Él lo entenderá

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Mar POV.


¡Mierda! —exclamo, levantándome rápidamente de mi asiento y corriendo junto a mi hermana—


El doctor Isaac se levanta detrás de mi y corre a llamar a una enfermera. Apoyo con delicadeza la cabeza de mi hermana en mis piernas mientras Isaac se dedica a tomarle el pulso y la tensión. Según él, todo está bien y solo ha sido un simple desmayo por el impacto de la noticia, algo que al parecer le sucede a la mayoría de las mujeres. Con ayuda de otro enfermero, Isaac levanta el cuerpo de mi hermana y lo pone suavemente sobre una camilla. El enfermero se lleva la camilla que contiene a mi hermana.


Vamos a dejarla en observación hasta que despierte. —dice Isaac— En cuanto despierte le haremos un seguimiento rápido y si se encuentra bien podrá irse.

Esta bien. Voy a irme con ella. —digo, tomando rápidamente mis cosas y las de mi hermana— Muchas gracias por todo. 

Para eso estamos. —sonríe Isaac, volviendo a sentarse detrás de su escritorio— Bajaré en un rato para ver como evoluciona. Por cierto, que no se te olvide el papel de la cita que le he concertado con el ginecólogo. 


Asiento mientras tomo el papel y lo guardo rápidamente en el bolso de mi hermana. Salgo a toda velocidad de la consulta y le pregunto a la primera enfermera que encuentro donde se encuentra la sala de observaciones. Siguiendo sus indicaciones, bajo hasta la tercera planta, sigo hasta el final del pasillo y una vez que llego al final giro a la derecha. Miro puerta por puerta hasta que encuentro una que contiene el letrero que indica que es la sala de observaciones. Golpeó suavemente la puerta y espero hasta que una de las enfermeras me abre y, con una sonrisa de oreja a oreja, me permite pasar al interior. 

Una vez dentro, localizo la camilla en la que mi hermana reposa y me siento en la silla que está junto a ella. Después de tanto tiempo, es la primera vez que la veo en paz, en tranquilidad. Desde muy pronto habíamos tenido que aprender a defendernos. Hemos tenido que estar alerta constantemente desde el día en que vinimos al mundo. Vivir en una angustia y alerta permanente durante toda tu vida no es algo que todos desean. Todos mis pensamientos se disipan cuando veo a mi hermana removerse lentamente en la camilla mientras sus ojos se van abriendo poco a poco, acostumbrándose a la luz de la habitación. 


¿Qué ha pasado? —pregunta Nazaret mientras se frota la frente, incorporándose con cuidado en la camilla—

Te has desmayado ante la noticia. —respondo, ayudándola a sentarse—

Siempre he sido muy dramática, ya sabes. —bromea Nazaret con una leve sonrisa—

Se que ha sido una noticia demasiado impactante para ti teniendo en cuenta todo lo que vivimos. —digo, dándole un suave apretón en la mano— Pero vas a tener un bebe, es lo más hermoso del mundo.

Lose, lose. Y estoy super feliz de saber que voy a tener a un pequeñajo o pequeñaja correteando por la casa. —dice Nazaret soltando un suspiro— El problema es Draco. Mi mayor angustia va a ser su reacción a todo esto. 

¿Qué pasa con Draco? —pregunto, levantándome de la silla y sentándome junto a ella en la camilla—

Hemos hablado de esto muchas veces y todas me dejo bastante claro que no quiere tener hijos. —responde Nazaret, esquivando mi mirada y clavándola en el suelo— Se niega a darle una vida de tortura y amargura a una criatura solo por el padre que tendría. Por el apellido que llevaría. 

Todos somos conscientes de lo crueles que son los niños, pero Draco no es aquel niño que conocimos. —digo— Hemos visto como maduraba y se daba cuenta de lo que era bueno y lo que no. A pesar de todo siempre estuvo del lado de los buenos y solo hizo cosas buenas a pesar de que estuvo obligado a llevar a cabo otros actos malos porque no tuvo más remedio. No tuvo elección, pero en cuanto la tuvo eligió lo que debía elegir, al igual que Narcisa. 

Lose, se lo he dicho un montón de veces. —suspira Nazaret— Le dije montones de veces que su apellido no lo definen igual que a mi el mío no me define a mi, que son nuestros actos los que lo hacen y que sus actos dejan claro la persona que es. A pesar de todo eso, su apellido le persigue y esa idea no abandona su cabeza. 

Hermanita, estoy segura de que en cuanto sepa que va a tener a una criaturita correteando por casa va a dejar todas esas tonterías atrás. —sonrió, chocando nuestros hombros suavemente— Te ama y amará a ese bebe como nada en el mundo. 

Eso espero, hermanita. —dice Nazaret— Eso espero. 


Sonrió y la estrecho suavemente en mis brazos mientras froto su espalda. Juro que si el idiota de Draco la deja por esto o rechaza al bebe yo misma lo mataré con mis manos y no pararé hasta verlo cien metros bajo tierra. O también podría enterrarlo vivo y ver como muere lentamente. Todo depende de él y de como actué ante esto. El doctor entra, así que me separo de ella y vuelvo a tomar el asiento que está frente a ella, observando como el doctor se acerca y se asegura de que está bien. 


Todo está perfectamente. —dice Isaac, dejando de iluminar a mi hermana con una pequeña linterna— Solo ha sido por el shock de la noticia. Puedes irte. 

Gracias por todo, doctor. —sonríe Nazaret, tomando sus cosas y levantándose de la camilla—

Cuando el ginecólogo te vea la semana que viene ya te dirá algunas indicaciones que él vea correctas. —comenta Isaac— De momento, mantente hidrata y intenta descansar todo lo que puedas. 

Me encargaré personalmente de que las cumpla. —sonrió, tomando a mi hermana del brazo y saliendo de la consulta—


Salimos del hospital y caminamos calle abajo. Puedo notar que los nervios y la preocupación inundan a mi hermana, así que decido llevarla a la heladería y invitarla a un helado. Da igual la hora que sea, un helado siempre suele arreglarlo todo, o al menos la animaría un poco. Tiro de ella y la adentro en la heladería, situándonos en la cola. Cuando llega nuestro turno, pido rápidamente por las dos. Una tarria de helado de nubes para ella y una de kínder para mi. Tras pagar y, con nuestras tarrinas en la mano, salimos de la heladería.


Si el helado no te hace sonreír, te juro que renuncio a mi trabajo. —bromeo tras saborear un trozo de mi helado—

Estoy algo mejor, gracias. —dice Nazaret, sonriéndome débilmente tras tomar un poco de su helado—

Oh no, a mi esa sonrisa no me la das. —niego rápidamente— Yo quiero una sonrisa de las verdaderas. De esas que mi hermana sabe contagiarme.

Creo que no estoy para ese tipo de sonrisas, hermanita. —suspira Nazaret, encogiéndose de hombros—

Mira, se que Draco lo va a aceptar porque esta loco por ti y te ama más que a nada en el mundo, no tienes que preocuparte por eso. —digo rápidamente, situándome frente a ella— Pero si no es así puedes estar tranquila, yo misma lo mataré de la manera más dolorosa. Nadie encontrara su cuerpo. 

¿Lo descuartizaras y le darás su cuerpo a los cerdos? —pregunta Nazaret, arqueando su ceja—

Pensaba enterrarlo vivo, pero tu idea es mucho mejor. —bromeo, consiguiendo que mi hermana sonría de manera menos forzada— Vamos, así jamás encontrarán el cuerpo. 


Nazaret se ríe mientras niega con la cabeza. Su risa se me pega y no puedo evitar reírme mientras entramos por las puertas del Ministerio, con las tarrinas de nuestros helados vacía. Me despido de ella cuando llegamos a mi planta y me adentro en el despacho. Se que las cosas van a salir bien, pero por si las moscas, mi mente ya esta trabajando en miles de formas de descuartizarlo. 


SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora