MASON
Recordar mi primer día de clases de hacía dos años sólo causaba decepción. Me imaginaba a un Mason más jóven pero con casi los mismos rasgos físicos que temía no ser capaz de avanzar en su vida y verse estancado en el medio de ésta cuando ni siquiera había comenzado. Sentía como si sus pies se encontraran anclados en cemento. Y ojalá hubiera forma de que no me hubiera sentido de ese modo, que mis padres me hubieran despedido con grandes abrazos y se hubieran alegrado porque su hijo había crecido y no porque se largaba de su casa. La imagen de mi madre perduraba en mi mente, en mis sueños, y sólo podía concentrarme en su cabello desordenado y en sus ojos, tan similares a los míos, pero que, al contrario, carecían de vida alguna.
Recordaba quién era y lo que había jurado no hacer, pues amar a alguien además de a ti mismo podía ser un gran error. El mero pensamiento de alguien preocupándose por mí hacía que mi corazón latiera con más fuerza ante el desconocimiento del por qué lo hacía. No importaban cuáles fueran sus razones, siempre y cuando esa persona no saliera herida, mi corazón podría resistir un golpe más. Así me sentía con Kiera: preocupado por lo que podría sucederle si decidía involucrarse en mi vida y dispuesto a dejar que mi corazón sufriese en vez de que el suyo acabara en pedazos. ¿Por qué? Diablos, no lo sabía. Ella simplemente me estaba volviendo loco y no había manera de resistirme a la sensualidad de sus palabras.
Durante la siguiente semana, me mantuve ocupado con distintas entregas que debía presentar y que tenía que mejorar en caso de querer obtener buenas notas, mantener mi beca y conseguir un buen trabajo en tan sólo un año y medio. Fue por este motivo que dediqué mi tiempo completo a las maquetas de casas y distintas infraestructuras que habíamos tomado con algunos compañeros como referencia. En muchas de mis entregas grupales, Aubery se encontraba en mi grupo, por lo que pasamos muchas horas dibujando los planos y buscando ideas originales con tal de sorprender a nuestros profesores. Ellos eran de los mejores de la ciudad y, asimismo, poseían contactos que serían de gran utilidad para mi futuro. Aub y yo, junto al resto del grupo, estuvimos hasta largas horas de la noche cortando distintos materiales para la construcción del trabajo; muchas de estas veces en la biblioteca o en salas de estudios que estaban habilitadas para esta clase de emergencias.
En mis noches libres, en cambio, intentaba pasar tiempo con Kiera, con quien veía películas y hablábamos de cualquier otra cosa que no fuera nuestras patéticas vidas personales ni nuestros estudios. Aun así, era muy difícil vernos cuando todos estábamos entrando en pánico porque se acercaban los exámenes finales, por lo que solíamos juntarnos únicamente a almorzar. Mis entrenamientos también suponían un gran límite debido a que debía entrenar al menos tres tardes por semana y jugaba cada fin de semana con equipos de distintas universidades.
Era tarde y Aubrey giraba sobre la silla de su habitación con tal de dejar de pensar en la entrega de mañana. Ambos estábamos demasiado cansados como para tener nuevas ideas y nos habíamos tomado varios recreos para cenar. En un intento por hacerme reír, miró hacia su nariz y sacó su lengua hacia afuera, y en consecuencia, le arrojé una almohada.
— ¡Hey! Un poco más de respeto con la dueña del dormitorio —ella reprochó y me arrojó la almohada de regreso—. Después de todo, puedo patear tu trasero fuera de aquí.
—No creo que quieras terminar este proyecto por ti sola —la respondí, obteniendo una mirada enojada de su parte porque tenía razón—. Además, todos los demás nos dejaron a cargo de la parte final del trabajo.
—No tengo motivación alguna para hacerlo —admitió antes de tomar una rebanada de pizza de pepperoni.
Lo sabía. A ninguno de los dos se nos ocurría cómo finalizar este proyecto para poder dormir al menos dos horas antes de tener que presentarlo. No obstante, una increíble idea vino a mi mente y decidí planteársela de cualquier modo porque era mucho mejor de lo que teníamos en este momento. Escribimos entonces un nombre para nuestro asombroso hotel y dejamos que los delicados vidrios se secaran, al igual que terminamos de diseñar el formato en digital, habitación por habitación. Demasiado cansado para ir a mi dormitorio, dormí en el suelo para no perder minutos de descanso y, al otro día, corrimos para llegar a nuestra exposición. Mike y Sam ya se encontraban allí, esperando a que decidiéramos aparecer con todos los elementos que componían nuestro trabajo y esperanzados de que éste estuviera terminado.
