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Vega se había marchado junto a Alexis a visitar el que sería su nuevo apartamento.

Sus padres habían salido al centro comercial junto a Karl y Joshua, lo cual no había sido la mejor decisión de sus vidas.

Todos parecían haber ignorado la tormenta eléctrica de la que todos los canales dedicados a predecir el tiempo repetían una y otra vez hasta la saciedad.

Nadie tomó en serio la noticia y ahora, personas como Samuel, Emma, Karl y Joshua habían quedado atrapados en aquel gigantesco lugar.

Los guardias de seguridad encargados de custodiar el recinto retuvieron a todas las personas en el edificio, pues habían recibido órdenes explícitas sobre no dejar salir a nadie del lugar hasta que la tormenta amainara.

Tormenta que, por cierto, no parecía querer obedecer.

Yeray había quedado atrapado en su segundo hogar; la casa que quedaba justo entre la mitad de la manada de Melanie y la manada de Asiel, respectivamente. 

¿Pero le importaba?
En lo absoluto.

Le tenía cierto pánico a los rayos, pero podía tolerarlo perfectamente con dos robustos alfas mimándolo.

Sus alfas.

-¿Me estás diciendo que no compraste una puta vela?- inquirió Asiel, incrédulo- ¡Ahora qué mierda hacemos, alfa estúpida!

Porque sí, la luz se había ido con el último relámpago que entró en contacto con los postes de luz.

-¿Qué sé yo?- inquirió Melanie con molestia- Busca alguna linterna o algo- gruñó, continuando con sus caricias sobre el cabello de Yeray.

Éste estaba tumbado en el sofá del salón con su cabeza apoyada sobre las piernas de la alfa, disfrutando las caricias que ésta le estaba proporcionando.

Unos pocos metros más allá de ellos dos, un alfa se paseaba por la cocina, completamente histérico.

Había ido a buscar velas para que su beta se sintiera cómodo, pues él no era un alfa y, por tanto, no podía disfrutar de la ventaja de una vista más desarrollada, así como ellos dos hacían.

Pero, para su desgracia, no encontró absolutamente nada.

-¡Y estás tan tranquila!- volvió a gritar Asiel, aún más histérico que antes, si es que aquello era posible- ¡Yeray, cariño...!- comentó- ¡No temas, encontraré unas putas velas!

Yeray soltó una pequeña risita, más que acostumbrado a la intensidad del alfa.

Intensidad que, por cierto, le encantaba. A veces podía llegar a ser un tanto frustrante, pero en la mayoría de las ocasiones le parecía sumamente tierno.

-Estoy bien...- refunfuñó Yeray, muy relajado- Ven a sentarte aquí con nosotros mientras regresa la luz, bobo.

Melanie resopló suavemente, haciendo un gesto de negación con su cabeza. Gesto que el beta, evidentemente, no pudo ver.

-Déjalo...- demandó con suavidad- Deja que vaya a buscar las malditas velas y así puedo disfrutar un rato de paz contigo a solas.

Alfa, quiero cachorros ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora