KIERA.
La soledad se adueñó de mí en cuanto Olive Nicholson dejó la habitación. Ella besó el costado de mi cabeza antes de correr hacia el estacionamiento para encontrarse con nuestro grupo de amigos. Quise mantenerme ocupada, ya que si cerraba los ojos las pesadillas oscurecerían mis sueños y el temor de haber perdido a Mason para siempre me atormentaría. Sola, nunca antes me sentí tan desolada y vacía.
Era cierto que la única causante de esta situación era yo misma. No obstante, no podía permitir que Adam llegara a Mase y lo lastimara tanto como me había lastimado a mí durante todos estos años únicamente por nuestra cercanía. Mis sentimientos por el chico de ojos esmeraldas eran inexplicables y maravillosos a la vez, y aun así no podía actuar en base a éstos. ¿Por qué? Pues, parte de mí era intocable, tal como las estrellas fugaces que recorren el universo sin dirección alguna y a la velocidad de la luz. Preciosas a la distancia, mortales a la cercanía. Mason Wate merecía a alguien que pudiera darle esa vida normal de la cual había sido privado desde pequeño con la muerte de Thomas y yo no era esa persona. A pesar de que él quisiera ayudarme a superar todos los obstáculos que me habían detenido de conseguir mis sueños, sabía que lo estaba hiriendo en el proceso.
Por eso había decidido dejarlo ir.
Además, mi hermanastro no era una persona que no cumpliera sus promesas. Al contrario, dedicaba todo su tiempo en idear un plan perfecto para que todo saliera como él lo deseaba. No podía dejar que eso sucediese. Las imágenes de Adam torturando psicológicamente a Mason, obligándolo a observar cómo sus manos me tocaban en lugares que el chico de cabello color arena sólo había podido imaginar, llenaron mi mente y me rompieron por dentro. Por mucho que lo quisiese, necesitaba saber que él estaba a salvo. A salvo de lo que mi pasado podría causarle.
Permanecí en silencio durante lo que parecieron horas y para el momento en el que quise salir de la cama para poder cambiarme de ropa e ir a dormir, tropecé con un libro y caí sobre mi espalda. Contemplé el techo aún callada, a la vez que una lágrima se deslizaba por el rabillo de mi ojo ante el recuerdo del hermoso acto de Mason. En el pálido techo, imaginé las cientas de estrellas brillantes que él había pegado al techo de su habitación. Una tarde, pasada la semana desde que habíamos regresado del hospital y desde que habíamos comenzado a dormir juntos, regresé a su dormitorio con algunos libros en mano, ansiosa por mostrarle a Mase lo que había aprendido.
No obstante, tan pronto puse un pie dentro de la habitación, mi ceño se entrecerró. Mi nuevo compañero de cuarto estaba parado sobre su cama, los brazos estirados hacia arriba haciendo que los músculos de sus brazos se flexionaran y que su estómago estuviera al descubierto. A pesar de que se negaba a abrirse al más mínimo sentimiento por él, algo dentro de mí tembló al notar lo hermoso que era. Sus ojos esmeraldas encontraron los míos, una sonrisa dibujándose en su rostro. En cuanto éstos regresaron al techo, alcé también la mirada para ver qué era lo que estaba haciendo. Entonces, lo noté. Cientas de estrellas pegadas en el techo del dormitorio.
– ¿Q-Qué es todo esto? –pregunté con la expresión de sorpresa visible en mi rostro.
–¿Te gusta? –preguntó, saltando al piso y aproximándose a mí.
–Sí, pero... –comencé sin poder creerlo. Las estrellas con las que Mason había decorado su habitación eran idénticas a las que tenía en mi viejo dormitorio–. ¿Dónde las conseguiste?
Mason caminó en mi dirección y peinó un cabello fuera de mi rostro. –Las he estado guardando para una ocasión especial –sonrió tristemente antes de tomar mis manos–. Sé lo que las estrellas significan para ti –comenzó, mi corazón encogiéndose en el proceso–. Olive me contó de ellas. Y no fue difícil entenderlo luego de ver cómo las observas por la ventana cada noche –sus ojos parecían guardar un secreto, una verdad que para mi era muy dolorosa de admitir–. Hiciste que tu madre comprara esas estrellas y las pusiera en tu dormitorio porque por las noches temías perder la esperanza por sólo ver oscuridad.
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Pieces of Us ©
Romance"Dios nos da lo que cree que podemos soportar." Kierra Harrison ha escuchado aquella frase en reiteradas ocasiones a lo largo de su vida, pero su creencia en un ser superior ha desaparecido hace un largo tiempo. Destinada a una vida de dolor y sufri...