La Sra. Swainey llamó nombre por nombre hasta nombrar a cada integrante de nuestro grupo. Su ceja izquierda se alzó hacia arriba, expectante de lo que teníamos preparado para presentarle, ya que las notas de los grupos anteriores habían sido "mediocres como sus trabajos". Sus palabras, no las mías. Ella estaba lista, con su birome en mano, para dibujar probablemente la peor nota del día. A diferencia de lo esperado, una sonrisa se extendió por su rostro, alzando sus labios hacia arriba, y quedó fascinada con lo presentado. Podía notarlo en sus preguntas, en la manera en la cual sus dedos se deslizaban por el trabajo con seguridad de que éste no se desplomaría con el mero roce de su piel. Fue entonces que asintió con la cabeza y dibujó un nueve en nuestro trabajo escrito.
Por muchas ganas que tuviera de celebrar, regresé a mi habitación para descansar un poco antes del entrenamiento de esta tarde. Si no dormía al menos un par de horas, estaba seguro de que me caería mientras jugábamos un partido y eso no sería seguro para nadie. Mucho menos para mí. Además, ahora era el capitán del equipo y tenía una imagen que mantener. Algunos estudiantes, que si bien ya me conocían por tantos años estando aquí, reconocían mi rostro en los pasillos ahora que era el capitán del equipo de fútbol americano y chocaban mi mano mientras gritaban que esperaban que ganásemos este sábado. A cada uno de ellos les prometí que haríamos nuestro mejor esfuerzo por ganar, pero a las chicas, las cuales me observaban con detenimiento como si fuera su presa, sólo les guiñaba un ojo. No solía acostarme con muchas chicas por diversión, sólo por necesidad mutua y, aun entonces, no me gustaba estar todo el tiempo acompañado con una chica distinta para demostrar un punto. También era importante decir que aquellas con las que había compartido un momento íntimo me contemplaban como si me hubieran visto desnudo y quisieran hacerlo de nuevo, murmurándoles a sus amigas cosas sobre cómo las desnudaba.
La necesidad estaba allí, sí, y me había traicionado a mí mismo hacía dos semanas cuando Emory se presentó en el medio del pasillo en busca de pasar un buen momento por al menos unas horas, pero últimamente escuchar a Kiera Harrison reír era mucho más placentero que tener sexo con una desconocida.
Caminé hasta los vestuarios y cambié lo que tenía puesto por mi ropa de entrenamiento. Cada uno de mis compañeros estaba listo para a entrenar a pesar del estrés de esta época del año, así que corrimos hacia la cancha para recibir instrucciones del entrenador. Todos esperamos para lo que tenía para decir y corrimos los dos kilómetros que nos ordenó sin chistar. Blake corría a mi lado, manteniéndome el paso, a la vez que el resto de mis compañeros corría detrás de nosotros. Con cada paso, sentía que el pecho me quemaba y que era difícil respirar pero no me detuve porque era el líder de este equipo. Luego de correr, regresamos al centro de la cancha y comenzamos nuestro entrenamiento habitual, el cual consistía en empujar un aparato conocido como "dummy" para probar nuestra fuerza y en dividirnos en grupos para jugar pocos minutos con distintas consignas.
—De acuerdo, muchachos, el entrenamiento ha finalizado —aplaudió el entrenador repetidas veces para llamar nuestra atención y acercarnos a él—. El sábado se aproxima y esta vez jugaremos contra los Dark Hawks. ¿Qué sabemos de ellos? —preguntó al azar—. ¿Timmy?
—Nos han ganado por los últimos tres años —comentó éste.
—Siempre juegan a la ofensiva pero su defensiva apesta —agregó Jason.
—Entonces, lo que debemos hacer es presionar para que ellos se adapten a nuestro juego y no al revés, ¿entienden? —explicó Derek con su planilla en mano—. Debemos dejar a un lado el resentimiento, pensar con la cabeza fría. ¡¿Quiénes somos?!
— ¡Red Lions!
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Pieces of Us ©
Romance"Dios nos da lo que cree que podemos soportar." Kierra Harrison ha escuchado aquella frase en reiteradas ocasiones a lo largo de su vida, pero su creencia en un ser superior ha desaparecido hace un largo tiempo. Destinada a una vida de dolor y sufri...