8. Engla; Des-Hacerse

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El corazón me bombeaba en el pecho con fuerza, con tanta que notaba el riego sanguíneo rebotarme por cada una de mis venas. Estaba temblando por dentro, por mucho que me empeñase en hacerme la segura delante de ella. Nunca había tenido valentía suficiente para dar el primer paso, pero con Blake era diferente, siempre todo era diferente. Había ido asimilándolo poco a poco, aunque todo llegase de golpe, como cuando te quedas en la cama, cierras los ojos y vas durmiéndote lentamente hasta que, de repente, te despiertas y sabes que te has dormido pero nunca llegases a saber del todo cuándo lo hiciste. Así. Así me había empezado a gustar la rubia.

Después de enero, del primer abrazo, de aquél ataque de ansiedad que derivó en ella en mi casa, en la primera línea de mis recuerdos, habían venido más, constantes, incesantes, acogedoras. Me había complicado en demasía no encoñarme de ella. Prácticamente imposible.

— ¿Y esto? —carraspeó cuando escuchó salir su voz un tanto distorsionada.

— Ya te he dicho que quería decirle algo a una persona... No sé si se entiende —los nervios me treparon en el estómago al tiempo que la veía abrir la boca, los ojos, creo que hasta las aletas de su nariz, cogía aire inflando su pecho, dejándome saber que esto era nuevo, que no sabía qué hacer ni qué decir, me había entendido, lo había entendido todo.

— Pues —un nuevo carraspeo—... em... esto... sí. A ver, si quieres decir que —casi se atraganta con su propia saliva—... que hay alguien que te gusta y que estás superando heridas para estar con ella... Sí, lo he entendido —recuperó la entereza para la última frase, se irguió en la silla, poniéndose recta, haciéndome tragar con dureza. Había vuelto la seguridad que me atacaba las entrañas de una intranquilidad demasiado excitante para lo que había estado experimentando hasta ese momento.

— Sí, entonces sí me he expresado bien —le sonreí, con el temblor haciendo estragos en mis labios.

Nos quedamos mirándonos, en la quietud del silencio tan poco característico entre nosotras. Un acentuado azul marino me llegaba a la parte trasera del cerebro, provocándome una profunda sensación de placer que llevaba acompañando a la presencia de Blake desde hacía unos meses. Con ella no tenía un punto medio entre la calma y la agitación, entre lo agudo y lo grave, se difuminaban los límites cuando la tenía cerca. Y no me importaba lo más mínimo porque me hacía sentir bien. Me hacía sentir genial. Sus manos se enredaban en mí de la misma manera en la que mis pensamientos lo hacían todas las noches en su nombre.

Estoy jodidamente pillada de Blake Hunter. Hostia puta. 

Llevaba autoconvenciéndome varias semanas, quizá el último mes, de que lo que ella me provocaba era simple curiosidad, quizá el morbo de lo diferente que resultaba del resto, de la gratitud de que me tratase como si no tuviera psicosis, la atracción de su inteligencia. Pero iba más allá, su presencia me empezaba a poner nerviosa, de estos nervios que te envuelven el estómago en cosquillas, de los que te encogen el corazón y te dan un subidón de adrenalina, que te hacen sentir la segregación de endorfinas en el cerebro. Su contacto, aunque escaso para lo que me gustaría, provocaba en mí un cúmulo de corrientes eléctricas que erizaban cada poro de la zona afectada. Joder que si iba más allá, estaba empezando a colarme por alguien que no sabía lo que era querer, porque si algo me había quedado claro de ella era que no tenía ni idea de lo que era el amor, del de pareja, el fraternal me lo demostraba cada vez que hablaba de Will.

Maldito el día en que nos cruzamos, porque ahora yo me encontraba entre la espada y la pared, sin saber si decírselo era la manera más adecuada de salir del paso. ¿Y si ella simplemente no quería algo así? ¿Y si solo me veía como amiga? ¿Y si el hecho de que me gustase perjudicaba toda nuestra amistad? ¿Y si...?

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