18. Engla; 5ª fase: Aceptación.

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Junio había llegado lento, casi con pereza, como si nunca fuera a hacerlo. Y con él llegaron los exámenes de recuperación, porque el primer cuatrimestre se fue a pique desde el primer día que puse un pie en él. Miriam me había ayudado, pero seguía teniendo tantas palomas en la cabeza que me fue imposible aprobarlas todas. Y no pasó nada, porque volvió a estar para mí en el segundo cuatrimestre, y en las segundas convocatorias, consiguiendo mucho mejores resultados. Aceptar que todo lo que empieza, a veces, tiene un final, cerrar capítulos, conseguir pasar página tuvo una parte positiva: me sirvió para abrirme a la gente maravillosa que estaba descubriendo en la universidad. Tenía una nueva familia con la que salir a ver las calles de Madrid, con la que bailar hasta que doliesen los pies y nos retumbasen todas las ideas en la cabeza, con la que conseguir hacer de "Este amor ya no se toca" el himno oficial de una amistad a cuatro bandas que me había devuelto las energías. Pero además, comprendí que mucho más allá del amor que pudiera sentir por Blake, debía persistir el que me tenía a mí. Había conseguido recobrar cierta perspectiva.

— Entonces, ¿qué? ¿Te gusta? —preguntó la otra morena, que me observaba, impaciente por una respuesta a su elección de ropa, a través del espejo del probador.

— Me encanta, Mir.

— Te queda genial. Hoy ligas, tronca, te lo digo ya.

— Tampoco es que quiera hacerlo... —comenté, resignada.

— Pues seguro que lo haces involuntariamente. Escúchame —me dio media vuelta para quedar de lado frente al reflejo—, ¿tú has visto el culazo que te hace estos pantalones?

— No tengo ganas de eso —remarqué la última palabra—, estoy bien sola. Quiero dedicarme a mí. Por fin he terminado las recus y quiero relajarme, pasarlo bien y dejarme la garganta. Es un día para estar contigo.

— Está bien —alzó las manos en señal de rendición—. Pero como encuentres a alguien que te interese, no pienso ayudarte. Yo te aviso, que luego pasa lo que pasa y no —levantó un dedo acusador y me miró con la ceja alzada.

— Anda, tira pa' fuera, vamos a pagar esto, dramas —le empujé con rabia fingida después de quitarme lo que me había probado y ponerme de nuevo la ropa que llevaba anteriormente.

— Oye, una cosita... —se quedó pensativa mientras veíamos cómo la dependienta ponía mi compra en una bolsa.

— Dime —le di la palabra.

— ¿Crees que tendré posibilidades con Sara?

— ¿Sara? ¿La de la última fila o la de gafas?

— La de gafas, sí. Es que es súper mona y... no sé —hizo un puchero.

— ¿Es bollera?

— No lo sé, creo que es bi. No es que vaya yo por ahí preguntando estas cosas, ¿sabes?

— ¿Te imaginas? "Hola, me llamo Miriam y soy bollera, ¿y tú? ¿Te gustan los tíos, las tías o ambos?".

— ¡Deja de burlarte!

— Va, pero en serio, habréis hablado, te habrá dicho algo, un indicio, lo que sea.

— Pues... Creo que me tira la caña, pero solo suposiciones, nada en claro.

— Invítala a venir esta noche.

— ¿En serio?

— Claro. Ya puestas avisamos también a Marina y Pau, ellas se llevan, ¿no? —la vi asentir—. Pues eso, que cuantas más, mejor. Así no me quedo solita cuando os lieis y tengo con quién bailar —le sonreí de la manera más inocente que supe, recibiendo de vuelta una burla, bien merecida.

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