—No puedo creerlo... —Tony estaba sentado abrazando sus rodillas en una de las esquinas del gran cuarto oscuro donde se encontraba. —Todo este tiempo Steve fue un agente de Hydra, ¡¿Cómo rayos no pude notarlo?! —se lamentaba sujetándose el cabello un poco fuerte.
Todo había pasado muy rápido tanto que no recordaba con exactitud lo que había sucedido. De un momento a otro, todo se había venido abajo.
—¿Por qué de todos las personas que existen tenías que ser tu el traidor? —no importaba cuantas veces se preguntaba lo mismo, no podía darse una respuesta.
Finalmente dejó su cabello en paz y vio la habitación a su alrededor con la poca luz de su reactor que sobresalía de su ropa.
—Todos están... Todos... —sollozó un poco, quería llorar, quería desahogarse, quería terminar con todo. —...Muertos...
Steve se había encargado de acabar con todos los vengadores, no quedaba ni uno vivo y él mismo se preguntaba por qué Rogers no lo había matado.
—Steve... Lo peor de todo esto es que te sigo amando... —sonrió con una enorme tristeza, quizá su amor por el Capitán lo había cegado por completo.
Finalmente la puerta se abrió lentamente resonando el horrible rechinido sobre los oídos de Stark. Él estaba aquí.
