Fullsun's Pack.

#21

Los días que siguieron fueron, probablemente, los peores en vida de Haechan. Parecían que las horas no eran suficientes para estar del otro lado de la línea. Había perdido la cuenta de cuantas veces Renjun le llamó. Haechan tenía que mantenerse calmo y seguro, lo sabía, pero dolía demasiado escuchar las voces quebradas de sus cachorros, pidiéndole volver a  casa.

La madrugada del sexto día, Renjun llamó:

—Ha terminado— susurró, con gran incredulidad en cada una de sus sílabas.

Haechan le agradeció y le consoló. El beta sollozaba, confesandole lo mucho que lo amaban, lo mucho que lo extrañaban y como deseaban que volviera a su hogar, con su manada.

Haechan sintió un nudo en su estómago y las lágrimas comezaron a correr sin pedir permiso. Sus piernas flaquearon y cayó de rodillas, sin poder evitarlo.

—Yo también los extraño, bebé— contestó, haciendo su mejor esfuerzo para que su voz no se quebrara—. Quiero volver a casa, y lo haré, pero ahora no puedo. Recuerden que yo estoy allí, con ustedes, tan presente como ustedes están para mi. Solo cierren sus ojos y piensen en nosotros.

—Te amamos, omega— se despidió.

—Los amo, bebé.

Soltó un gran suspiró y dejó que sus emociones fluyeran. Su garganta pareció desgarrarse en sollozos, algo en él se sentía tan liviano que su pecho dolía. Se dejó caer, se permitió romperse, se permitió ser el adolescente asustado que era. Así le encontró Taeyong, quien se limitó a abrazarlo y dejarle llorar.

—Están bien— pensó, sintiéndose tan frágil como el cristal.

Sus niños estaban bien, sus cachorros estaban a salvo.