Irlanda.

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Nazaret POV.

Era nuestro quinto día de luna de miel en Irlanda, concretamente en Dublín. En tan solo cinco días, Draco y yo habíamos aprovechado bastante la luna de miel. Habíamos ido a un tour por los acantilados de Moher, Burren y Galway, y nos enamoramos completamente de las preciosas vistas que podíamos observar.  Visitamos la calzada del gigante y el puente Carrick a Rede y río l recordar como Draco casi se cae ante el dificultoso espacio, maldiciendo todo a su paso en voz baja. Fuimos a varios bares y en todos ellos no solo probamos la comida típica de Irlanda, sino que también nos arriesgamos a probar la cerveza; vuelvo a reír al recordar la cara de asco que puso al probarla ya que, según él, esa cerveza era demasiado fuerte para su sensible paladar. También visitamos la catedral de San Patricio y quedamos encantados y enamorados de su arquitectura y estilo. 

Todas las noches llegábamos agotados, ya que salíamos por la mañana y pasábamos todo el día fuera hasta que se hacía bastante tarde, ya que Dublín era aún igual de precioso por la noche que por la mañana. Sus luces y el ambiente nos invitaban a caminar por la calle tomados de la mano y disfrutando de la agradable temperatura. Hoy, en nuestro quinto día, ya teníamos los planes más que hechos ya que mi hermana, que sabía de ante mano que vendríamos a Irlanda de viaje, nos regalo dos entradas para ver un partido que sucedería en nuestra luna de miel y, que para recordar, era Bulgaria contra Irlanda. Draco sonrío ante aquel regalo, recordando el partido en el que nos encontramos hacía ya muchísimos años, pero que ninguno había olvidado. 

¿Lista para irnos? —me pregunta Draco mientras sale del baño, vistiendo unas deportivas, unos vaqueros azul claro y una camiseta de color roja de mangas cortas en honor a su equipo—

Me peino y estoy completamente lista. —respondo con una sonrisa mientras paso por su lado y me adentro en el baño—

Tomo el cepillo y comienzo a quitar los nudos que se han formado en la noche, dejándolo perfectamente peinado y recogido en una cola alta, ya que hace calor para ir con el pelo suelto. Me miro al espejo, asegurándome de que no me falta nada. Llevo unas deportivas de color verde, unos vaqueros azul oscuro rotos por la rodilla y una blusa verde de manga corta que combina perfectamente con mis deportivas. Salgo del baño, tomando una pequeña mochila y añadiendo todo lo que me faltaba, entre ello, las entradas. 

Ahora si que estoy lista. —informo a Draco con una sonrisa mientras me cuelgo la mochila a la espalda—

Draco asiente con una sonrisa y enlaza nuestras manos mientras se sitúa frente a mi. En un abrir y cerrar de ojos nos aparecemos frente al enorme estadio donde se celebrara el partido. Le entrego las entradas al mago que hay en una de las puertas y nos adentramos en el enorme estadio, perfectamente decorado con los colores de ambos equipos. Caminamos hacía el palco principal, donde se encuentran nuestros asientos. Pongo la mochila en mis piernas y observo el lugar, el cual está comenzando a llenarse de geste.

Te apuesto veinte galeones a que gana Bulgaria —dice Draco, mirándome con una sonrisa—

Que sean cuarenta a que gana Irlanda. —digo, sonriéndole y tomando su mano para afianzar el pacto—

Que así sea. —asiente Draco, soltando mi mano—

El partido da comienzo y tanto los búlgaros como los irlandeses entran entre fuertes gritos y muchos ánimos. El partido da comienzo y, a pesar de que Bulgaria tenía todas las papeletas para ganar, Irlanda consiguió remontar en apenas unos escasos segundos, consiguiendo así la victoria.

A pagar, guapo. —le digo a Draco con una sonrisa, extendiendo mi mano hacía él—

Draco gruñe de molestia al ver que su equipo a perdido. Se mete la mano en los bolsillos y me extiende una bolsa con cuarenta galeones, como si lo hubiese tenido preparado desde el principio. Tomo la pequeña bolsa de color negro y la meto en mi mochila con una enorme sonrisa triunfadora. Sabía perfectamente que el equipo irlandés nunca me fallaría. Me agarro al braco de Draco mientras desaparecemos del estadio y aparecemos en uno de los callejones pocos transitados que se encuentra a poca distancia de nuestro hotel.

Caminamos y entramos en todas las tiendas que nos llaman la atención, deteniéndonos en muchas de ellas simplemente para comprar recuerdos, tanto como para nosotros como para nuestros familiares y amigos. Cuando llega la hora de comer, decidimos descansar de caminar tanto y nos adentramos en el primer restaurante que encontramos, ya que los dos nos estamos muriendo de hambre.

Deberías probar la cerveza negra. —le insisto a Draco en cuanto nos sentamos en una de las pocas mesas libres— Es típica de aquí.

A ti no te gusta. —dice Draco, encogiéndose de hombros y pasándome la carta— ¿Qué te hace pensar que a mi si? 

Pues que tu eres diferente a mi, bobo. —bromeo, tomando la carta— Pruébala, no vas a morirte por hacerlo. 

Observo la carta y me decanto por uno de los platos típicos cuyo nombre me cuesta muchísimo pronunciar. Draco pide lo mismo que yo, excepto que él se decanta por probar la cerveza negra y yo he pedido una coca cola. Las bebidas llegan en apenas unos segundos, así que observo a Draco llevar la enorme jarra de cerveza hacía sus labios. Veo como le pega un sorbo y, con algo de espumilla por encima de sus labios a causa de la cerveza, me mira asintiendo y mostrando aprobación con su mano. 

No se como no te puede gustar esto

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No se como no te puede gustar esto. —dice Draco, señalando la jarra de cerveza— Esta jodidamente deliciosa. 

Para mi esta demasiado fuerte. —comento, tomando una servilleta y limpiándole la espuma de la cerveza— Te habías dejado un bigote de espuma de cerveza.

No se que haría sin ti. —sonríe Draco, acariciando mi mano por encima de la mesa—

Sonrió mientras lo observo beber de nuevo de su cerveza. La comida llega rápidamente, llenando nuestros estómagos hambrientos con un delicioso aroma y un dulce sabor. Me adelanto a Draco y pago la cuenta rápidamente en cuanto terminamos nuestros deliciosos postres. Draco me agarra de la cintura mientras salimos del restaurante y comenzamos a caminar de nuevo por las calles de Irlanda, disfrutando de su vivo ambiente y de sus calles llenas de puestos y gente. Nos detenemos en muchos de los puestos y, como no, acabamos pecando y comprando cosas. No solo paseamos y compramos, sino que también aprovechamos para sacarnos fotos en un ámbiente tan espectacular. 

Cuando la noche cae en la ciudad, decidimos volver al hotel y cenar algo en el restaurante de este. Nos decantamos por una cena ligera, ya que hacía pocas horas nos habíamos metido en un bar y nos habíamos inflado a batidos y a tortitas con frutas. Después de una cena rápida y ligera, subimos a la habitación y nos despogamos de la ropa, metiendola en un cesto para labarla al día siguiente y enfundandonos en nuestros pijamas. Me acurruco en los brazos de Draco y, entre sus caricias y el cansancio, el sueño no tarda en llegar a mi. 

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora