LVIII | Capítulo

34K 2.4K 194
                                    

Capítulo 58


Mis ojos se abrieron lentamente mientras escuchaba como la puerta de mí habitación era cerrada muy despacio, en un intento de seguramente no hacer ningún ruido en especial.


Con disimulacion fui llevando mí mano por debajo de la almohada, como todo estaba oscuro mí movimiento no era muy evidente. Cuando mí mano toco el frío metal rápidamente mis dedos se ajustaron al molde. Y antes de que —quien fuera el intruso— pudiera pestañear, en el mismo instante en que la lámpara a mí lado se prendió, me ergui lo suficiente como para estar apuntándole con el arma en la cabeza.


—Eh, baja eso—lo hice cuando Alexander subió sus manos a la altura de su cuello mostrando como traía dos botellas sin abrir de Vodka—. Necesito compañía.


Ninguno volvió a decir una palabra mientras yo prendía la otra lámpara y me acomodaba lo suficiente alejada de dónde el se había sentado. Fue un poco gracioso cuando abrió ambas botellas y me tendió una, antes de que chocara ambas haciendo el sonido típico que naturalmente se hacía con las copas.


No me digne a dirigirle la palabra mientras empezaba a beber de la botella, con el imitando me. Era curioso eso de que solo pudiéramos hablar con un poco de alcohol en nuestro sistema. O tal vez lo curioso era los extraños momentos que teníamos haciendo esto.


No tome muy de golpe, pero sí vi que cuando Alexander ya estaba por llegar a la mitad de la botella, soltó un candado suspiro y se giró a mirarme, pude sentir sus ojos observando mí perfil por un largo rato, antes de que empezara a hablar.


—No puedo evitarlo—dejo de mirarme—. Yo no puedo verlo como un hijo, cuando parece cualquier niño.


Caí en que me hablaba de Christian, algo que no sabía si aplaudirle o reprocharle, puesto que había esperado un día completo para volver a dirigirme la palabra o para siquiera voltear a ver a su hijo.


—Suena mal, lo comprendo. Me siento un malnacido diciéndolo en voz alta, pero debes entenderme Melissa—sonrei—. No lo vi nacer, lo tuve conmigo casi dos años y tú de la nada te lo llevaste, los busque, siempre quise encontrarlos, pero es algo que debía hacer puesto que es un Anderson, es mí propia sangre. Pero no lo siento así.


—Se que hice muchas cosas mal, Alexander.


—Cuando conocí a Iris, no sabía que tenía una hija, a Olivia la vi por error y creo que ver a una niña tan pequeña, me hizo ver todo lo que me perdí con mí propio hijo. Todo aquello que nunca viví con Christian, lo tuve con ella, por eso debes entenderme. Ella es mí hija, y no me importa que no lleve mí sangre.


—Entiendo y respeto que la hayas aceptado como una hija propia—asenti—. Pero hay algo que tú debes entender y creo que lo estás olvidando, Christian es tu hijo, sangre de tu sangre, tú heredero—lo señale—. No te pido que lo ames de la nada, solo que le des el lugar que le corresponde por derecho.


—Lo intento—me irrumpió—. Pero ese niño, parece muchas cosas, menos al hijo que una vez conocí, al niño que me daba sonrisas y me llamaba papá.


—Es nuestro hijo—tome un trago ignorando el ardor de mí garganta—. Y nosotros lo hicimos, es nuestra culpa que ahora mismo sea así, es nuestra culpa que su infancia sea una completa mierda, porque nosotros lo pusimos en este maldito mundo, ¿Entiendes? —toque mí sien—. En su momento él vio algo traumático, a lo que no le pudo encontrar explicación. ¿Y de quién fue la culpa? Nuestra—nos señale—. Porque era nuestro trabajo protegerlo y no lo hicimos.


—Pero lo haremos—la botella quedo a mitad de camino cuando sentí su mano sobre la mia—. Cuando todo esto termine—nos miramos—. Lo protegeremos, juntos—mire nuestras manos—. Haremos feliz a nuestro hijo. Y pagaremos todo el daño que hemos echo—aseguro—. En especial yo.


—Nuestro hijo será muy feliz—agregue chocando las botellas.


—Y nosotros también—no me negué a corresponderle el beso que me dio.


* * *


—Realmente lo hace muy bien—susurro Hernán a mí lado, mientras mirábamos a Christian pintar.


—Es perfecto.


—¿Y que me cuentas de ella? —ambos miramos al lado contrario donde estaba mí padre sentado, junto a Olivia.


—Es un problema manejable.


—La madre se la llevara, claro cuando se digne a volver—me sonrió—. Problema resuelto.


Volque nuevamente mí mirada a las dos personas sentadas. Verdaderamente ese sería el resultado a mí pequeño problema, que Iris se la llevará, sería algo muy fácil.


—No en realidad—mire a mí hijo—. El día que Iris vuelva, se la sacaremos—afirme—. Ella será como nuestra hija—murmure.


—A decir verdad, tú no la quieres—señalo—. Y no es tu hija.


—No me meteré en una discusión sin sentido con Alexander sabiendo el posible resultado. Él la tomo como una hija y todos nosotros la tomaremos como alguien de la familia.


—No creo que eso sea sencillo—le dio una rápida mirada a Christian.


—Nada es sencillo.


Le sonreí a mí hermano cuando se acercó a su sobrino y le empezó a preguntar cosas con respecto al cuadro que seguramente no entendía.


La verdad era que aún no estaba muy segura en eso de Olivia, pero de algo si lo estaba y era que Alexander no la iba a dejar ir. Él no iba a renunciar a ella.


Aunque moleste, aunque me incomode, debía aceptarlo, ella era como su hija. Pese a quien le pese, ella seguiría siendolo, porque ella podría serlo.


Todo debía ir bien.


Todo debía quedar perfecto.


Mire cuando Alexander entró al salón y saludos a todos, dejando a lo último a Chris, a quien le dedicó unas palabras y un beso en la cabeza.


Le di una pequeña sonrisa cuando me rodeo pegándole a su pecho.


Era mala.


Era una maldita.


Lo sabía.


Pero no podía dejar de serlo.



Una Madre En La MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora