16. Engla; 4ª fase: Depresión.

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— Oye, Engla —llamó mi atención Miriam—. Prométeme una cosa.

— Uy, qué miedo. Dime —se acercó a mí en el sofá, con cuidado de no volcar la bolsa de patatas que tenía en el regazo y me miró con pena.

— Gane quien gane esta noche, no nos vamos a pelear, ¿verdad? Pase lo que pase, aunque tú vayas con Natalia y yo con Alba, ¿me lo prometes?

— Pero, ¿eres tonta? Obviamente no nos vamos a pelear por esa tontería. Yo estaré igual de feliz si gana una como si gana la otra.

— Genial —me dedicó una sonrisa que dejaba atrás el pequeño momento de tensión y se apoyó en mis piernas, acariciándome por encima del pantalón de pijama—. ¿Sabes?

— ¿Te has vuelto a equivocar?

— Hostia, cómo hilas —se rio a carcajada limpia por la referencia y, una vez se calmó, volvió a hablar—. Digo, que... a veces me llama la atención lo poco que me has hablado de tu ex en comparación con lo que me has contado que pasó —se centró en el baile de mis pupilas sobre las suyas, esperando alguna reacción, algo, aunque no me nació, me quedé estática, sin poder siquiera abrir la boca—. Si no quieres hablar de ello, no pasa nada, era solo una observación. A otra cosa —se reacomodó y sacó una de las bolitas saladas de su envoltorio.

— No tengo mucho que decir porque todo lo que he pensado alguna vez lo he dejado por escrito —rompí el silencio que solo había estado amenizado por el suave sonido lejano de la televisión.

— Oh —no se movió, literalmente, se quedó quieta en el momento—. Vale.

— Cuando sentía que tenía que decirle algo, o que tenía que expresar algo, lo que fuera, en relación con ella, cogía uno de mis cuadernos y lo anotaba ahí. Me vino bien durante una temporada, porque había veces que con ella era complicado hablar de sentimientos.

— Entiendo —volvió a girar la cabeza, mirándome desde su posición.

— Creo que me vendría bien leerlo todo, ¿quieres?

— ¿Cómo? —se quedó perpleja.

— Para dejarla ir, por completo. Creo que sigo teniendo el cuaderno por aquí —me levanté para buscarlo.

— En, ¿estás segura?

— Toma —le tendí la libreta abierta por la página que sabía que daba paso a todo lo que me había salido de dentro—. ¿Me lees en voz alta?

— Vale... A ver... Veintiuno del doce del dos mil dieciséis, querida Blake, dos puntos.


21-12-2016

Querida Blake:

Quedan 4 días para navidad. En casa está el árbol encendido desde hace semanas. En realidad me hace gracia, porque ni mi madre ni yo somos creyentes, pero nos hace ilusión tener algo al año que celebrar.

Llevamos 8 días sin vernos y creo que debería decirte que me he malacostumbrado a tenerte cerca. Recuerdo que el primer día que te vi estaba teniendo una mañana de mierda, creía que me iba a caer allí mismo del estrés y la ansiedad. Pero estabas tan guapa... Como siempre, en tus mundos. Espero que en tu cabeza tuvieras alguna melodía a punto de asomar.

Te echo de menos. No sé por qué, pero lo hago.

¿Es muy pronto todavía?

Engla


1-1-2017

Me has llamado a las 12 en punto para felicitarme el año.

Postdata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora