Vuelta al trabajo.

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Nazaret POV.

Cuando Draco y yo volvimos de al luna de miel pensamos que nos íbamos a encontrar con mucho trabajo, pero no ha sido así. Mi hermana ha conseguido llevarlo todo al pie de la letra a pesar de tener más cosas que manejar. Ambos le estábamos muy agradecidos y le devolveríamos el favor en cuanto ella se fuese de luna de miel. Sin saber como, el rumor de que nuestro padre iba a ser padre de nuevo y que nosotras íbamos a volver a ser hermanas se había extendido como la pólvora. No había persona en el Ministerio que no nos hubiese felicitado a mi hermana y a mi por la gran noticia. 

A pesar de que la vida nos sonreía, el trabajo nos iba genial y toda nuestra vida era brillante, algo no iba bien conmigo. Desde que volvimos de la luna de miel me encontraba más cansada, algo que no era compatible con que a veces no podía conciliar el sueño. Cada vez que como algo vómito y, sin saber porque, ahora no puedo soportar el olor de la colonia de Draco. Esto se suma a que orino con mucha más frecuencia, cuando yo solía aguantar horas sin hacerlo y que también me falta la menstruación. A esto último no le di importancia, ya que me había pasado muchas veces antes por el estrés. Ni tampoco le había dado importancia al resto, pero mi hermana si. En cuanto supo de mis síntomas no dudo en concertar una cita con nuestro nuevo médico, el doctor Isaac. 

Buenos días a lo más precioso de todo el ministerio. —dice Draco con una sonrisa mientras entra a mi despacho, sosteniendo un vaso de Starbucks en su mano derecha— Te he traído un enorme café para aguantar todo esto. Tal y como le gusta a mi chica.

Buenos días a mi rayito de sol. —sonrió, tomando el café que Draco me ofrece— Muchísimas gracias por esto. Realmente me hacía falta, aunque sería mejor si fuese café vía intravenosa. 

¿Aún sigues cansada? —pregunta Draco tras depositar un beso en mi frente— Estoy seguro de que el médico te dirá que es una tontería.

Seguramente será tanto cambio. —respondo, encogiéndome de hombros y tomando un sorbo de café— He pasado en un abrir y cerrar de ojos a dar vueltas por Irlanda a volver al trabajo. 

Si es eso por lo que estás cansada podemos mandar todo esto a la mierda y vivir una vida muy relajante viajando por el mundo. —dice Draco con una sonrisa mientras pasa sus dedos por mi pelo, haciendo que me remueva ante su caricia—

Me encanta trabajar, pero no te negaré que de vez en cuando nos escapemos para ver mundo. —río, dejando mi vaso de café a un lado— 

Bueno, yo tengo que volver al trabajo. —dice Draco, tomando su café— ¿Segura que no quieres que vaya contigo al médico?

Tu tienes mucho trabajo y lo único que haría es hacerte perder el tiempo. —insisto, quitándome la bata blanca y colgándola en el perchero— Además mi hermana no tiene nada que hacer e insiste mucho en ir conmigo.

Como gustes, princesa. —sonríe Draco, depositando un beso en mi mejilla—  Llámame en cuanto sepas algo, no me gusta vivir con tanta angustia.

Te llamaré en cuanto salga, cariño. —asiento, observando como Draco asiente a mis palabras y sale de mi despacho—

Lo veo cerrar la puerta tras echarme una última mirada. Tomo mi bolso y me aseguro de que todo este dentro y de que no me olvido nada. Tomo la chaqueta y cojo las llaves del despacho para cerrarlo una vez que salgo. Me meto las llaves en el bolso y me encamino hacia el ascensor para ir al piso inferior, donde se encuentra el despacho de mi hermana. Salgo rápidamente y sin llamar, como de costumbre, entro al despacho de mi hermana. La encuentro sentada, guardando unos papeles en el cajón de su escritorio. 

¿Ya es la hora? —pregunta Mar, cerrando el cajón del escritorio— Se me ha ido el santo al cielo ordenando los papeles.

No pasa nada, hermanita. —digo con una leve sonrisa— Si estás muy ocupada puedo ir sola, no pasa nada.

No, no. —niega Mar rápidamente— Estoy libre al 100%. Venga, se nos hará tarde.

Veo como mi hermana se levanta rápidamente de su asiento y toma en apenas unos segundos su chaqueta y su bolso. Cierra el despacho en cuanto salimos y nos encaminamos rápidamente hacia el ascensor. Nos dirigimos hacía el Hospital de San Mungo de enfermedades y heridas Mágicas, lugar a donde vamos siempre que nos ocurre algo. En cuanto llegamos, le doy a la recepcionista mi nombre y está nos indica el piso donde se encuentra nuestro médico, algo que ya sabía de la vez que vine con mi hermana, pero siempre hay que seguir los protocolos. 

¿Nazaret Blackesley? —pregunta Isaac desde la puerta de su consulta—

Soy yo. —respondo rápidamente mientras mi hermana y yo nos levantamos de un salto de nuestros asientos—

Pasa. —sonríe Isaac, dejándonos pasar a su consulta— Es un placer volver a veros, chicas.

Lo mismo decimos, doctor. —sonríe amablemente Mar mientras se sienta a mi lado—

Siento ser irrespetuosa, pero usted no tiene pinta de mago. —digo, observando como Isaac se sienta frente a nosotras— ¿Cómo alguien que no es mago puede trabajar en un hospital así?

Porque soy una criatura mágica que esta al tanto de todo este mundo. Soy un vampiro, señorita. —responde Isaac, enseñando sus perfilados y blancos colmillos— Ahora, ¿podemos ir al grano del motivo de la consulta?

Llevo días encontrándome muy cansada y, a pesar de esto, me cuesta dormir. —respondo— Cuando como algo vómito y no puedo soportar el olor a colonia de mi marido. A todo esto se le suma que voy a orinar con muchísima más frecuencia al baño a pesar de que no bebo tanto como para eso.

Hay muchísimas cosas que pueden derivar en esas consecuencias. Así que para ir descartando probabilidades necesito que orine aquí ahora mismo y me lo entregué. —dice Isaac, sacando un pequeño bote del cajón de su escritorio y poniéndolo sobre la mesa— Al final del pasillo hay un baño.

Está bien. —asiento, tomando el bote entre mis manos y levantándome junto a mi hermana— ¿Cree que puede ser algo grave?

Si te refieres si es de vida o muerte, desde ya te aseguro que no. —sonríe Isaac con amabilidad—

Asiento y salgo de la habitación junto a mi hermana. Ella se queda sentada en las sillas que hay fuera con mis cosas mientras que yo voy al baño y orino dentro del pequeño bote. Una vez que lo hago, cierro el bote y vuelvo a la consulta, entregándole al doctor con cuidado el bote. 

Espero que mi enfermera no tarde mucho con los resultados, pero te llamaré lo antes posible. —dice Isaac, entregándole el bote a una enfermera—

Vuelvo a asentir y salgo de la consulta, sentándome junto a mi hermana y deseando que las pruebas estuviesen ya. Mi pie derecho no para de moverse mientras los nervios me consumen en esta sala de espera. Mi hermana intenta calmarme, pero nada de lo que hace funciona. Sabe que nada funciona, pero aún así no se de por vencida. Su mano aprieta la mía y me dedica una cálida sonrisa, algo que consigue calmarme un poco. Cuando el médico dice mi nombre al cabo de lo que para mi han sido horas, entro rápidamente de nuevo en la sala. Me siento frente a él y lo veo observar unos papeles durante unos segundos, hasta que por fin los suelta y se digna a mirarme.

Felicidades, señorita. —sonríe Isaac, poniendo los papeles a mi vista— Está usted embarazada de tres semanas.

Las piernas me tiemblan y el mundo se me viene encima en cuanto escucho esas palabras. No es que no quiera un niño ni que sea un problema, mucho menos, pero había tratado el tema de tener niños con Draco y ninguna de ellas había salido bien. Él no quería condenarlos a llevar su apellido y que sufriesen. ¿Cómo iba a decirle que estoy embarazada? ¿Cómo va a tomarse que lleve a un nuevo miembro de la familia? 

Te estás poniendo pálida. —escucho a Mar decirme mientras agarra mi mano— Hermanita, mírame y respira hondo.

Me falta el aire y las piernas me fallan, pero aún así me levanto de golpe del asiento. Intento ir hacía la puerta a pesar de que la habitación me da vueltas a una velocidad extrema. En cuanto agarro el pomo de la puerta siento como no puedo más. Mis piernas fallan por completo y todo se vuelve negro. 

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora