Capítulo 32

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MASON

El día siguiente al robo cometido a nuestra propiedad y, en consecuencia, la muerte de Thomas, mis abuelos habían logrado mover sus influencias para realizar una hermosa ceremonia en su honor. Mis padres habían sido incapaces de dormir luego de lo ocurrido, mucho menos cuando los doctores, tras reiterados intentos por reanimar a mi hermano, tuvieron que darles las malas noticias e informarles acerca de sus posibilidades.

Todo era simplemente demasiado.

No fueron siquiera capaces de decidir qué clase de flores en su servicio. Le recordé a la abuela que Thomas amaba los tulipanes y que encontraba en éstos algo gracioso. En respuesta, su cajón, una vez cerrado y ubicado en el pequeño hoyo en el césped, fue adornado por hermosos tulipanes. Hasta que el último de ellos cayó de mi mano. Me sentía responsable por lo que había sucedido. A veces a tal punto en el que me culpaba a mí mismo, involucrándome en peleas sin sentido en la escuela e inclusive jugando con la frontera entre la vida y la muerte.

Día tras día, no podía evitar pensar en cómo luciría el pequeño Thomas, a quien mantenía cerca de mí en una arrugada fotografía dentro de mi billetera. Si, al final del día, seríamos una familia feliz cuyo único problema eran asuntos de dinero o de elección de película durante los domingos. Me preguntaba en qué clase de persona se habría convertido. Y eso era lo peor que podía hacerme a mí mismo. Mucho peor que dejar que mi padre descargara su ira conmigo.

Ahora que era el aniversario de su muerte, me mantuve oculto a unos metros de distancia de su lápida por temor a que alguno de mis padres lograra verme. Papá se mantenía firme en su lugar, lágrimas rodando por sus ojos a pesar de que no quisiese que alguien las viera. Su mano, firme en la cintura de mi madre, quien lloraba desconsoladamente y trataba de mantenerse de pie al mismo tiempo. Al cabo de unos minutos, ambos subieron a su coche y partieron. Por un momento quise acercarme y hablar con ellos, expresarme cómo me sentía, pues, los últimos trece años había sufrido su muerte por mi cuenta. Quisiera admitirlo o no, esa parte de mí seguía herida y jamás sanaría. De todas formas, no lo hice. Era mejor de este modo.

Caminé lejos de mi escondite y me dirigí hacia su lápida. En ésta se leía Thomas Wate 1999 – 2006. Mis padres no habían tenido tiempo suficiente para pensar una frase en su memoria, por lo que la funeraria se hizo cargo de esto al recordarlo como un hijo amoroso y un gran ser humano. Un suspiro escapó de mis labios temblorosos debido al llanto que estaba conteniendo, mis ojos enfocándose en el ramo de tulipanes en mi mano. Lo apoyé sobre el suelo junto a la lápida con sumo cuidado, antes de sentarme yo mismo en el césped con tal de contemplar el nombre tallado sobre la piedra.

–Creo que hoy necesito tu ayuda más que nunca, Thomas –pronuncié al mismo aire, sabiendo que nadie me respondería–. Hay una chica... Sí, sé lo que dirás: "no las ilusiones, Mason, a diferencia de ti, ellas si tienen sentimientos" –intenté reír, pero no pude hacerlo. Con mis brazos sobre mis rodillas, maldije por lo bajo y continué hablando–. En verdad me gusta. Creo que no había sentido algo así por alguien desde que tengo memoria. ¿Qué crees que deba hacer? –pregunté y las lágrimas comenzaron a rodar fuera de mis ojos sin consuelo alguno–. Siempres sabes qué es lo correcto, ¿no? Debería dejarla ir, lo sé.

Las palabras comenzaron a resonar en mi mente, como si la conversación con mi hermano, conmigo mismo, me hiciera reflexionar acerca de lo que estaba haciendo con mi vida. Con la de Kiera. Yo no quería que sufriera, mucho menos que mantuviera una amistad con alguien que no quería o que no podía. La había presionado a confiar en mí, y miren a dónde nos llevó. Debía hacer lo correcto por ella. Al menos una vez.

–Y eso es lo que haré.

× × ×

El sábado había llegado en un abrir y cerrar de ojos. La verdad era que estaba emocionado por el partido contra los Deadly Giants. Después de todo, era el partido más importante de la temporada. Si bien el entrenador Derek estaba molesto conmigo por haberme ausentado a algunos de los entrenamientos, admitió que no podía permitirse uno de sus jugadores fuera de la cancha, motivo por el que tuvo consideración conmigo. Esa piedad, sin embargo, vino acompañada de una aclaración y ésta era que, en caso de decidir no presentarme a otro entrenamiento importante, estaba fuera del equipo.

Pieces of Us ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora