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Deja los celos y ponte a pensar;Cada quien está donde quiere estar y pierde lo que quiere perder

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Deja los celos y ponte a pensar;
Cada quien está donde quiere estar y pierde lo que quiere perder.



Tras la advertencia de Yeray, ambos alfas se relajaron y, por increíble que pareciese, comenzaron a llevarse bien.

Alimentaron a su beta, pues Yeray a penas lograba ver el plato de comida frente a él.

La luz todavía no había regresado y, suponía, no podrían solucionar el problema hasta el día siguiente. Además, ninguno de los dos alfas consiguió encontrar una vela.

Pero a Yeray no le molestó en lo absoluto, dejándose mimar.

Ahora que ya se encontraba con su estómago más que satisfecho, su pijama perfectamente colocado y sus dientes lavados, era la hora de adentrarse en su nido para dormir.

-¿Estás seguro de que no quieres dormir con nosotros, cachorrito?- inquirió Asiel con una gran sonrisa- La tormenta está empeorando...- dejó la frase a medias, cediéndole la palabra a Melanie.

-Y no queremos que pases miedo, príncipe- prosiguió ella.

Ciertamente, la tormenta comenzaba a empeorar con el paso del tiempo llegando, incluso, a diluviar como si no hubiera un mañana.

Yeray se encogió de hombros, haciendo el intento de adentrarse en su nido. No obstante, su acción se vio interrumpida por fuertes golpes en la puerta principal.

Alguien estaba llamando a altas horas de la noche, en mitad de una tormenta y, sobre todo, en mitad de un bosque.

Ambos alfas adoptaron una postura rígida al instante, ordenándole al beta que se mantuviera en su nido hasta que ellos regresaran.

Yery, lejos de acatar la pequeña orden impuesta, esperó pacientemente en la habitación hasta que consideró que era el momento oportuno para salir y saciar su curiosidad.

Porque sí, había aprendido del mejor.
Su primo Joan.

¿Qué si era un ladrón y sus alfas no podían defenderse solos? ¡Él los ayudaría!

-¡Hasta que al fin abres, hombre!- se quejó un chico, haciéndose paso para adentrarse en la cabaña- ¡Comenzaba a preocuparme!

Tras él, otros cinco adolescentes invadieron su hogar, apoyando la afirmación del primero entre refunfuños.

Yeray pudo reconocerlos al instante gracias a sus voces. Los chicos que lo recibieron por primera vez en la casa principal de la manada de Asiel cuando el alfa, prácticamente, lo secuestró.

Alfa, quiero cachorros ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora