Algo que proteger

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—No se si Olaya nos ha hecho un favor o no —se lamentó Ilbreich. El pelo le goteaba, enredado en un matojo rubio, pero al fin había logrado limpiarse toda la sangre seca.

—Mmmmm. —Julia abrió un ojo desde la cama, agotada—. Yo me alegro de que no me hayan largado de una patada, no tengo idea de cómo llegar a Trondhein sin documentación ni dinero. Mucho menos como ponerme en contacto con Kjellfrid.

El príncipe se sentó a su lado con el ceño fruncido.

—Si se llegase a eso, te aconsejaría probar primero con Aili, o incluso con el Bailiff de Aguamusgo. La primera es razonable, el segundo tiene los dientes del Enjambre demasiado cerca de su yugular para mostrarse exquisito. Creo que cualquiera de los dos te recibiría bajo su techo agradecido.

»El problema es que la amenaza que ha puesto sobre la mesa la Matriarca es real: Venganza del Norte reconoce el derecho a reinar de los linajes si tienen el don prohibido. Kjellfrid tiene hijos adultos y creo que ya un par de nietos. En un par de décadas podría casar alguno con Sobrinito y tener derechos sobre Refugio de Hielo.

—Por lo que me habéis contado, Venganza en el Norte los tuvo hasta que murió el último Vargsón de la dinastía de Harald, y no es que le sirviera de mucho. Pero me alegra que pienses que dentro de unas décadas el gobierno del clan será un asunto del que preocuparse.

El príncipe ahogó una risilla.

—Cada vez me gusta más ese pragmatismo tuyo. El problema es que ya no se trata de expulsarte o no, sino que eso no solucionará el problema.

—Piensas que si antes no había en realidad nadie que quisera matarme, ahora lo puede haber.

Ilbreich suspiró y se rascó la cabeza.

—Sí —admitió—. ¿Opinas que estoy realmente paranoico?

—Creo que un linaje debería estudiar psiquiatría y poneros a todos en fila en el diván. No es que sea extraño, viviendo en una guerra continua, pero sois una buena colección de neurosis. —Se incorporó con un bostezo—. ¿Todas las sesiones del Consejo son así de animadas o Jakob intentó hacerse hoy con el poder?

—Si ese era su objetivo calculó muy mal sus apoyos y se apresuró demasiado. Quizás creyó que Rodrerich sería inamovible si cerraba la alianza, así que tenía que actuar antes de que volviera. Y ahora ha perdido su última palanca: es difícil reclamar un combate entre mi hermano y yo cuando ha quedado visible que el consejo no permitirá que le sustituya.

Hizo una pausa y frotó el pelo con la toalla con fuerza, como un perrillo rascándose. ¿Estaba dolido por la postura del consejo? «probablemente», lamentó Julia. Aunque no ambicionase el lugar de su hermano, era humano que le escociera el rechazo.

—¿Qué hubiera pasado si te hubiesen vencido? Lo que estaban diciendo de interrogarme...

Ilbreich le pasó un brazo por los hombros y pareció dudar.

—Mira, no te quiero mentir, hoy he tenido miedo. Por eso no estaba dispuesto a permitirlo; Astrid te odia, podía aprovechar la ocasión para lastimarte.

—No me puso la zarpa encima cuando me tuvo a solas —observó Julia—. Y se ofendió cuando la creí capaz de hacerlo.

Julia le hizo un breve resumen de su encuentro con la loba. Al repasar los hechos y con cierta inquietud, se dio cuenta de que Astrid había retrocedido ante la idea de dañar a un cachorro. No significaba que fuera tan reticente en tomarla con la madre.

—Al menos estás a salvo de ella hasta que nazca Sobrinito; con algo de suerte para entonces no estará tan furiosa y podreis convivir. Espero que sea así, tengo afecto por Astrid. Fue buena conmigo cuando llegué a Rendalen, y no es una mala persona. Pero se ha ido amargando con los años.

Rey LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora