Epílogo [I]

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Hoy, mañana y siempre

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Hoy, mañana y siempre.










¿Hasta qué punto una persona está dispuesta a cometer una locura por el amor de su vida? ¿Hasta qué punto eso de que «el amor es ciego» es cierto?

Alexis, muy probablemente, podría dar una respuesta a esas preguntas porque, ciertamente, él estaba a punto de realizar una locura que implicaría su muerte. Sus padres y sus suegros lo matarían al ver el destrozo que estaba causando en su pobre vestido de novia.

Aquel que con tanto amor y cariño escogió para aquel día que se convertiría en uno de los más importantes de su vida. Aquel que se ajustaba de una forma tan perfecta a su cuerpo que le permitiría ver a sus invitados que estaba gestando un cachorro en su interior.

Porque, vamos, un vientre de casi ocho meses de gestación no podría ser ocultado ni aunque quisiera. Y, a decir verdad, tampoco es que quisiera hacerlo. Amaba tantísimo la vida que estaba creciendo en su interior que no se atrevería siquiera a plantearse la idea de ocultarlo del mundo; de aquel lugar que en un futuro no muy lejano sería su hogar.

Así, cuando Alexis gozaba de tan solo cinco meses de gestación, Vega finalizó el cortejo hacia su omega. Un cortejo que se realizó de la mejor forma posible gracias a que ella tomó todos y cada uno de los consejos que sus familiares más allegados le proporcionaron. Ella podría ignorar los comentarios de su tío Karl sobre su vestimenta en su puesto de trabajo, pero jamás ignoraría las sugerencias cuando el bienestar de su omega y de su cachorro estaba en juego.

Ni de su tío Karl, ni de su madre Samuel, ni de su padre Emma, ni de Joshua, ni mucho menos de Henry. Tampoco los de Nayla y Minerva, quienes fueron un gran soporte para ellos. Todos y cada uno de ellos formaron una parte muy importante en el proceso, ayudando a la joven pareja en todo lo que estuvo a su alcance.

Así, con seis meses de gestación, un mes después del buen sabor de boca que quedó sobre la joven pareja, Vega se arrodilló frente a Alexis para pedirle matrimonio; para suplicarle que aceptara pasar con ella el resto de su vida porque él siempre sería el único omega que su loba querría; el que siempre había sido y sería su omega destinado.

La familia entera enloqueció al ver el anillo sobre el dedo de Alexis, anillo que éste decidió mantener oculto como su pequeño y mayor tesoro. Los preparativos comenzaron al día siguiente y, en menos de dos meses, la pareja estaba más que lista para contraer matrimonio.

Ellos deseaban algo pequeño e íntimo porque lo único que realmente querían era que el pequeño cachorro naciera con el amor y cariño de una fuerte pareja consolidada esperándolo. Pero, como siempre, Vega tenía que hacer de las suyas y mandar tanto esfuerzo al traste.

— Casémonos, amor —suplicó Vega en mitad de una película que Alexis insistió en ver esa noche, acurrucado entre los brazos de su alfa, aceptando de buen agrado sus caricias y las pataditas de su bebé en su insistencia para hacerle saber que estaba ahí, más despierto que nunca.

Alfa, quiero cachorros ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora