Crónica de guerra

1.3K 136 18
                                    

Hubo un silencio impresionado, que la Matriarca interrumpió.

—Habías dicho que el nido sólamente...

—Si. El nido era diminuto. Pero cada palmo del pequeño nudo de zarcillos estaba ocupado por guerreras o exploradores.

—¿Cuántas manadas entraron?

—Solo Refugio de Hielo. Veintinueve cambiantes. Y dos guerreros del linaje.

—Tuvo que ser una masacre.

—Estuvo cerca. Si hubiéramos plantado cara, nos hubieran aplastado. Si hubiésemos intentado huir, nos hubieran dado caza en campo abierto. Así que ordené avanzar. Pensé que ya que el nido era tan poco profundo...

—... La reina tendría poco cobijo. —La matriarca se inclinó hacia delante, los ojos brillantes—. Una jugada temeraria, pero aquí estáis. Vivos.

—No todos —corrigió Rodrerich con pesar—. Cuatro de nuestros cambiantes cayeron. Y Yule... —Su voz volvió a tornarse musical, como si recitase una endecha—. Nuestro linaje Yule era una artesana de la propia malla. Podía tejerla y destejerla, con el suficiente tiempo. En la cámara central del nido no nos esperaba una reina inmadura y débil; ese ser medía casi cincuenta metros. No hubiésemos podido acabar con ella antes de que las guerreras acabaran con nosotros. Pero Yule se arrojó contra el nudo, bajo la reina. Lo último que recuerdo del combate fue verla arder.

—Se consumió a sí misma para romper el centro del nido. —La voz de la Matriarca rezumaba asombro y respeto—. Bajo las tripas de la propia reina.

Rodrerich se volvió por primera vez hacia Julia

—Cuando se mata a una reina inmadura —explicó—, el nudo de zarcillos de la malla con el que ha tejido el nido se desenreda, buscando la libertad. Es un proceso que dura pocos minutos, del que más vale salir antes de que los zarcillos te arrastren.

«Ah, claro, con eso ya me he enterado de todo. Como si fuera lo único que su Perruna Alteza tiene que explicar» Entre fulgor, reinas, zarcillos y malla sentía que la cabeza le daba vueltas. «Y sin embargo parece que ellos se están enterando»

—Nunca he oído que alguien ataque el nudo con la reina todavía viva —declaró la Matriarca—. ¿Qué ocurrió?

Rodrerich puso la mano sobre el hombro de su hermano.

—Como he dicho, lo último que recuerdo fue a Yule sacrificándose.

—Él estaba delante, guiando el ataque —explicó Ilbreich tomando el relevo—. Recibió el primer impacto. O más bien el segundo, después de que los zarcillos despedazaran a la reina. No se limitaron a soltarse y buscar su camino, saltaron como látigos en todas las direcciones. Ruán, el otro linaje, debió gastar toda su suerte ese día porque los zarcillos le arrastraron de nuevo al mundo. Tuvo que caminar un día entero entre las montañas, hasta alcanzar una carretera, pero llegó ileso. El resto... algunos tuvieron la misma suerte, otros tuvimos que volver desde el fulgor por la vía dura. Pero como mucho fuimos lanzados a unos pocos cientos de kilómetros. Salvo Rodrerich.

—Debió alcanzarme el primer zarcillo, el que amputaron de la malla. Me arrastró en su regreso. Me golpeé la cabeza... o me golpeó la reina antes de morir, no estoy seguro. Fue un momento muy confuso. No recuerdo lo que ocurrió después, pero sabemos que vagué por la malla, sin dirección ni memoria.

—Encontré allí su rastro cuando empecé a buscarle, semanas después. —Ilbreich alzó las manos en muda disculpa—. Al principio esperábamos que retornase por sí mismo, como los demás. Y teníamos entre manos atrapar a las guerreras que seguían vivas, desperdigadas sin guía y famélicas.

Rodrerich le apretó el hombro.

—Me buscaste cuando pudiste, no se te puede pedir más. Así llegué a tus tierras, Matriarca. Herido y sin memoria. Julia me salvó la vida y me cuidó como si hubiera sido de su sangre.

—¿Cuándo llegaste aquí?

—La batalla fue hace poco menos de dos meses —calculó Ilbreich... no pudo estar mucho tiempo vagabundeando por la malla.

La Matriarca palmeó la mano de Julia en muda pregunta.

—Sí —confirmó ella—, llegó a mi casa más o menos al tiempo que la explosión del parque.

Rodrerich frunció el ceño e interrogó con la mirada a Olaya

—¿Explosión o...?

—Batalla. Por lo que habéis contado sospecho que ambos nidos estaban ligados. Y la destrucción del vuestro precipitó el ataque sobre nosotros.

—¿Cual es vuestra situación? —Rodrerich parecía ahora en su elemento, preparado para organizar un avance o una retirada.

—Desesperada. —Teresa dio un respingo y apretó la mandíbula ante la seca declaración de la Matriarca—. Perdimos a demasiados en esa batalla inicial. Pensábamos que al menos el nido se habría desangrado lo suficiente para tener una tregua, tiempo para localizarlo. Pero no. Las siguientes semanas fueron los míos quienes empezaron a desaparecer. Linaje y cambiantes. Ordené que todo el clan se refugiara aquí.

—¿No intentasteis abandonar estas tierras?

—Claro. Pero cuando tanteamos las salidas del valle, las encontramos vigiladas. Los cambiantes y los más fuertes quizás podrían escapar desperdigados por la montaña, pero ¿cómo poner a salvo al resto del linaje? También están bloqueados los accesos a la malla. Tiene que ser una reina adulta, una inmadura no tendría tanto poder.

Los dos hermanos intercambiaron una mirada. Rodrerich asintió una vez y palmeó el brazo de Ilbreich, animándolo a hablar.

—Matriarca, vine ayer desde Rendalen a través de la malla. Hay un zarcillo que no está vigilado.

Rey LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora