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Cuando Alexis sugirió empezar por las cortinas, Vega jamás se hizo una idea de a qué se refería exactamente su omega.

Se dejó llevar dócilmente por éste hacia el dormitorio principal y la cara de confusión que adoptó cuando le entregó la fina tela para que la tomara entre sus manos provocó risas en Alexis.

-Frota la tela contra tu mejilla- le ordenó Alexis, sonrojado- Eso bastará para que tu olor quede impregnado en ella.

No quería parecer una loba cuyo pasatiempo favorito era discriminar las naturalezas, pero no pudo evitar pensar que esa acción la realizaban, principalmente, los omegas.

Alexis, como si realmente pudiera leer su pensamiento, volvió a reír.

-Primero tú- comentó de forma tímida- Después yo- se señaló a sí mismo- No me hagas explicarte el motivo, por favor.

Una sonrisita traviesa se plasmó en los labios de la alfa, quien acabó guiñándole un ojo al omega.

-¿Por qué no?- inquirió con fingida inocencia- Me gustaría comprender por qué tengo que frotar mi mejilla contra un trozo de tela, patito.

Alexis resopló, apartando la mirada de Vega.

-Es demasiado vergonzoso...- gruñó a regañadientes, fuertemente sonrojado- ¿Podrías simplemente hacerlo y confiar en mí, alfa?

Ella, por supuesto, acabó restregando sus mejillas no solo por las cortinas de la habitación principal, sino también en todas las cortinas restantes del hogar, las toallas de decoración del baño y, extrañamente, el sofá de tela.

Fue un momento memorable para Alexis, quien no pudo evitar soltar unas cuantas risitas al presenciar una escena tan graciosa como esa.

Finalmente, Vega acabó tumbada en la que sería su nueva cama con las sábanas sin deshacer.

Su omega le exigió tirarse sobre la colcha para que ésta también adquiriera su olor.

En definitiva, Vega acabó realmente exhausta y sin saber el verdadero motivo por el que tuvo que realizar ese arduo proceso.

Alexis se negaba a confesarle que marcaría su olor sobre el de ella para marcar su propio territorio para aquellas visitas un tanto indeseadas.

-Bien, ¿y ahora qué?- inquirió Vega, soltando un pequeño bostezo.

-Tú ahora te puedes ir al salón- respondió él con timidez- Yo tengo que...uh...- señaló las cortinas- Eso.

Sí, su instinto le estaba pidiendo a gritos que tomara todas las dichosas cortinas del apartamento en las que previamente Vega había dejado su olor para marcarlas también.

La alfa asintió con una pequeña sonrisa aunque, a decir verdad, en su fuero interno sentía que podría gritar de la emoción en cualquier momento.

-Sí yo...- comenzó a decir- Prepararé algo de beber- comentó con fingida serenidad- Te estaré esperando en la cocina, patito.

Besó su frente, abandonando el cuarto tan rápido como pudo, cerrando la puerta tras ella para darle un toque de intimidad al omega.

No lo hagas.
No lo hagas.
No lo hagas.
Se reprendió a sí misma.

Pero lo hizo.
Vega lo celebró con un gesto de victoria.

 Vega lo celebró con un gesto de victoria

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Alfa, quiero cachorros ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora