Capítulo 59

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El resto del día, Kongpob lo disfrutó como ningún otro. No se separó de Arthit ni por un momento o bien sólo lo necesario para comer o ir al baño. Al final del día, estaba tan inmensamente feliz que se quedó dormido con una gran sonrisa e incluso tuvo un agradable sueño con su amado.

Sin embargo, al día siguiente por la mañana, Kongpob estaba empezando a entrar en estado de negación. No se consideraba alguien que odiara su empleo, más bien lo amaba, pero pensar en tener que volver al agotamiento y trabajo diarios, lo desanimaba mucho.

—Arthit... —Llamó a su pareja, sosteniendo su mano antes de que este saliera del auto. —¿No olvidas algo?

Aún después de todo el día de ayer dándose muchos mimos, para Kongpob no era suficiente; y aunque su tanque de Arthit estuviera lleno, él quería más. Así que haló de la mano a su novio para obtener aunque sea un besito más.

Ya sabiendo lo que buscaba su menor, Arthit llevó una mano a su mejilla y le besó cálidamente antes de bajar del auto. Luego se despidió moviendo la mano viendo como el auto se alejaba. Arthit realmente deseaba que hoy Kongpob no tuviera un mal día, odiaba verlo tan cansado.

Sin embargo, ese día, Kongpob lo empezaría tratando con varios clientes y eso significaba pasar casi todo su turno yendo y viniendo de una empresa a otra en su auto. Antes, había pasado a recoger a Toi, el más pequeño de los hermanos que eran sus compañeros; también, dejó a Best la carpeta que ella le había encargado el sábado pasado. La mujer le agradeció con una pequeña sonrisa y le pidió ayuda con otra cosa más, pero esta vez Kongpob se negó, pues tendría más cosas que hacer; por lo tanto, esa tarea pasó a Song quien aceptó casi a regañadientes.

Para la media tarde, el calor era insoportable aunque estuvieran a enero. Tanto Toi como Kongpob iban de camino a ver el último cliente pero debido al tráfico no podían avanzar mucho. En ese momento, Kongpob lamentó el tener que estar atrapado en una situación como esa junto al más quejumbroso de sus colegas de trabajo.

Los conductores a su alrededor hacían sonar el claxon de sus propios coches como si eso hiciera avanzar al tráfico, además del anormal calor y los comentarios fuera de lugar de su compañero, todo estaba haciendo que Kongpob perdiera poco a poco la paciencia. Pero, no dijo nada, y aunque quería golpear su cabeza contra el volante, se puso a pensar en su novio y el maravilloso día que habían tenido el día anterior, eso le hacía sentirse un poco menos estresado y con más deseos de terminar ese día para volver a reunirse con él.

—¿Sabes qué, Nong? Yo me largo de aquí —sentenció el hombre de baja estatura, haciendo un ademán con la mano a manera de despedida y dejando las carpetas con información en los asientos traseros. Antes de que Kongpob pudiera detenerlo, Toi ya se había ido de allí y no lo veía ni siquiera por el espejo retrovisor.

Kongpob suspiró profundo. No podía creer que su compañero había hecho eso, el dejarlo allí solo para terminar con el deber de ambos que era tratar con los clientes de ese día.

Llegó a su propio lugar de trabajo después de un par de horas más. Antes de bajar del auto, se miró por el espejo retrovisor y se percató de que su ceño estaba fruncido y su cabello muy despeinado, pues durante todo el día y debido al estrés, el tocarse el cabello con los dedos había sido un gesto bastante frecuente. Se peinó rápidamente, suspiró y trató de verse lo mejor y más calmado posible, luego fue a reunirse con su jefe para reportarle todo lo de ese día.

Pero todo había ido de mal en peor y Kongpob tenía que admitir que ese día no había sido el mejor en sus días de trabajar allí, para ninguno. Cuando entró a su departamento, todo estaba hecho un caos. En la oficina de su jefe, quien no se veía por ningún lugar, parecía haber arrasado un tornado, Toi y Yai discutían cerca de allí mientras Best intentaba calmarlos y Song vociferaba a los demás empleados para que se calmaran. La mayoría de los trabajadores tenían una expresión de terror en el rostro y los gritos de Song no hacían de la situación una mejor.

III. FrenesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora