CAPITULO 49: LA ULTIMA TEMPESTAD

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La batalla continuo hasta el  anochecer, cuando el ultimo rayo de luz se oculto en el horizonte, las Hordas de Arácnidos se habían disipado. Las tropas de Cassian y Tempest habían sufrido bajas considerables, pero la mayoría seguían con vida. Los Dragones curaban las heridas de sus compañeros y terminaban con el sufrimiento de los agonizantes. A pesar de la ventaja numérica que poseían los Invasores, Tempest se prometió a si misma no darse por vencida hasta ver al ultimo Marauder morir.

Cassian ideaba miles de estrategias para ingresar a la Nodriza, desde robar una nave Marauder, hasta pedirle a un grupo de Dragones que lo custodiaran hasta la entrada mas cercana. Necesitaba ir por su hijo, necesitaba saber que aquella falsa Diosa no le había puesto un dedo encima a su pequeño. Necesitaba verlo con vida, lo quería ver sano y a salvo.

Sus deseos de ver a la Diosa se cumplirían aquella misma noche, alejado de todo y de todos, en un lugar recóndito y oculto de la vasta playa. Un lugar oculto y en silencio.

La luna se cernía iluminando la costa mientras el agua creaba un reflejo del cielo nocturno, la Nodriza impedía que la Bodeva Celeste enseñara toda su majestuosidad a los habitantes de Equs. De alguna u otra forma, iban a derribar la nave, eso lo darían por hecho. Cassian Fireblood comía tranquilamente un apéndice de Arácnido observando las olas chocar contra la arena y humedecer y mojar las patas de los soldados. Tempest comía igualmente alguna extremidad de Arácnido, contemplando la vastedad del océano que se cernía al frente suyo.

De niña siempre quiso conocer la playa, siempre se imaginaba las historias que le contaban acerca de la belleza de la costa, donde ola tierra y el mar chocaban entre si formando un paisaje de ensueño. Pues bien, ahora conocía la playa, pero no de la forma en que le hubiera gustado conocerla. No de esta forma.

De pronto recordó la promesa que le había hecho Gideon. "Prometo ser tu esposa y la madre de tus hijos", las largimas comenzaron a brotar de sus ojos, pero sin llanto, tan solo resbalaban sobre sus mejillas. De verdad ella deseaba ser la madre de un hermoso potrillo/potrilla, deseaba escuchar su respiración, sentir su pequeño corazón latir, ver sus ojos abrirse por primera vez.

—¿Estas bien Tempest?— pregunto la voz de Cassian detrás suyo.

Ella lo volteo a ver, le dedico una sonrisa honesta.

—Si estoy bien Cassian...es solo que...hay algo que quisiera hablar contigo.

—¿De que se trata?

Ella lo pensó muy bien si debía de hablar de un tema tan intimo con Cassian, no era que no le tuviera confianza al Alicornio, solo que esto significaba un tema muy personal para ella, tal vez debía saber la opinión de una yegua sobre la maternidad, pero ella era la única yegua en todo el pequeño ejercito que dormía sobre la playa, por lo que preguntarle a Cassian no sería demasiado arriesgado según su criterio.

—¿Que se siente ser el padre de un potrillo?

Cassian suspiro, no se esperaba una pregunta tan directa y dolorosa, sobretodo en la situación en la que estaba, Tempest al ver la reacción de Cassian se arrepintió de haberle preguntado sobre eso.

—¡Discúlpame Cassian, no era a mi intención...!— chillo repentinamente por la reacción de su compañero.

—No, no te preocupes, puedo responder esa pregunta.

Ella lo vio a los ojos, viendo la amabilidad que era capaz de brindar aquel alicornio. De no estar enamorada perdidamente de Gideon, sin lugar a dudas su candidato ideal a pareja sería Cassian, aunque aquella posibilidad estaba muy bien escondida dentro de su subconsciente, por lo que nunca la considero o pensó en ello.

INVASIÓN: LOS NUEVOS DIOSES (HISTORIA 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora