Cap. 10: Más secretos

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Me despedí de Armin tras haberme disculpado por mi ausencia en la misión, la vital importancia es que estaba bien, aunque no dejaba de pensar en aquel hombre del bosque. Me preguntaba si viviría allí al igual que yo, por qué quería conocerme...

Entre pensamiento y pensamiento llegué a unas escaleras que bajaban un poco hasta llegar a una puerta. Las miré detenidamente y me pregunté qué guardaba la habitación tras la puerta, nadie me había aclarado nada sobre esa estancia. Decidí entrar cuando una mano en mi muñeca me detuvo; una chica morena, la reconocí por haberla visto muy frecuentemente con Christa pero nunca supe su nombre.

— Oye, rarita, no puedes entrar ahí. Está prohibido — me advirtió de malas maneras.
— Perdona... no lo sabía.
— Pues abre los ojos y lee el cartel, miope.
— Va-Vale... maleducada...

Se retiró como si nada hubiese pasado y decidí dejar aquel sitio, de momento.

Llegaron a mí cartas de mi padre y las abrí para leer el contenido en la lúgubre oscuridad nocturna del barracón. Tres velas iluminaban mi lectura tenuemente.

Querida Nayeli:
Ya me quedan pocos días de viaje, quizás dos como máximo. ¿Vas aguantando bien? Estoy realmente preocupado por ti, no dejo de velar por tu seguridad y solo espero que pueda reencontrarme contigo pronto. Te echo de menos, hija mía, no sabes cuanto.
Responde a esta carta cuando puedas, extraño mucho hablar contigo.
Te quiere, tu padre.

Pequeñas lágrimas resbalaron por mis mejillas, yo también le extrañaba mucho y deseaba volver a verle, pero hasta entonces tenía que cerrar los puños, secar mis lágrimas y aguantar mis ganas de llorar.

Salí al exterior de la cabaña para fundirme en la oscuridad de la noche, aquella noche fría y negra... Conseguí colarme en el edificio en vez de estar durmiendo en mi correspondiente barracón y caí rendida cerca de una enriquecedora fuente de calor; una pequeña fogata en la chimenea de la biblioteca. Acerqué un poco las manos a la viva llama y me quedé absorta mirando el fuego.

— ¿No es un poco tarde para estar despierta? — preguntó el comandante.

Me giré sobresaltada e hice el saludo para mostrarle respeto. Él sonrió y me entregó una de las dos tazas de chocolate caliente que tenía.
Se lo agradecí algo dudosa y, ofreciéndome asiento, nos acomodamos en la espaciosa sala.

— Siento haber entrado sin permiso, tenía frío y no quería estar en el barracón.
— No pasa nada, el chocolate te sentará bien — su sonrisa era tranquilizadora.
— Pronto vendrá a visitarme mi padre, cuando llegue el momento podré ir a Trost a visitarlo, ¿verdad?
— Supongo que no hay ningún problema, Nayeli.
— Muchas gra-

Empezó a temblarme la mano, el chocolate se movía ligeramente amenazando con derramarse de la taza. El comandante Erwin se dio cuenta de mis nervios, pero no sé tomó a mal la mentira, por el contrario, apoyó su mano izquierda sobre la mía, ya que su brazo derecho había sido amputado hace un tiempo, y sonrió con calidez.

— Hanji me lo contó todo, pude ver en ti desde el primer día que mentías, pero tus razones son entendibles.
— Entonces... ¿qué piensa sobre mí, comandante?
— Eres una joven sincera y amable en el fondo, respeto tu decisión de ocultar la verdad. Lo que más me sorprende es que te estés esforzando tanto por ser soldado cuando se nota que no es lo que quieres.
— Al principio quise escaparme, pero he conocido a gente y me sentiría mal abandonarles...
— Eres de buen corazón, no me extraña que hayas podido congeniar.

Bostecé un poco al sentir el cansancio sobre mí y el comandante me dio permiso para volver a la cabaña; necesitaba dormir.

— Comandante...
— ¿Sí, Nayeli?
— ¿También se sorprendió al conocer mi apellido?
— Sí, me sorprendí bastante, pero creo que es una mera coincidencia. La soldado Mikasa también se apellida Ackerman.
— De acuerdo... gracias por su comprensión.
— No hay de qué, joven Ackerman.

Una vez sentido el reconfortante calor de las mantas, cerré mis ojos para dejarme caer en los brazos de Morfeo. Los secretos y misterios se acumulaban en mi mente; ¿qué había tras esa puerta? ¿Quién era el hombre del bosque? ¿El capitán, Mikasa y yo estábamos emparentados?

LA CHICA DE FUERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora