Epilogo

1.5K 130 38
                                    

Olaya y Teresa la olfatearon hasta un altozano, unas lajas de pizarra lisa que miraban hacia las montañas. Sobre la piedra caliente, Brisa y ella se abrazaban en silencio. La loba tenía a Julia guardada entre las patas y adormilada.

—Eh, de este sitio me acuerdo —se alegró Teresa, volviendo a su forma humana—. Aquí veníamos de adolescentes a tomar el sol.

—Para huir de tu primo y su cámara de fotos —Julia bostezó antes de frotarse los ojos hinchados. Había llorado un buen rato, por fin. Durante horas se había sentido demasiado entumecida hasta para eso.

—Has pegado un buen susto al Rey Lobo y su hermano —recriminó Olaya—. Cuando salimos de la reunión y vieron que te habías marchado sin dejar noticias se pusieron frenéticos. Se tranquilizaron cuando vimos que el coche seguía en su sitio y rastreamos que no te habías ido sola.

—Lo siento... no quería preocupar a nadie. Me apetecía estar tranquila y pensar un poco, nada más. ¿Por qué habéis venido vosotras?

—Porque eres de mi sangre, y si tenías algo que decirles a ellos, lo hubieras hecho en el viaje de vuelta —aclaró Olaya, tan tajante como siempre—. ¿Por qué no has querido estar en la reunión, con el resto de los señores de los clanes?

—Me pareció que debía dejaros hablar libremente. Al final... bueno, Holger tenía razón en desconfiar de mi ¿no?.

—¿Por qué? —Teresa parecía sorprendida—. Si algo ha quedado claro, es que tú nada sabías.

—Mi madre pertenecía al enemigo. Por lo que he entendido, la Sombra de la Cortada os ha querido exterminar desde hace siglos; creó al Enjambre sólo para mataros.

—Y tu padre era mi hijo —Olaya le acarició el rostro con el gesto más tierno que Julia le había visto jamás—. Pobre Tasio... no te pareces mucho a él. Pero niña, los clanes siempre están en guerra entre sí, y también se casan entre ellos. ¿Crees que es la primera vez que el clan natal de alguien está en guerra con el que le acoge por matrimonio?

—Lo único que importa aquí son tus lealtades —aseguró Teresa—. Y no caben dudas sobre ellas; sobre todo si quien escribió esa carta está en lo cierto y la Sombra de la Cortada ha sido infectada por el Enjambre.

—Estar en la reunión era tu derecho —cortó Olaya, severa—. Si alguien quería acusarte, que lo hiciera en tu cara y afrontase la respuesta.

»Eres Reina Loba de Refugio de Hielo. Eres nieta de la Matriarca de Mesas de Piedra. Otros clanes buscarán en ti grietas para obtener ventaja; no les facilites la tarea.

Con un escalofrío, Julia reconoció el tono tajante y feroz con el que Olaya corregía a su Heredera cuando creía que se equivocaba. Como una loba, ladrando a un cachorro que no se mantiene en su sitio en una cacería.

«¿Soy una loba?¿Soy una reina en algo más que el nombre?»

—Si hay algo más rondando tu cabeza empieza a hablar, niña —azuzó Olaya—. En cuanto el sol se ponga va a comenzar el frío y las formas del habla no son abrigadas.

Julia envolvió con los brazos el cuello de Brisa, que seguía en forma de lobo, como si comprendiese a la perfección lo sedante que era su silencio.

—Mi madre era genetista, y creo que sospechaba que sólo la sangre de los cambiantes podía recuperar los dones. Creo que concebirme con uno de los vuestros fue puro cálculo —tomó aliento— ¿Qué relación tenía con el tío Tasio?

«¿Soy una Reina Loba o soy un experimento que casi falló?»

Olaya chasqueó la lengua y sacudió la cabeza.

—Para empezar y por fechas, cuando te encargaron Tasio no había hecho el cambio aún. Además... mi hijo lo pasó mal cuando tu madre se casó, Julia. Esos dos siempre habían estado juntos, desde adolescentes. Luego tu madre dejó de venir al pueblo y cuando regresó, plaf. Con un marido bajo el brazo.

—Ellos se querían —protestó Julia—. Mis padres, quiero decir.

—Bueno, el roce hace el cariño —Teresa se había deslizado a su espalda y la abrazó de golpe—. Y desde luego tus padres tenían intereses muy comunes.

»Una de los linajes de Colmillos de Fenrir es toda una hacker, Aili la llamó y estuvo ayudando a tu cuñado con ese USB. No han sacado mucho, pero han encontrado uno de esos "árboles genealógicos" sobre los que trabajaba tu madre. Está incompleto, pero un puñado de apellidos pertenecen a los clanes más allá de toda duda. Y Kjellfrid asegura que en varios de ellos se ha dado el don prohibido. Tus padres están en él, los dos.

—El árbol indica que se han casado bastante entre ellos —observó Olaya—. No partirían de un número muy elevado, el destierro es una pena muy extrema. Más en las últimas generaciones, al aumentar la presión del Enjambre.

—Así que ambos pertenecían a la Sombra de la Cortada —dedujo Julia—. Si era algo dinástico, familiar ¿por qué no me dijeron nada?

Olaya se encogió de hombros y se frotó los brazos desnudos y sarmentosos. El sol se ponía ya y la temperatura bajaba muy rápido.

—¿Porque te creían humana, y no había sitio para ti en la organización? ¿Porque tu madre sabía que eras hija de un cambiante y la sangre de bestia no parece que haya sido apreciada en ella? Julia, hay cosas que los muertos se llevan a la tumba. ¿Dudas de si tus padres te querían?

—No, pero... —posó la frente sobre la cabeza de Brisa y terminó muy bajito, avergonzada—. Tampoco sé si los he conocido alguna vez.

—A los hijos les cuesta darse cuenta de que sus padres son seres humanos, completos y complicados, además de padres. —Olaya se puso en pie y se sacudió como un caballo antes de la carrera— Aunque para ser justos al revés pasa exáctamente lo mismo. No le des más vueltas niña, ellos hicieron su vida lo mejor que supieron con las cartas que les cayeron en las manos, y ya no están. Preocúpate de lo que vas a hacer con la tuya.

Cambió a la forma de lobo y rascó el suelo con las patas, impaciente. Luego olfateó el aire y lanzó un ladrido corto que hasta a Julia le sonó irónico.

—Tu Romeo ha perdido la paciencia, prima —tradujo Teresa, risueña. Entre los pinos que crecían por la ladera del altozano, Julia vio el destello blanco y negro de Ródrerich, galopando decidido.

La visión del lobo le llevó al primer día, cuando lo tomó por un perro perdido; cuando creía estar sola en el mundo y tenía miedo de sentirse por siempre así.

«No tengo ni idea de cómo ser tu Reina Loba. O cómo ser un linaje del Clan Coria. O qué tal se me dará ser madre. Pero por Dios que estoy dispuesta a hacer cenizas a todo el que os quiera hacer daño» decidió. Y echó a correr hacia Rodrerich, porque se moría de ganas por abrazarlo.

Rey LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora