10. Engla; Psicología.

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— Amor —la llamé cuando noté su aliento en mi cuello, dejando en él besos húmedos—. Amor —repetí al ver que no me hacía caso.

— Dime —susurró en mi oído, erizando cada centímetro de mi piel.

— Tengo que decirte algo —paró de golpe, dedicándome una mirada desubicada.

— ¿Estás bien?

— Sí, pero quiero contártelo, tengo la mente dando vueltas con esto y no me voy a concentrar si lo hacemos.

— Vale, pues cuéntame —se sentó en la cama a mi lado, prestando toda su atención en mí.

— Hablé con mi madre por el tema este de... bueno, ya sabes... Y me comentó de buscar un psicólogo para ir poniendo a punto mi interior... Y mañana tengo la primera cita.

— ¿Y por qué no me lo habías dicho antes? —la sorpresa que había teñido su pregunta me resquebrajó un poquito por dentro.

— Porque quería asumirlo primero. Sabes que a mí estas cosas me dan... respeto. Y la verdad es que no estaba segura del todo, no lo estoy aún, pero sé que me va a venir bien. Necesito un poquito de calma. Creo que me lo merezco.

— Como la que más —se acercó después de procesar la información y dejó un suave beso sobre mi frente, calmando de golpe cualquier inseguridad que pudiera haberme generado.

— ¿Me acompañarías?

— ¿Quieres que lo haga?

— ¿Para qué te lo he pedido si no?

— ¿De verdad?

— Que sí. Pero no te asustes, ¿vale? Que seguro que me hace cositas en la mente.

— ¿Pero cómo me voy a asustar, pava?

— No sé, yo aviso primero —las cejas fruncidas, un suspiro y, de nuevo, el peso del mundo, fue lo siguiente que sentí.


***


— Hombre, las novias de España, ¿cómo lo lleváis? —Rubén se acercó a nosotras, que andábamos calmadamente con una conversación propia de quien se levanta a las siete de la mañana un lunes después de haberse dormido a las dos de la mañana.

— Pues bien, con un poco de sueño —respondió por mí Blake, al ver que solo de pensar en lo poco que había dormido me salió un bostezo—. Chica, pero ponte la mano —dijo mientras hacía lo que me estaba pidiendo con la suya.

— ¿Cómo llevas el examen de inglés? Lo tenéis hoy, ¿no? A ti ni te pregunto, vamos —señaló a mi compañera y se quedó esperando alguna respuesta que a mi cabeza le estaba costando procesar.

— Bien, creo, no sé. Ya no me acuerdo ni en qué día vivo.

— Si sabes que se le da guay, ¿para qué preguntas? —puntualizó la rubia mientras le pasaba un brazo por los hombros a mi amigo—. Por cierto, ¿Lara? —buscó a la chica en cuestión, siempre solía llegar a la hora justa en la que abrían puertas, pero aquella vez no fue el caso.

Blake se había integrado fácil en mi grupo de amistades, que a su vez la habían adoptado sin problemas. Era una más, y a mí me calentaba el pecho saber que personas tan importantes para mí fueran así de cercanas. A mi novia -porque sí, habíamos consolidado la relación poco a poco hasta que un día simplemente nos salió aquella etiqueta- le hicieron falta algunos meses para acostumbrarse a aquel cambio de ambiente, necesitó momentos en los que alejarse del mundo para ir asimilando paso a paso todo lo nuevo que llegó a su vida. Tampoco es que hubiera huido, pero siempre había vuelto. Todas las veces que pareció irse, volvió. Y a mí eso me generaba una seguridad apasionante, después de las mil dudas e incertidumbres que había provocado en mí la relación con Amber. Ahora entendía mucho mejor aquello que me habían dicho sobre ella cuando apenas la conocía todavía, lo de que tenía un aura diferente entre tanto igual. Y es que a pesar de que no hiciera nada particular, con ella todo sabía distinto.

Postdata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora