EXTRA IV

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EXTRA IV: ALEXANDER


Miro mis nudillos de una mano y otra, están hinchados, hay sangre seca en ellos, no siento dolor, pero puedo ver que en parte tengo falta de piel. No me duele.


Escucho como el hombre a mi lado habla y habla. ¿Acaso no ve que no quiero escucharlo? ¿Es tan difícil que se calle? Por su muy acomodada bata y por la forma en que se dirige a mí, se ve que es nuevo.


—...paso la noche estable, aquí no hay nada más que podamos hacer por ella, pero como le comenté, debería seguir mis indicaciones, ella lo necesitara—veo como titubea para mirarme—. Y por políticas del hospital, se llamó a las autoridades, ellos lo estarán esperando para tomar su declaración.


No le dije que la policía no me haría nada, tampoco comente que trabaja en un hospital de corruptos que atienden todos mis casos extraños, sin decir una palabra, a cambio de una gran fuente de dinero.


—Dicho esto, puede pasar a verla—pasan los segundos con su brazo extendido a la puerta cerrada, hasta que lo baja viendo que no me muevo—. Ella despertó hace mucho señor, y está preguntando...


—Sé que lo hace—suspire antes de volver a mirar mis nudillos, quedarían cicatrices.


—Bueno señor, Anderson—vi como negó con su cabeza—. En caso de que retire a la menor, deberá llenar unas formas y pasar por recepción por los medicamentos y formas.


—Su madre vendrá por ella—avisé cuando vi su intención de irse—. Ella retirara todo.


—¿Su madre? —miro la tableta que traía en sus manos y volvió a mirarme—. Aquí dice que su madre está muerta.


—Cierto—negué—. Después me encargare de eso. Por ahora ya puede irse.


Lo vi partir después de que me mirara como miraría a un loco, no lo culpo, tal vez lo este. Me apoyo contra la pared mirando directamente a la puerta, odiaba estos lugares, aquí solo se pierden personas.


Los minutos pasan, los segundos siguen pesándome, prendo un cigarro cuando veo que el pasillo esta vacío, hace horas estaba aquí, vi pasar a muchas personas, vi esas miradas.


Estoy sentado con el ultimo cigarro que tengo encima cuando unos pasos apresurados me hacen querer sonreír, pero ¿quién lo haría en este momento?


Se detiene a poca distancia de mí y no la miro. Escucho el ruido que hace al tomar la carpeta que cuelga en la puerta, leyendo el historial médico.


No dice nada.


Doy mi última calada cuando se digna a sentarse a mi lado. Veo sus manos cerradas en puños. Seguramente miles de situaciones están pasando por su mente.


—Me la llevare—alzo la visa encontrándome con esos ojos cristalizados fijos en mi persona—. Ella vendrá conmigo.

Una Madre En La MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora