Nazaret POV.
Habían pasado solo unos días desde los acontecimientos y todo se sentía igual de frío y tenso que el primer día. Tras lo ocurrido, seguimos todo al pie de la letra. Draco y yo empacamos las cosas necesarias y volvimos a la casa donde me críe. Volví a mi antigua habitación, aunque esta vez era todo diferente. Mi hermana también había vuelto a su habitación, solo que sola. Las cosas con Ron no habían mejorado en nada y mucho menos si ella no quería escucharlo. Aunque razón tenía.
En cuanto al tema de Amelia, mi hermana y yo decidimos no tocarlo mucho y ayudarla en todo lo que necesitase. Como había perdido a su bebe, mi hermana y yo intentábamos no hablar de nuestro embarazo y, si es que lo hacíamos, era porque no nos quedaba otra. Siempre que teníamos que hablar de ello intentábamos hacerlo a solas para no dañarla. La cosa no había quedado solo así. Nuestro padre cumplió su palabra y nos puso un guardia a cada una. Ambos eran los mejores aurores que se habían dado en toda la historia, pero no eran de nuestro ministerio, sino del de Francia. Ambos eran un poco mas mayores que mi hermana y yo y, aunque estaba casa, no podía negar que ambos eran guapos como el infierno.
Quizás ese era el principal problema de que Draco quisiese cambiar de guardaespaldas. Se sentía amenazado. Mi hermana y yo habíamos demostrado millones de veces que podíamos valernos y cuidarnos por nosotras mismas, pero llevando una vida en nuestro interior no nos parecía tan mala idea llevar un auror como guardaespaldas. Ambos se hospedaban también en nuestra casa, aunque ellos lo hacían en la habitación de invitados. Nuestro padre decidió que sería mejor que incluso durmiesen en la misma casa que nosotros por si había algún intento de ataque en la madrugada.
Suspiro mientras aparto todos esos pensamientos de mi mente y me aseguro de que llevó todo en mi bolso antes de bajar. Hoy tengo la primera cita con el médico para la ecografía. Draco y yo sabríamos que vendría para ir pensando nombres, ya que queremos tenerlos antes del nacimiento. Cierro mi bolso y bajo a las escaleras, topándome a Nathaniel, mi guardaespaldas, al final de la escalera. Este, al escuchar mis pasos, levanta la mirada y me mira. Lleva su característica gabardina beige. Cualquier chica se detendría a mirarlo. Tiene unos ojos azules y un pelo color café oscuro, aunque muchas veces se ve como si fuese negro.
Nathaniel, mi esposo bajará en unos minutos. —le comento a Nathaniel— Estaba terminando de arreglar unos informes en el despacho.
No hay ningún problema, señora Malfoy. —sonríe Nathaniel— Y ya le dije que puede tutearme. Llevamos varios días juntos, así que puede llamarme Nath.
Y yo ya te dije que también puedes llamarme Nazaret. —sonrió, buscando a mi hermana con la mirada— Señora Malfoy me hace sentir muy vieja.
Si busca a la señora Weasley se encuentra en el salón. —comenta Nathaniel— Está devorando un helado de brownie mientras ve una película.
Muchas gracias, Nath. —le agradezco con una sonrisa mientras me dirijo hacía el salón—
Atravieso la sala y me situó frente a mi hermana. Lleva un jersey rojo que le queda bastante grande, unos pitillos negros y unas deportivas blanca. Su pelo está recogido en trenzas de boxeadora y sus ojos clavados en la pantalla y llenos de lagrimas mientras observa el final de Mama Mía. Sus labios están manchados a causa del helado que se está comiendo.
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Sempiterno
AcakTras la segunda guerra mágica, Nazaret, Draco, Mar y Ron tendrán que enfrentarse a otra nueva lucha; su futuro.