Vestidos, vestidos y más vestidos.

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Mar POV.

La boda y el trabajo me tenían saturada. Cuando ayude a mi hermana a preparar su boda pensé que no sería tan difícil cuando me tocase a mi, pero está claro que en ese momento no pensaba desde el papel la novia. Lo único que ya teníamos decidido era el viaje de luna de miel, el cual sería en Italia, donde pasaríamos tres semanas disfrutando de aquella preciosa cultura y de la riquísima comida. Aún no habíamos decidido nada más; ni donde iba a ser la boda, ni donde sería el banquete y ni mucho menos los anillos. Estaba empezando a frustrarme ante toda la situación. Odió no tener el control sobre absolutamente todo y quienes me conocen lo saben perfectamente; tengo que controlarlo todo, punto por punto. Tanto estrés y nerviosismo me saturaba la cabeza hasta tal punto de que no podía pensar con claridad ni siquiera un simple hechizo. 

Por favor, deja de comerte tanto el coco con todo esto. —me dice Nazaret con una sonrisa mientras mueve la cuchara de su taza de té con un simple movimiento de dedo, usando sus poderes— Me tienes a mi, que ya he pasado por todo esto.

Lose, lose, pero es que todo esto es demasiado. —suspiro, soltando la taza de té— Llevamos semanas de exhaustiva búsqueda y aun no hemos encontrado el vestido perfecto.

Draco me ha comentado que él y Ron ya han encontrado el traje perfecto. —dice Nazaret, mostrándome el mensaje— Aunque hablamos de Ron y él es más simple. 

Dios mío, siento como mi cabeza va a explotar. —digo, sosteniendo mi cara entre mis manos—

Escúchame bien, hermanita. —dice Nazaret, agarrando mis manos— Vamos a encontrar el vestido perfecto nos cueste lo que nos cueste, ¿Vale?, pero te aseguro que vamos a encontrarlo.

Sinceramente no se que haría sin ti en estos momentos. —sonrió— Vamos a encontrar ese vestido.

Créeme que en cuanto lo veas sabrás que es el que quieres. —comenta Nazaret mientras salimos de la cafetería— En cuanto lo veas sentirás que ese vestido está hecho para ti y no querrás ver ninguno más.

Asiento y sonrió ante sus palabras mientras nos encaminamos a una de las muchas tiendas que se encuentran apuntadas en nuestra larga lista. Ya había unas diez tachadas, pero aún así nos quedaban todavía al menos unas treinta o algo así. Una por una vamos rechazando miles de vestidos. Diez tiendas más tarde, mi hermana comienza a desesperarse de que siga sin encontrar vestido. Veinte tiendas más tardes hasta yo comienzo a frustrarme por no poder encontrar el vestido perfecto y seguir rechazando un vestido tras otro. Y no es que sean feos ni mucho menos, pero aún no he visto ninguno que encaje conmigo, ninguno que me entre por los ojos. 

En la última tienda, en la número treinta, cuando ya estamos a puntos de darnos por rendidas mientras le devuelvo otro vestido a la dependienta, lo veo. Veo ese vestido que capta todos mis sentidos, un precioso vestido del que no puedo quitar los ojos de encima. Una sonrisa inunda mi rostro mientras me acerco hacía el vestido y paso mis dedos por la suave tela. Le doy la vuelta a la etiqueta y veo que es de mi talla, lo que hace que mi corazón estalle de alegría.

Es este. —afirmo, señalando el hermoso vestido que se ha ganado toda mi atención— Sin duda alguna es este. 

¿Estás segura? —pregunta Nazaret mientras se acerca a mi— Ni siquiera te lo has probado, hermanita.

No hace falta. Se que es este. —sonrió, volviendo a señalar el mismo vestido— Es de mi talla y ha captado toda mi atención como tu misma dijiste que pasaría cuando encontrase el vestido para mi.

Señorita, prepárenos este vestido, por favor. —le pide Nazaret a la amable dependienta— Nos lo llevamos. 

Lo tendré listo en unos minutos. —dice la amable dependienta con una sonrisa mientras quita con delicadeza el vestido del maniquí— Pueden sentarse a esperar si lo desean.

Asentimos ante las palabras de la dependienta y nos sentamos en dos cómodos sillones que se encuentran frente al enorme ventanal que separa la tienda de la calle. No puedo evitar borrar la sonrisa de mi rostro. Después de todo el esfuerzo, de tantas tiendas, de tantas pruebas y de tanta desesperación por fin he podido encontrar el vestido perfecto en el momento indicado. Cuando pensaba tirarlo todo por la borda y darme por rendida resulta que lo encuentro. Es como una señal divina. 

Jamás pensé que te costaría tanto encontrar vestido. —dice Nazaret mientras salimos de la tienda—

Y aún quedan los zapatos, mi querida hermana. —digo con una sonrisa—

Oh por dios. —suspira Nazaret de forma dramática mientras pone los ojos en blanco— Por cierto, tu vestido lo guardo yo en mi casa, ya sabemos lo cotilla que es Ron.

Cierto. —afirmo mientras caminamos calle abajo hacía la tienda de zapatos— Aún recuerdo como puso la casa la última vez para encontrar su regalo de cumpleaños. Casi lo mato. 

Por eso mismo. Además, Draco no le va a decir nada por la cuenta que le trae.—comenta Nazaret entre risas— Enserio, tu vestido está a salvo en mi casa y tu secreto también. 

Confió en ti y también en Draco. Se que no dirá nada. —sonrió, entrando a la tienda de zapatos— Porque si es así se enfrentará a la irá de dos hermanas demasiado furiosas y creo que no le conviene. 

Nazaret ríe ante mi comentario mientras toma con suavidad el enorme forro donde se encuentra protegido el vestido. Me siento en uno de los pequeños sillones y comienzo a probarme tacones, lo que nos lleva más tiempo del que quiero creer. Y no lo niego, soy muy delicada, no quiero ni tacones demasiado altos ni demasiado bajos, por lo que nos cuesta muchísimo encontrarlo. Sonrió al recordar como a mi hermana le costó también encontrar unos zapatos perfectos para ella, todo lo que sufrió para conseguirlos y todo lo que maldijo hasta que al fin los tuvo con ella. 

¡Tierra llamando a Mar! —exclama Nazaret mientras pasa sus manos frente a mi, devolviéndome a la realidad— Te he dicho que estos te quedan perfectos hermanita. 

Tienes mucha razón. —sonrió, mirando mis pies— Siento haber estado tan distraída, pero estaba recordando cuando te ayude a ti a elegirlos.

Fue una maldita tortura, incluso peor que encontrar mi vestido. —dice Nazaret, rodando los ojos— Aún recuerdo aquella locura. Cuando encontraba unos perfectos no había de mi talla y los que menos me gustaban siempre eran de mi talla. Vaya horror. 

Al final los encontraste, que es lo que cuenta. —digo, quitándome los tacones y poniéndome mis deportivas— 

Cierto. Aún recuerdo que estuve una semana festejando el hecho de haberlos encontrado. —sonríe Nazaret, entregándole al dependiente los tacones elegidos— 

Río recordando su enorme felicidad mientras le entrego la tarjeta al dependiente para que se cobre los preciosos y perfectos tacones blancos. Tienen un poco de tacón y llevan unos bordados preciosos que combinan perfectamente con el vestido. Ya tenía lo más importante; el vestido, el velo y los tacones. Ahora solo me faltaba decidir el peinado, porque lo que era el ramo lo tenía perfectamente decidido. Lo único que deseaba enormemente en estos momentos es que lo que estaba por llegar fuese más fácil, o al menos más llevadero. 









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