Capítulo 13

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KIERA

Durante los últimos trece años de mi vida, había sentido cómo caía sobre un agujero negro sin salida y me perdía a mí misma dentro de éste. Era mi alma la que desaparecía por completo, dejando un cuerpo sin vida y vacío en la tierra de los vivos sin mucho para expresar y poco para decir. Lo sabía, era demasiado joven para creer que mi vida estaba por terminada cuando ni siquiera había experimentado la mitad de las cosas que debía experimentar en mis próximos años, y aun así, no podía sentirme más sola.

Lamentaba con cada fibra de mi cuerpo haber sido la peor versión de mí misma y ser la responsable, en mayor parte, de la actitud que tomé durante la secundaria. Yo había decidido apartarme de todos, ser el entretenimiento del día e inclusive ser dejada de lado por estar "relacionada con el Diablo" cuando ni siquiera formaba parte del grupo de emos. Cada día, me encogía de hombros y almorzaba en el baño, alejada de todos con el propósito de evitar una probable humillación pública ante los ojos de todos los jóvenes de la ciudad. De igual modo, no era suficiente. Era el hasmereír. ¿Por qué? Pues, a diferencia de mi hermano, yo no era más que un alienígena al cual se le debían hacer bromas de mal gusto o ignorar por completo. En un principio, habían utilizado como fundamento mi cabello, el cual era lo suficientemente corto como para confundirme con un hombre y desarreglado. Sin embargo, con el paso de los años, éste se trasladó a mi vestimenta y luego a mi actitud.

Y todo había sido por su culpa.

Mis padres habían decidido adoptar a un niño cinco años más tarde de traerme al mundo al entender que mi madre no podría concebir nuevamente y que yo había sido un milagro. Recordaba el día en el que se acercaron a mi habitación, con un desayuno gigantesco una mañana para nada especial. Ellos habían depositado muffins y una pequeña torta circular en dos platos separados. Ante la incertidumbre y verme atraída a los deliciosos muffins de chocolate, tomé uno y lo llevé a mi boca, el cual se partió con facilidad y expuso una crema de color azul. Había preguntado el motivo por el cual la crema era de éste color, mis papás comenzando a sonreír sin parar y riendo como si tuvieran las mejores noticias para dar.

— ¡Lo has decidido! Adoptaremos a un niño —declaró mamá, a la vez que papá besaba su mejilla contento de poder ampliar nuestra familia.

Para ese entonces era demasiado pequeña para entender todo lo que esto significaba y, por lo tanto, demasiado ingenua al escoger los muffins sobre la torta. Debí haber comido la torta... Esto se debía principalmente porque, en el preciso instante en el cual mis padres regresaron a casa con un niño, no se trataba de un bebé, sino de un niño que tenía al menos tres años más que yo. Su cabello oscuro estaba sucio y desordenado para todos los lados posibles, como si acabara de despertar luego de una terrible pesadilla; sus ojos café encogieron mi pequeño y delicado estómago infantil por algún motivo que desconocía; y su equipaje consistía en tan sólo una maleta repleta de juguetes. Creí que sería el comienzo de una nueva etapa, un momento en el cual podría jugar con mi hermano mayor y hacer todas aquellas cosas que las familias hacían cuando se querían.

A pesar de ello, estaba equivocada. Adam no era inocente, quizás jamás lo había sido, y a causa de su desarrollo mental avanzado y falta de disciplina, fue capaz de desestabilizar mi vida de modos en los cuales hoy mis labios no podían pronunciar. Había comenzado con una actitud agresiva y posesiva hacia mí, gritándome o empujándome en cada ocasión que mis padres no estaban. Continuó con un beso inocente junto a las comisuras de mis labios y luego un roce inconveniente. Si hubiera sido lo suficientemente lista como para entender que él jamás se detendría, habría recurrido a mi mamá por más miedo que lo tuviera. Porque las decisiones tienen consecuencias y aquellas que habían resultado como parte de las mías eran demasiado para lidiar con ellas.

Pieces of Us ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora