3. Blake; Conocer.

68 7 62
                                    

— ¿Puedo pasar? —la voz de mi hermano hizo que levantara por primera vez la cabeza del ordenador.

Estaba intentando encontrar sonidos para versionar una canción, pero no encontraba del todo de conseguir algo que me convenciese. Acabaría haciéndola en acústica, como siempre. No las subía a ninguna parte, pero me gustaba tenerlas en el ordenador, ir viendo lo que progresaba musicalmente con la práctica. Llevaba años tocando el piano, y con la mudanza, se le sumó la guitarra. Creo que aún ahora lo único que me ayuda a expresarme de verdad es la música. Tocar hasta acabar con los dedos ardiendo más que el corazón. Mis mejores incendios.

— Claro —cerré el programa para centrar toda mi atención en aquel grandullón.

— ¿Qué tal? —se tumbó distraídamente en mi cama, como si no me hubiera dejado a medias por la mañana con la conversación el sinvergüenza.

— Pensando en que no me haces partícipe de tu vida porque no conozco a tus amigos.

— Tú nunca has querido conocerlos.

— Tampoco me lo has ofrecido nunca.

— ¿Estamos hablando de la misma persona? ¿De la misma Blake que cada vez que tiene que salir de casa pone cara de haberse acercado un pasito a la muerte? ¿De la Blake que cada vez que le hablo de socializar me saca las garras y me enseña los dientes? ¿Seguro?

— Bah, paso de ti —volví a abrir el portátil, solo como excusa para no mirarle, porque llevaba razón y eso me alteraba los nervios.

— Sabes que no miento. Que yo te presento al equipo cuando quieras, te presento a Engla, a Vero, a quien tú quieras, rubia, te los presento a todos. Pero quiero que estés cómoda. Es mi condición para hacerlo.

— Bueno. Vamos viendo —le dediqué una rápida mirada de reojo y busqué la letra de la canción para hacer parecer que la tensión que notaba dentro no era real.

— Engla es amiga del instituto, Blake. No tiene mayor misterio. La conocí hace tres años, solo tiene un año menos que yo.

Con que sí había repetido.

— Hicimos migas porque la ayudé con una movida que tenía y desde entonces. Es la chavala a la que voy a ver tocar algunos findes, te he hablado de ella.

Toca. ¿Toca música? Música.

— ¿Estás enfadada?

— No.

— ¿Me lo prometes?

— Sí, Will. Te lo prometo —miraba a la pantalla sin mirarla en realidad, ni siquiera para responderle la despegué de ahí.

Había un runrún muy poderoso que se repetía en bucle en mi cabeza. Por fin algo que parecía merecer la pena.

— Te ha interesado —le sentí abrir la boca sin verle, el dramático.

— No.

— Dime eso a la cara —y al intentar hacerle caso, sus ojos entornados me hicieron bufar.

— Me ha interesado su música. Que no sé qué toca, pero que... Ay, no sé. Da igual.

— Háblale mañana —una sonrisa pícara, nada bueno estaría tramando en su cabeza.

— No.

— Es muy maja. Tiene sus cosas, pero es maja.

— Que no, William. No voy a hablarle, no me interesa. No es tan difícil, estoy siendo muy clara.

— Pues acompáñame este sábado, toca en el bar. Así sabes más o menos el rollo que tiene. Seguro que te gusta.

— Me lo pienso.

Postdata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora