KIERA
Luego de buscar por distintos pasillos mi habitación y ver cómo el resto de los estudiantes se acomodaban en sus respectivos dormitorios, porque eran nuevos como yo o porque regresaban de un largo descanso conocido como «verano», encontré el mismo número que estaba escrito en el papel pero esta vez en una puerta. Definitivamente había entrado por el lugar equivocado, pues no había realizado el mismo recorrido la vez que mis padres subieron cajas conmigo hacía unas semanas.
Al entrar en mi dormitorio, una sonrisa tiró de mis labios hacia arriba cuando vi que todas mis cajas continuaban en el mismo lugar en el que las había dejado. No obstante, la otra mitad del pequeño cuadrado en el cual dormiría por el resto del año también estaba repleto de cajas. Mi compañera ya había ordenado todas sus pertenencias, acomodando sus libros y laptop sobre su parte del escritorio mientras que las paredes habían sido adornadas por pequeñas fotografías con amigos, familiares, entre otras personas. Parecía ser una chica feliz y por un breve momento me pregunté a mí misma cómo sería yo si pudiese borrar mi pasado. A diferencia de la mayoría de las fotografías de la página web de la universidad, nuestra habitación poseía dos camas, una en cada extremo. No soportaría dormir en una litera marinera.
No había señales de mi compañera en la habitación, como si hubiese acomodado sus cosas y simplemente hubiera corrido a su primera clase. De hecho, que no estuviera aquí hacía que todo fuera más fácil. El aire llegaba a mis pulmones con facilidad y no había forma de que saltara del miedo en caso de verla, ambas nos estábamos ahorrando una introducción penosa. Por lo tanto, tomé los libros de las materias que se suponían que correspondían a los lunes, un cuaderno y una lapicera con tal de tomar apuntes, guardando todo en una mochila de cartero negra.
Debía decir que todo era tan diferente a como había creído. Las personas aquí querían aprender, no eran como mis estúpidos compañeros de escuela que sólo buscaban hacer bromas y divertirse con burlas hacia otros. Todos prestaban suma atención a lo que el hombre frente a nosotros decía acerca de las distintas especies que habitaban los diversos ecosistemas acuáticos. Nos mostró distintos videos de focas marinas, delfines e incluso ballenas y su modo de subsistencia en los distintos ambientes. Claro que yo ya sabía gran parte de lo que estaba diciendo, debido a que había leído muchísimos libros acerca de esto a lo largo de mi infancia y adolescencia.
¡Fue tan increíble poder ver huesos de focas y el contraste de éstos con otros animales!
Una vez que mis clases habían finalizado, aún no estaba lista para regresar a mi habitación y tener que lidiar con mi nueva compañera. En cambio, tomé mis cosas luego de la última clase y me dirigí hacia un árbol llorón encontrado en el patio donde muchos estudiantes pasaban el tiempo con sus amigos o estudiando. Por mi parte, estaba fascinada con todo lo que había aprendido en el día y las materias que había tenido. Estas eran: Introducción a la Microbiología, Biología I y Técnicas Básicas en Biotecnología. Todas ellas me habían encantado, y a diferencia de muchas personas, habías cosas que ya había visto en los libros que mis padres habían comprado para mí de chica.
Tomé el libro de la última clase, a la cual no había prestado suma atención debido a que estaba muy concentrada en lo que habíamos leído en las clases anteriores. Lo lamento, era muy interesantes. El libro de Biología descansaba a mi lado mientras que, con mis lápices, dibujaba el cuerpo de un delfín junto a mis apuntes, tal como estaba expuesto en el libro. Hueso por hueso. Sin embargo, tuve que detenerme al ver la sombra de un hombre cubrir el sol de mis piernas, de quien me aparté un poco en cuanto noté su presencia.
—Oye... tranquila, no quería asustarte.
Miré hacia todas las direcciones posibles y luego al joven frente a mí. Había algo en él que me resultaba sumamente extraño, no en el mal sentido. Quizás se debía al hecho de que nadie se acercaba a mí a menos que tuviese que hacerlo. El chico frente a mí era rubio y sus ojos café eran de un color tan intenso que causaba impresión ante todo aquel que se detuviera a observarlos con cuidado.
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Pieces of Us ©
Romance"Dios nos da lo que cree que podemos soportar." Kierra Harrison ha escuchado aquella frase en reiteradas ocasiones a lo largo de su vida, pero su creencia en un ser superior ha desaparecido hace un largo tiempo. Destinada a una vida de dolor y sufri...