Capítulo 41 (parte 3)

1.8K 183 132
                                    

A pesar del hambre y el frío, Arthit se rehusaba a salir de aquel armario. Él no quería arriesgarse y que llegara Kongpob, por lo que pasó horas allí dentro, durante las cuales sintió que sus párpados comenzaban a pesarle, así que al final el sueño le venció. Su cuerpo aún temblaba, tanto de frío como del llanto que aún en sus sueños quería salir. La misma escena se repetía una y otra vez en la mente de Arthit, sobre todas esas veces que Kongpob le decía que le gustaba tanto ir al gimnasio.

Arthit durmió tan profundo que no escuchó que Kongpob entraba nuevamente al vestidor para empezar a abrir las puertas de los armarios. Conforme las abría, el menor se sentía un poco aliviado, pero al mismo tiempo intranquilo. La ropa dentro de los armarios estaba intacta, todo estaba en su lugar; sin embargo, seguía sin encontrar lo más importante para él en ese momento...

—Arthit... —Murmuró, cayendo de rodillas sobre la alfombra cuando vio a su pareja allí, hecho un ovillo en ese reducido espacio que era uno de sus armarios.

Por fin lo había encontrado. Aunque no en las mejores condiciones, ya que las mejillas del mayor estaban manchadas por las lágrimas que aún seguían corriendo por su rostro. Arthit también temblaba, murmurando cosas que Kongpob no alcanzó a entender debido a que las decía entre sueños.

—Amor... Mi sol... —Decía, las lágrimas también amontonándose en sus párpados a causa de un choque de emociones que iban desde alivio hasta culpa.

Sostuvo a su novio en brazos y lo llevó a la cama donde lo recostó con cuidado. El dolor que Kongpob sentía en el hombro había vuelto a ser intenso por el esfuerzo hecho, pero éste no era más grande que el dolor en su corazón cuando notó aquello que Arthit abrazaba tan desesperadamente: una de sus camisas.

Con su cuerpo reconociendo la cómoda superficie de su cama, Arthit se acurrucó más, cobijándose con aquella camisa que tanto olía a su novio. Sin embargo, también se sentía algo incómodo por su espalda lastimada.

Kongpob notó aquello y entonces recordó aquel golpe en la espalda que había recibido Arthit al caer cuando Benz lo empujó. Se levantó de la cama para buscar un botiquín de los que guardaban en los baños y volvió rápidamente para atender a su novio. Aún dormido, el menor lo desvistió con cuidado y, sin quitarle la camisa que abrazaba, lo colocó de manera que tuviera acceso a su lastimada espalda y luego empezó a curarlo.

Pasaba la gasa con agua oxigenada sobre la herida en la espalda del mayor y Kongpob apretaba los dientes, pues se acordaba con enojo de la manera en que Benz empujó a Arthit algunas horas antes. Le habría gustado darle a Benz un buen golpe, tanto por besarlo a la fuerza, pero también por haberse atrevido a tocar a su novio, aunque en el momento el menor estaba tan asustado por ver a Arthit recibir un empujón, que sólo podía interponerse entre ambos para que éste no saliera más lastimado. Ahora, ya mucho más tranquilo que entonces, agradecía no haber respondido a sus impulsos allá en los vestidores del gimnasio; de otro modo, estaba seguro de que las cosas habrían terminado de una forma menos agradable.

Podía darse cuenta de que su novio sollozaba en sueños incluso cuando terminó de curarlo. Ahora ambos descansaban bocabajo, con Kongpob al lado de Arthit observando las lágrimas de éste morir en la funda ya húmeda de la almohada bajo su cabeza.

Kongpob limpiaba con sus dedos las mejillas de su pareja, pero hacerlo parecía en vano pues éstas pronto se veían empapadas de nuevo. Se preguntaba si algún día a Arthit se le acabarían las lágrimas o si habría algún día en que podría verlo llorar sin sentir su corazón ser estrujado fuertemente.

En sus sueños, Arthit vía escenas que su mente creaba. Benz y Kongpob estaban en el gimnasio, él podía verlos, pero ellos no lo podían ver a él. Al parecer, en su sueño, Kongpob acababa de llegar y le decía a su instructor que le dolían las piernas por el ejercicio de la clase pasada, así que el trabajador del gimnasio le propuso un masaje. En otra escena, Kongpob estaba en una camilla y Benz de pie junto a él, dándole un masaje en la zona afectada, pero podía ver que aquel hombre mirar a su novio con deseo: mordía su labio y pasaba la mirada por todo su cuerpo. Ganas de golpearlo atacaron el cuerpo de Arthit, él quería hacer algo, pero no podía moverse y sólo lagrimas salían. Las manos de Benz subían cada vez más hasta los muslos de Kongpob y el enojo de Arthit crecía más y más. Cuando su cuerpo no lo soportó más, despertó.

III. FrenesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora