KIERA
Durante mis años en la secundaria Golden Oak, gran parte de mí se perdió entre los comentarios de aquellos que desconocían mi historia. Ninguno de ellos se había detenido a preguntarse qué había sucedido conmigo. Al contrario, simplemente susurraban distintos rumores sobre los motivos por los cuales era tan extraña. Muchos estudiantes habían comenzado con una historia absurda sobre cómo mis padres me maltrataban en casa, luego continuó con la insinuación de que era autista y, finalmente, elaboraron una idea totalmente inacertada.
Ellos me habían acusado de bruja.
Sí, chicos de diecisiete años habían creído que la chica triste y rara era una bruja con poderes mentales, cuyos padres la maltrataban por ser "hija de Satán". Lo sé. Si me lo preguntan a mí, creería que se trataba de una muy mala adaptación de la película Carrie. Por lo menos les debía la imaginación. Con el paso del tiempo, los susurros se convirtieron en palabras y éstas llegaban con gran facilidad a mis oídos. Mientras que en un principio se habían limitado a murmurar sus pensamientos entre ellos, ahora no les importaba que la maldad que cargaban sus teorías pudiera afectarme. Y durante mucho tiempo me convencí a mí misma de que era lo suficientemente fuerte como para soportarlo. Que era cuestión de seguir adelante, paso a paso, poco a poco, hasta que el dolor por fin se detuviera. Cada noche creí que era valiente y que por esa misma razón no debía llorar. No obstante, con el paso de los años, la dificultad fue en aumento y noté que me estaba ahogando en mi propia mentira.
Había hecho lo imposible por mantener esa etapa de mi vida cerrada bajo cientos de candados diferentes y enterrada en la parte más oscura de mi alma. Me había asegurado de que mi nombre no estuviera presente en actividades extracurriculares a las cuales nunca asistiría, que mi fotografía no apareciera en el anuario porque aquel día había "contraído gripe", ni que mi comentario como egresada fuera visible para aquellos que buscaran recordar a la extraña chica de su curso. En vedad me había esmerado por enterrar los últimos siete años que podrían definir el resto de mi vida si alguien planeaba herirme. Aun así, nada resultó, pues Laureen Waters trabajó mucho más que cualquier otro por arruinar mi vida.
Debía felicitarla por tal esmero. De todos modos, no había razón para hacerlo. Ella había cavado en un terreno con tierra aún húmeda, donde sollozos escaparían de aquel pequeño cuadrado de madera donde había enterrado mi sufrimiento y plegarias de ayuda llegarían a sus oídos. Laureen se aprovechó de mi pasado y me expusó ante toda la universidad con tal de probar un punto. Descuida, tu comportamiento me dejó bien en claro que Mason Wate es intocable para mí. Sin importar cuán buen chico me pareciese, jamás podría estar con él a causa de mis circustancias. No es necesario tu esfuerzo, Laureen, porque yo también soy intocable y nadie podrá romper este caparazón de hierro con tanta facilidad.
Corrí tan lejos de Mason como mis piernas temblorosas me lo permitieron, las lágrimas deslizándose por los rabillos de mis ojos y por mis mejillas hasta esconderse en el escote de mi remera. Éstas nublaban mi vista y hacían que fuera algo torpe al dirigirme hacia mi dormitorio, ya que era casi imposible ver el camino cuando todo lo que veía era oscuridad. El llanto se atoraba en lo alto de mi garganta y parte de mí me prohibía dejarlo salir con tantas personas en mi camino capaces de observar mi debilidad. Sentía como si todo lo que había construido a mi alrededor se derrumbaba sobre mí, a paso rápido y sin permiso, por un simple roce de lo que la vida de Mason Wate había traído a la mía. En cuanto la llave se depositó sobre el picaporte de mi habitación y me vi dentro de ésta, me dejé caer sobre mis rodillas. Olive se encontraba allí, sentada en nuestro escritorio y rodeada de libros de economía. Sus ojos se abrieron en sorpresa a la vez que su cuerpo se dejaba caer frente al mío y me atraía cerca suyo.
—Shh, tranquila. Todo está bien. Todo va a estar bien.
Debí saber que Liv y Jake serían lo suficientemente inteligentes como para descubrir mi secreto mucho antes de lo que yo planeaba contarles. A decir verdad, planeaba mantener este secreto conmigo por todo el tiempo que viviera en este mundo, pero todos sabemos que nadie puede cargar con tal peso sin tener a alguien en su vida con quien compartirlo. Mi miedo siempre había sido Liv, una de las pocas chicas con las que había conectado en mi vida de manera casi automática y mi compañera de dormitorio. ¿Por qué me preocupaba? Pues, las pocas noches que había dormido a mi lado habían sido prueba suficiente para ella para saber que algo andaba mal. Me había despertado llorando y agitada, gritando cosas incoherentes y pidiéndole a alguien que se alejara de mí. Olive ni siquiera tuvo que preguntar qué había sucedido para entenderlo todo. Jake Mathews, en cambio, se ganó mi confianza como para hablar del tema con él. Sin mencionar que cada rato que pasaba con nosotras, ambas parecíamos mantener una charla secreta y expresada por nuestros ojos. Para principios de esta semana, los tres nos habíamos vuelto inseparables.
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Pieces of Us ©
Romance"Dios nos da lo que cree que podemos soportar." Kierra Harrison ha escuchado aquella frase en reiteradas ocasiones a lo largo de su vida, pero su creencia en un ser superior ha desaparecido hace un largo tiempo. Destinada a una vida de dolor y sufri...