La resolución.

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Draco POV.

Me remuevo la corbata por quinta vez. Odio llevar estas cosas, pero no me queda otra. El día de mi juicio ha llegado. Nazaret me mira, sus ojos tristes y apagados me remueven el alma. Está demasiado nerviosa. Esta estresada. Siempre es capaz de manejarlo todo y, al ver que esto es algo que se le escapa de las manos, la atosiga a niveles altísimos. Agarro su mano mientras salimos del ascensor y nos dirigimos hacía la habitación número cinco. Mis dedos acarician sus nudillos en un intento de calmarla, aunque soy completamente consciente de que nada de lo que haga funcionara hasta que me vea de vuelta a casa. 

En cuanto entramos a la sala, divisamos a Mar, a Ron, a Hermione, a Harry, a Fred, a George, a Ginny, a Lunna, a Neville, a Tonks, a Lupin y a unos cuantos conocidos más. Me quedo estático al ver cuantas personas han venido a dar la cara por mi después de como fui con ellas. Los saludo a todos educadamente y dirijo una mirada rápida hacia los asientos cerca del estrado, divisando a Ryan como uno de los jueces y un testigo a mi favor. 


El juicio va a comenzar, así que tomen asiento. —anuncia una mujer, desde la puerta que se encuentra justo detrás del estrado—


Todos nos sentamos en nuestros respectivos sitios, esperando la entrada de la jueza. Nazaret mueve su pierna nerviosamente mientras tira de su labio inferior. Los nervios se la están comiendo y siento como ardo de la pena al no poder ayudarla de alguna forma. Apoyo mi mano en su pierna, trazando suaves caricias con mi pulgar, pero Nazaret ni siquiera me mira. Mantiene su vista al frente, aguantando las lagrimas que amenazan con salir. 

Todos los miembros se levantan, así que nosotros hacemos igual. Una mujer de mediana edad entra en la sala. Lleva una blusa de color azul, junto a una falda de color negro y la chaqueta del mismo color. Porta una carpeta con los documentos. Su semblante serio no desaparece en ningún momento mientras se acerca al estrado con gran decisión. Esa mujer es Beatrice Jones, la zorra causante por la que me encuentro aquí.

 Esa mujer es Beatrice Jones, la zorra causante por la que me encuentro aquí

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Pueden sentarse. —dice Beatrice, tomando asiento y dejando su carpeta sobre la mesa—


Todos los presentes volvemos a sentarnos. Ryan me mira con compasión, pero aparta su mirada rápidamente en cuanto escucha a Beatrice toser un poco. Si que inspira miedo esta mujer.  Su mirada deja los documentos y la clava sobre todos nosotros, inspeccionándonos uno por uno, llamando a Fred al estrado. Uno tras otro van saliendo, jurando que dirán la verdad y reclamando que todo lo que hice fue porque estaba entre la espada y la pared. Todos dijeron la verdad, nadie mintió ni una pizca en la historia. Incluso Harry, al que se le trababa la lengua cada dos por tres, fue capaz de contar toda la historia de la misma forma que la habían contado todos los anteriores. 


Llamo a Nazaret Blackesley al estrado. —dice Beatrice, observando como Harry vuelve a sentarse en su sitio—


Nazaret suspira y se levanta de un salto de su asiento, caminando lentamente hasta quedar sentada frente a Beatrice Jones. Su mirada de odio aumenta cada vez que la mira, pero se que se está controlando mucho por la manera en la que agarra fuertemente los reposabrazos de la silla. Tras hacerla jurar que dirá la verdad, Beatrice comienza a hacerle algunas preguntas rutinarias. Todo va bien hasta que decide indagar en la llaga.

Aquí consta que usted ya era novia del señor Malfoy cuando supo que era mortifago

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Aquí consta que usted ya era novia del señor Malfoy cuando supo que era mortifago. ¿Es que no pudo hacer nada por impedir que hiciera tales atrocidades? —pregunta Beatrice con una leve sonrisa—

Su señoría, afirmo que era consciente de que lo sabía, pero no, no podía hacer nada. —responde Nazaret, apartando su vista de Beatrice y mirándome de reojo— Y no porque mi vida estuviese en juego, eso era lo de menos. No podía hacer nada porque su familia estaba en peligro y no iba a permitir que la perdiese.¿Alguna vez ayudo al señor Malfoy con uno de sus... trabajos? —insiste Beatrice, clavando su mirada en Nazaret—

Podría haber buscado otros modos. Haber pedido ayuda a otras personas más cualificadas. —comenta Beatrice encogiéndose de hombros—

Nadie podía ayudarlo, ni siquiera  Dumbledore, si es que se refiere a eso. —indica Mar— Tenía dos únicas opciones; o bien cumplir las ordenes y mantenerlos a salvo o bien desobedecerle y ver como morían en sus narices.

He acabado. —dice Beatrice seriamente— Por último, llamo a Draco Malfoy al estrado.


Mar se levanta de mala gana y abandona el asiento, dejándome paso y volviendo a sentarse junto a Ron. Me siento frente a Beatrice, intentando mantener mi respiración estable. Mis manos me sudan y noto como el corazón se me va a salir, pero intento mantenerme lo más calmado posible. 


Señor Malfoy, ¿tiene algo que añadir ante todo esto? —pregunta Beatrice—

Si, señoría. —respondo— Todo lo que han dicho es cierto. Me convertí en lo que ahora me persigue porque no tenía elección y, si tuviese que volver a elegir, elegiría lo mismo para mantenerlos a salvo. 

¿Aunque corriese el peligro de entrar en Azkaban? —pregunta Beatrice mientras se remueve en la silla—

Aunque corriese el riesgo de acabar con la pena de muerte. —respondo tras soltar un suspiro— Su salvación siempre será lo más importante para mi.

El jurado va a reunirse fuera para deliberar la decisión final, así que podéis levantaros. —dice Beatrice, golpeando el pequeño martillo contra la mesa y levantándose—


Uno por uno se van levantando y abandonando la sala. Me reúno junto con el resto de los presentes, hablando de que quizás haya ido bien y obtenga la salvación. Nazaret se aferra a mi brazo mientras observamos al resto de los demás hablar. No se cuanto tiempo ha pasado, pero el corazón se me para cuando Beatrice y el resto del jurado vuelven a entrar y ocupan sus posiciones. Me siento junto a Nazaret, muerto de miedo y con las manos temblorosas.


Tras mucha deliberación, todos están de acuerdo en su respuesta. —dice Beatrice— Señor Malfoy, queda absuelto de cada acusación y, sobre todo, de tener que ir a Azkaban. 




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