Ojalá

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Nazaret POV.

Faltaba tan solo un día para la boda de mi hermana y Draco había mantenido su promesa. Me llamaba a todas horas, se aseguraba de que siempre comiese algo, me visitaba cada dos por tres en el trabajo y se aseguraba de que estuviese todo lo cómoda que pudiese. Mi interior tenía un debate; mi mente me gritaba que lo perdonase, que me estaba demostrando que cometió un error y quería arreglar las cosas, pero mi corazón me recordaba como me dejo tirada. Aún le estaba dando el beneficio de la duda, no porque quisiese, sino porque no podía realmente decidir que hacer. Realmente quería confiar en él, volverlo a tener a mi lado y formar la familia que tanto deseo, pero esa pequeña parte de mi me gritaba que no. Estaba en un debate interno que solo podía resolver yo misma. 

Me había ido de casa para poder pensar mejor. A pesar de que mi hermana me insistió en que me quedará con ella, no quería darle más trabajo del que ya tenía y decidí regresar a casa de nuestro padre, el cual ya estaba comenzando a vivir con Amelia. Me encontré con la sorpresa de que nuestras habitaciones seguían igual desde que nos fuimos y de que las cosas de nuestra madre aún seguían guardadas en el trastero. Un parte de nuestro padre jamás podría olvidarla y todos éramos consciente de ello. Al menos esta noche dormiría con alguien, ya que mi hermana vendría por esta noche a dormir a casa para evitar verse con Ron la noche antes de la boda. 


¡Donuts para que esa cosita preciosa crezca bien sana!  —anuncia Mar mientras entra a mi despacho moviendo una bolsita de Starbucks—

Gracias hermanita, pero aún estoy llena de las galletas que Draco me trajo hace nada. —digo, señalando el paquete de galletas vacío que se encuentra en la basura junto a un vaso de té—

Ya veo que el rubiales te tiene bien cuidada. —sonríe Mar, dejando la bolsa a un lado de mi escritorio— De todos modos te los dejaré para cuando tengas hambre.

Si es que eso es posible después de toda la comida que Draco me trae. —digo mientras me recojo el pelo— Realmente pienso que alimenta a un tigre o algo así.

Bueno, ahora tienes otra boca que alimentar, así que es normal que te traiga tanta comida. —dice Mar tras toma un sorbo de la botella de agua que traía en su otra mano— Al igual que todos, quiere que ese bebe y su madre estén completamente sanos.

¿Nerviosa? —preguntó, apoyando mis brazos en el escritorio—

Aún no se como no me he quedado calva y sin uñas. —responde Mar entre risas— Enserio, estoy jodidamente nerviosa. Llevó toda la mañana de un lado a otro. No puedo quedarme quieta.

Es normal. Yo estaba igual que tu el día antes. —sonrió, recordando aquellas preciosas imágenes—

Y no es solo eso, sino que además no puedo mantener ningún alimento en mi estomago. —suspira Mar— Y estoy yendo al baño a hacer pis más que de costumbre.

¿Te has hecho la prueba? —pregunto, recordando como yo empecé con síntomas similares—

Oh no, tranquila. —niega Mar rápidamente— Nosotros tomamos precauciones.

Las precauciones no siempre son efectivas al cien por cien. —le recuerdo— Deberías hacerte la prueba.

Quizás solo sea un gripe estomacal o algo así. —dice Mar, restándole importancia al asunto— Si veo que en unos días sigo igual iré al médico o algo. 


Asiento mientras tomo la bolsa de donuts y la guardo en uno de mis cajones para cuando tenga otro antojo, algo que sucede cada dos por tres. Y no es solo eso, sino que también puedo tener antojos de los más raros sea la hora que sea del día. Mi hermana me da un abrazo y se despide de mi con la mano mientras desaparece a través de la puerta. Me recojo un poco el pelo para apartarlo de mi cara y sigo con el trabajo. Después de que mi hermana se case y vuelva de la luna de miel, tengo que hacer un viaje de trabajo, así que quiero dejarme todo lo que pueda en orden y todo organizado. Aunque solo estaré tres días, me gusta volver y ver que no tengo un caos formado en mi zona o que tengo mil cosas pendientes por hacer. Solo unos golpes en la puerta me hacen volver a la realidad y despegar los ojos de todo el papeleo. 


¡Toc, Toc! —bromea Luna mientras pega falsamente a la puerta—

¡Luna, que alegría verte de nuevo! —sonrió, levantándome y caminando hacia ella—


Por causas de trabajo no podíamos vernos con la regularidad que queríamos, así que siempre que lo hacíamos aprovechábamos el tiempo al máximo. La estrecho fuertemente entre mis brazos con una sonrisa de oreja a oreja. Luna era la felicidad en persona y era algo que necesitaba en cantidad en estos momentos. 


Pasábamos por aquí y pensamos que sería buena idea verte. —dice Neville, que se encuentra detrás de su mujer—

¡Neville! —sonrió, pasando junto a Luna y estrechando a Neville entre mis brazos— Me alegra muchísimo veros a los dos después de tanto tiempo.

Nos hemos enterado de la noticia y no podíamos aguantar las ganas de felicitarte. —sonríe Luna, apoyando con cuidado su mano en mi vientre— ¿Será un principito o una princesita?

Aún no lo sé, pero sea lo que sea espero que venga sano. —respondo—

Bueno, esperemos que sea una dulce niña, así podría estar con nuestro futuro principito. —sonríe Neville, tocando el vientre de Luna con suavidad—

¡Oh dios mío! —exclamo con una sonrisa, llevando mi mano al vientre de Luna— ¿De cuanto estás? 

De cuatro meses. —sonríe Luna—

Me alegro un montón por vosotros. —digo—

Tenemos que irnos, pero nos vemos mañana en la boda. —dice Neville—

Claro. —asiento— Nos vemos mañana. Cuidaos mucho.


Neville y Luna me sonríen y salen del despacho con las manos entrelazadas. Suspiro y frotó mi frente. Me alegro mucho por ellos, pero también me duele ver como todos pueden ser felices sabiendo que van a tener un hijo y yo vivo un dilema constante. Ojalá pudiese dejar de pensar tanto. Ojalá pudiese dejar de torturarme tanto. Ojalá pudiese dejar de dolerme tanto. 






SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora