Despertar

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Las horas se alargaron esperando en la clínica. Entre tanto Ilbreich iba y venía, entrevistándose con Olaya, Teresa, de nuevo Johanes... Incluso Diego desertó de madrugada para atender a sus hijos, después de enseñar a Julia a tomar las constantes vitales a un lobo. A media tarde Julia se despertó sobresaltada; se había quedado dormida en una silla. Rodrerich respiraba aún, comprobó con alivio, pero el goteo del suero se había detenido. ¿La vía se había cerrado? Al sacarla para buscar un nuevo punto en la vena, vio el pinchazo curarse ante sus ojos.

Con una sonrisa idiota en la cara revisó los latidos, la respiración... los balazos se estaban cerrando también, muy despacio pero de forma visible. Salió por la puerta y casi se fue de bruces: un cambiante en forma lobuna estaba atravesado en el umbral, montando guardia.

—Avisa a Ilbreich —pidió—. Su hermano está fuera de peligro.

Rodrerich aún no había despertado cuando el príncipe y Diego estaban ya de vuelta y medio Refugio de Hielo se amontonaba al otro lado de la puerta. Ilbreich fue tajante:

—Hasta que el rey despierte y ordene lo contrario, sólo vamos a entrar los médicos y yo.

"Médicos" quedaba un poco grande para un veterinario y una enfermera, pero aquello aplacó un tanto al clan.

—Igual estoy siendo demasiado precavido, ninguna bala le ha rozado la cabeza, pero si esto le ha vuelto a afectar la memoria prefiero saberlo con algo de ventaja —explicó Ilbreich cuando pudo por fín cerrar la puerta a sus espaldas.

—Nunca he oído que una herida de plata provocara amnesia —le tranquilizó Diego, mientras retiraba los puntos de la piel ya curada—, aún así, cuando despierte agradecerá no tener una multitud alrededor.

Con un gañido, Rodrerich olfateó y abrió los ojos. Paseó alrededor una mirada opaca y luego lenta, dolorosamente, cambió a su forma humana. Diego lo cubrió con una manta mientras Ilbreich lo ayudaba a incorporarse. Parecía muy cansado.

—Apestas a marihuana, cachorro —gruñó atontado. Por la cara de Ilbreich, le fue de un pelo que su hermano no lo dejase caer.

—Estoy demasiado contento de verte vivo para enfadarme. —El príncipe dejó con suavidad a su hermano recostado sobre el respaldo de la camilla y lo arropó con la manta—. Y al menos el olfato te sigue funcionando. ¿Cómo te encuentras?

—Como un trozo de comida regurgitada. —Rodrerich se llevó las manos a la cabeza como si necesitara esa ayuda para sostenerla—. ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?

—Toda la noche y la mayor parte del día. Ya van dos, estás empeñado en ser el Rey Lobo más breve de la historia. —Ilbreich pasó uno de los largos brazos por los hombros de Diego y otro por la cintura de Julia—. Tenemos que conseguir que Diego se quede con nosotros, te ha salvado la vida. Julia también, pero en su caso te sé motivado con creces.

—Baja, cachorro —pidió Rodrerich, aún con las manos en la cabeza y los ojos cerrados.

—¿La voz?

—Y el entusiasmo. Todo. —Era paradójico que como lobo fuera un convaleciente mucho menos gruñón—. ¿Quién fue? ¿Lo has averiguado?

—Los trozos que dejaste en el zaguán eran de Bård Sørensen. Todo apunta a Jakob.

—¿Porque es su tío? Tu eres primo tercero por parte de madre, y los dos lo somos en quinto grado por nuestro padre. Es atrevido juzgar por parentescos dentro de un clan.

—Jakob es el que más ruido está haciendo desde que padre pasó al fulgor. Y fue el primero en quejarse de que trajeras a los Coria sin permiso del Consejo. Astrid también, pero ella tiene otros motivos.

El comentario pintó una marca de rubor en la cara macilenta de Rodrerich, que esquivó la mirada de Julia.

—Si Jakob protesta en voz alta es porque intenta conseguir algo por esa vía, me parece prematuro intentar asesinarme.

—Si piensas así, es una suerte que Johanes me quitara de la cabeza encerrarle.

Mucha suerte. Sería un mal enemigo. ¿Qué has hecho con él?

—Le mandé con Johanes a registrar la habitación de Bård y el exterior. Si no tuvo nada que ver, estará muy motivado para ayudar. Y si estaba implicado, Johanes tiene orden de vigilarlo.

—¿Encontraron algo?

—Un fusil de precisión anclado y ajustado, junto al garaje. Si hubiéramos vuelto en coche, hubieras podido acabar con una bala en la cabeza. No creo que Diego pueda coser eso.

—¿Balas de plata o corrientes? —interrumpió Diego. Tendió un vaso de agua a Rodrerich, que este vació de inmediato—. Fundir balines es sencillo, sin embargo fabricar balas de precisión con plata dentro no es fácil, y hacen falta herramientas. Me extraña que nadie se diera cuenta.

—No se me ocurrió mandar que lo comprobaran. —Ilbreich se encogió avergonzado—. Pensé que un daño de ese calibre mataría antes de dar tiempo a regenerar.

—Averiguemoslo, eso y cómo consiguió el fusil. —Rodrerich guardó silencio unos segundos antes de volverse hacia Diego—. ¿Hasta cuándo voy a estar incapacitado?

—No está incapacitado. La regeneración y el cambio han vuelto, aunque de momento cuesten un mayor esfuerzo. —Diego se encogió de hombros—. El dolor de cabeza, la debilidad, la sed excesiva... son síntomas del envenenamiento y durarán todavía un par de días, hasta que el cuerpo elimine por completo la plata. Pero puede hacer vida normal.

—Entonces habla ya con Jakob y el resto —propuso Ilbreich—. Si vas a estar de este humor, mejor que lo soporten ellos que yo.

El Rey Lobo lanzó a su hermano una mirada atravesada. Luego le hizo señas de que se acercase.

—Echame una mano. Si soy capaz de andar puede que te haga caso.

Bajó las piernas al suelo y dio unos pasos tentativos, agarrado del antebrazo de Ilbreich.

—De acuerdo. Convoca la asamblea del ting. —Cuando Ilbreich hizo ademán de separarse, Rodrerich le retuvo con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos—. Cambiate de ropa primero. No te quiero ante el clan oliendo otra vez a esa mierda.

Rey LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora