La Cortada

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Julia terminó de preparar su exigua mochila y cerró las hebillas. Viajaba ligera de equipaje, lo que más abultaba era su ropa de abrigo y la llevaba toda puesta. Su posesión más preciada en ese viaje era la caracola de piedra que llevaba alrededor del cuello.

—¿Por qué vamos a viajar por la malla, si dices que Elverun está solo a unas horas en coche? —preguntó a Ilbreich, que se había aposentado en su antigua cama con perezosa familiaridad.

—Porque después el viaje a Troms sería infernal por carretera en esta época del año, pero sobre todo Rodrerich quiere comprobar si la ruta entre Refugio de Piedra y Aguamusgo está abierta. Y también evaluar si hay intrusiones del Enjambre en la malla. Elverun es zona de frontera en la guerra.

Los últimos días había pasado más tiempo con ella que con su hermano, Julia no sabía si estaba huyendo del humor irritable de Rodrerich o tenía el encargo de protegerla.

—¿Tengo un par de horas aún? —preguntó ella—. Quería hablar con Ylva... le estoy dando formación, y necesitamos revisar qué puede ir estudiando en mi ausencia.

—Seguro, Rodrerich está con el Consejo y no creo que lo vayan a soltar pronto... —vaciló unos segundos, y después bajó de una estantería un par de lápices y una libreta— Quiero hacerte una pregunta; has estado este tiempo tratando con mi gente... ¿Has visto algo como esto?

Con un par de trazos rápidos dibujó una mano extendida con la palma cruzada de cuatro líneas diagonales. Julia le echó un vistazo rápido y se lo retornó.

—No voy a hacer de espía para tí sin saber siquiera por qué, Ilbreich —le respondió más seca de lo que pretendía.

El príncipe enrojeció y se hizo un silencio incómodo. Unos segundos más tarde, Ilbreich se recostó de nuevo y suspiró, mirando al techo.

—Cuando vine a Refugio de Hielo, una de las cosas que odiaba eran las intrigas. Igual el entusiasmo con el que mi gente se entrega a ellas forma parte de nuestra naturaleza gregaria. O puede ser el resultado de tantos milenios escondiéndonos de la humanidad. —Lanzó a Julia una mirada de disculpa—. Gracias por hacerme notar que una década después me he integrado por fín.

A Julia se le escapó una sonrisa; pese a todo Ilbreich le seguía pareciendo a ratos un niño grande.

—En todo caso no lo he visto —admitió—. ¿Qué significa?

—Bueno... actualmente no debería significar mucho. Antiguamente... cuando el poder se medía por la cantidad de guerreros que podías poner en una batalla, nuestro pueblo ganó influencia. No solo aquí; casi todos los clanes antiguos tienen algún título nobiliario, y tierras a su nombre. Ahora no representan mucha riqueza: en Rendalen la mayor parte es una reserva ilegal de lobos donde nuestro linaje puede vivir a salvo de los cazadores.

—Ajá. Si, la familia de Teresa tiene también terrenos que no usaba, en las montañas.

—Seguro que lo utilizaban... sólo que no la parte visible de la familia. Durante la época feudal, los linajes estaban supeditados a sus señores, que siempre eran cambiantes: ya te contamos lo que sucedió cuando Harald quiso cambiarlo. Aún así su situación era mucho mejor que la de otros vasallos, puesto que compartían su sangre. Un vasallo podía ser prescindible, un linaje era familia y se defendía con tanta ferocidad como la tierra o el santuario.

»Los problemas comenzaron cuando los estados se hicieron más seguros. Entre los humanos, los vasallos dejaron de estar atados a sus señores, y el antiguo pacto de servicio por protección desapareció.

»Sin embargo eso no funcionaba entre los míos. Los linajes seguían necesitando a los cambiantes para que defendieran los remansos. Y los cambiantes no sólo necesitaban a los linajes para surtirse de talismanes y anclajes, los precisaban simplemente para no extinguirse. Mientras alrededor la vida se hacía más libre e individualista, nuestro pueblo seguía anclado en el medievo.

»Por supuesto creció el descontento. Se empezó a considerar excesiva la autoridad de los señores cambiantes en temas como los matrimonios, el futuro de los hijos, qué era o no necesario para el bienestar del clan... los linajes comenzaron a resentirse. Y se formó una red de resistencia.

Ilbreich golpeó con un dedo el dibujo de la palma.

—Este era el símbolo que utilizaban. La Mano Cortada, cruzada por un zarpazo. El símbolo de gente que se sentían atacados por sus familiares cambiantes. Normalmente se tatuaba de tal forma que sólo el fulgor podía revelarlo, por ejemplo al utilizar ciertos talismanes. La cortada facilitaba la huida de linajes en problemas, o amañaban matrimonios para poder cambiar de un clan a otro más liberal... y en un par de ocasiones, incluso asesinaron a cambiantes especialmente truculentos. La guerra contra el Enjambre terminó con todo eso; o más bien los clanes que se desgarraban en guerras internas fueron borrados muy rápido. El resto se adaptó. La Cortada desapareció, al menos en teoría.

—Eso parece historia antigua ¿Por qué te interesa encontrar referencias ahora?

—Bueno... —el príncipe entrelazó las manos debajo de la barbilla, el mismo gesto que Julia había visto varias veces en su hermano—. Prométeme que no dirás nada ¿de acuerdo? Jakob ha jurado que cuando cruzó los trozos de Bård al fulgor, vio el tatuaje en su brazo.

—Pero tu hermano no... quiero decir, no le he visto tratar con desprecio o nada parecido a los linajes...

—Dios, claro que no. Aún en vida de nuestro padre, intentó que gente como Ruán ocupara cargos de más peso en el gobierno del clan... incluso ha tanteado la posibilidad de que se integren en el Consejo. ¿Mi opinión? Que Jakob miente. Si los culpables vienen de la Cortada, él no puede ser considerado sospechoso ¿verdad?

—¿Y qué dice Rodrerich?

—Que no piensa tomar una medida que pueda dividir al clan con tan pocos indicios. Ha prohibido a Jakob contar lo que dice haber visto.

—La postura de Rodrerich me parece prudente. Tú mismo has dicho que la Cortada se disolvió.

Aquello no pareció tranquilizar a Ilbreich. Se mordió los labios y apartó la mirada de Julia.

—Aún así... mi tarea es proteger a mi hermano. No puedo dejar piedra sin remover, aunque sea tiempo perdido.

—De acuerdo —aceptó ella—. No puedo prometer que si veo este signo en alguien te lo vaya a decir sin hablar primero... pero estaré atenta.

Rey LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora