás feliz, entonces todos lo estamos — comentó Conny.
— Nayeli... — me llamó Armin — ¿puedes venir... un segundo?
— Claro, Armin.

Caminé junto a él hasta el comedor vacío y del bolsillo de su chaqueta sacó una pequeña carta que comenzó a leer completamente sonrojado.

— Bu-Bueno... t-tus ojos me recuerdan a-al fuego... son bonitos... eh... esto... tu cabello-
— Armin, lo que tengas que decirme, dímelo directamente...
— E-Está bien — respiró hondo y lo admitió todo — Siempre me has gustado, desde aquel día que te vi en la ventana me enamoré perdidamente de ti. No te dije nada porque pensaba que quizás preferirías a otros, pero veo que me equivoqué y solo tengo que decirte que te quiero mucho y me encantaría que fuésemos novios. Estar siempre a tu lado... y animarte en los buenos y malos momentos.

Acto seguido me abrazó totalmente sonrojado esperando por una respuesta de mi parte. Sonreí y le aparté ligeramente.

— Me encantaría que estuviésemos juntos... ¡Intentémoslo!

Un beso selló todas las palabras y nos prometimos amor eterno.

LA CHICA DE FUERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora