Capítulo 30

8.7K 567 15
                                    

MASON.

Pude escuchar mi corazón romperse, hacerse añicos y caer al suelo cuando Kiera Harrison se despidió de mí para siempre. Quise creer que estábamos en la misma página, que era el prólogo de nuestra historia y que el final no llegaría nunca. Supongo que me equivoqué. La había perdido para siempre y no la vería de nuevo, al menos no de la misma manera en que lo había hecho los últimos meses. Aún la vería en los pasillos de Eastern, su rostro pintado por el dolor de la injusta vida que le había tocado a pesar de que nadie más parecía notarlo; continuaría escuchando su voz pronunciando los nombres de todos los animales marinos y sus respectivos huevos al igual que su débil risa por miedo a que las personas notaran cuán dañada estaba; y viviría en el recuerdo de nuestro tacto durante lo que quedara de mi vida, arrepintiéndome por haberla perdido demasiado temprano.

Sus palabras me golpearon con la fuerza de un meteorito contra la Tierra y sin aviso alguno. Sus ojos cristalizados por las lágrimas cayeron sobre sus mejillas como una tormenta de invierno. Y su cuerpo alejándose del mío para darme la espalda de ahora en más se llevaba consigo una parte de mí. ¿En qué momento la había perdido? ¿Por qué la dejé ir tan fácilmente? Esas preguntas resonaron en mi mente durante días, sus hirientes respuestas prohibiéndome dormir por las noches. A pesar de que quise correr detrás de ella, permanecí inmóvil en el suelo con tal de darle su espacio, pues creí que sería una pelea similar a las que habíamos tenido antes de que ganara su confianza.

Ahora sabía que no era así. Kiera se había despedido de mí sin decírmelo. La odiaba por ello, o por lo menos quería hacerlo. Un par de horas más tarde, sentado en el borde de mi cama con las manos hechas puños y los nudillos blancos de la fuerza y rojos por la sangre que corría de mi piel abierta luego de haber golpeado las paredes y cuadros de mi dormitorio. La foto de Kiera sobre mi espalda luego de un partido yacía en el suelo, el vidrio roto al igual que mi corazón. Blake, mi compañero y mejor amigo, entró a la habitación con sus cosas en cajas de cartón y suspiró al notar la expresión en mi rostro y el desorden tras haber explotado como una maldita bomba. Después de todo, mi padre tenía razón al decir que era una bomba de tiempo.

Blake se acercó a mí y pegó su cabeza con la mía durante unos segundos, algo que solía hacer de pequeños cuando mi padre se enojaba conmigo y me pegaba. Era su modo de conectar conmigo, de decirme que estaba allí para mí. Una vez que se despegó de mí, comenzó a tomar las pertenencias de Kiera y arrojarlas sobre las cajas de las cuales había tomado sus cosas. Fue entonces que perdí el control, alejando a mi mejor amigo de los libros y la ropa de la chica que había partido mi corazón con un golpe en su pecho.

–Sé que estas sufriendo, hermano, pero sólo estoy haciéndole un favor a Kiera –se defendió con las manos en alto–. Ella es mi amiga, ¿sabes? Al igual que tú y Aubrey.

–No es justo –murmuré con dolor en mi voz.

–Te entiendo.

Esa frase me molestó más que cualquier otra, ya que no era cierto. –No, Blake, no me entiendes –lo contradije y mi mirada descendió de su rostro hacia el libro en mis manos. Al abrirlo, una dedicatoria de Kiera con su hermosa caligrafía ocupaba el centro de la primera hoja–. Todo funciona para ti. Tienes una familia que te ama y que ha movido el cielo y la tierra con tal de que pudieras venir conmigo a Eastern. Fuiste aceptado en una de las hermandades más grandes sin obstáculos gracias a tu primo Sanders. Y tan pronto le declaraste tu amor a Olive, ella te aceptó casi al instante –detallé algunos de los momentos más importantes de su vida para que entendiera que veníamos de dos mundos distintos–. No me entiendes, y estoy bien con eso. Odiaría que tuvieras una vida como la mía.

Fue entonces que Blake partió hacia la habitación de las chicas con las cosas de Kiera Harrison en sus manos. Me ordenó que me quedara allí y que, si sabía algo de la chica de la que me enamoré perdidamente, me diría. Inquieto ante las probabilidades, ante los distintos caminos que podían abrirse por nuestras acciones, caminé de un lado al otro del dormitorio. No podía quedarme aquí sin hacer nada, porque eso significaría perderla, dejarla ir. De todos modos, una vez abierta la puerta, Jake y Aubrey me detuvieron. Alejé la mano de Jake de mi pecho, enojado con todos mis amigos por considerar la posibilidad de que fuera detrás de Blake con el propósito de verla. En respuesta, Aubrey se interpuso entre ambos y me empujó dentro de la habitación sin decir palabra alguna. Me abrazó por horas, hasta que los desenfrenados latidos de mi corazón adoptaron un ritmo más pausado.

Pieces of Us ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora