MASON.
Había transcurrido una semana desde el ataque de Adam Harrison y los abogados permanecían confiados y seguros de que no vería la luz del sol de nuevo. A pesar del regreso a clases, Kiera había tenido que reunirse con abogados y especialistas, acompañada de sus padres por ser menor de edad, cada día para planificar la estrategia en caso de que lograran ir a juicio. Esto último dependía de la chica de ojos grisáseos; ella tomaría la decisión final.
Los abogados les habían informado que la balanza se inclinaría a su favor en caso de que pudiera demostrar el abuso físico de su hermanastro, más allá de las acciones cometidas contra nosotros durante la noche de año nuevo. Eso implicaba que Kier debía someterse a un estudio, a una inspección. Ya no bastaban únicamente los mensajes hirientes y amenazantes que él le había enviado durante los últimos meses, desde su llegada a Eastern. Para que todo saliese como nosotros queríamos, debíamos mostrarle al jurado que Adam era un ser despreciable y violento. Que había atentado contra la seguridad e integridad física de su hermana. Tras horas discutiendo y planificando, la chica junto a mí se levantó de su silla y salió de la sala sin decir una sola palabra. Las personas frente a ella continuaban haciéndole preguntas que era incapaz de contestar y pidiéndole una opinión acerca de su manera de abordar este asunto. Susan, su madre, refregó sus ojos angustiada y lágrimas cayeron por sus ojos frustrada.
En cuanto noté que su padre se encontraba en un debate interno, entre consolar a su esposa e ir detrás de su hija, lo saqué de su miseria y le dije que chequearía cómo estaba Kiera. No requirió mucho esfuerzo, pues ella se había acuclillado a unos metros de la sala, con su espalda pegada a la pared pintada de un amarillo desgastado y antiguo. Me senté a su lado, sin nada que decir, y dejé que abriera su corazón cuando estuviese lista.
—Esto es mucho más duro de lo que creí que sería —murmuró, limpiando las lágrimas silenciosas que caían por sus mejillas—. Ya no podía continuar escuchando sus estrategias de abordaje, sus recomendaciones...
—Quiero ayudarte, dime qué puedo hacer —necesitaba hacer algo para aliviar el peso que Kiera estaba cargando en sus hombros en este momento. No obstante, no sabía cómo.
La chica a mi lado peinó mi cabello hacia atrás y me dedicó una sonrisa. —No hay nada que puedas hacer, Mase —contestó un poco más tranquila antes de suspirar—. Diles que lo haré. Me haré el análisis si eso ayuda al caso.
Por la tarde, condujimos al hospital que los abogados nos indicaron, donde uno de ellos contaba con un contacto muy importante que tendría los resultados en tan sólo un par de días a diferencia de otros laboratorios. Nos atendió una médica que aparentaba unos cincuenta años, de cabello del color de la noche y ojos del color de las montañas. La mujer incitó a Kiera a pasar con una suave y comprensiva sonrisa, pero ésta no se movió de su lugar sin mirarme por un largo tiempo. Tartamudeando, preguntó si podía acompañarla, y no supe si me lo estaba pidiendo a mí o consultándolo con la medica. Melissa, la médica, asintió y abrió un poco más la puerta para que ambos pudiésemos ingresar.
Durante los primeros minutos de la consulta, se dirigió a Kiera para explicarle el procedimiento, antes de pedirle que cambiara su ropa por una bata quirúrjica. Regresó con los pies descalzos y las piernas desnudas, a paso lento y tembloroso. Como la médica indicó, se sentó sobre la camilla. Sus ojos inspeccionaron la sala, evitando hacer contacto con cualquiera de nosotros, y sabía que esa era una clara señal de que estaba intentando disminuir la velocidad de los latidos de su corazón preocupado y asustado. En caso de no hacerlo, podría sufrir un ataque de pánico. Por suerte, Melissa Yang fue cuidadosa con cada uno de sus movimientos, incluso le pidió su consentimiento para tomar su brazo. La piel de Kier mostraba ematomas, moretones oscuros en los lugares que Adam había agarrado con demasiada fuerza para que no pudiese librarse de su agarre. Eran tan oscuros que ni siquiera una semana más tarde habían desaparecido.
ESTÁS LEYENDO
Pieces of Us ©
Romance"Dios nos da lo que cree que podemos soportar." Kierra Harrison ha escuchado aquella frase en reiteradas ocasiones a lo largo de su vida, pero su creencia en un ser superior ha desaparecido hace un largo tiempo. Destinada a una vida de dolor y sufri...