19. Blake; Volver.

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Recorrió con la fina punta de sus dedos mi mandíbula, jugando como estaba en mi boca con su lengua hacía el cóctel perfecto para un estallido de mis sentidos. Noté la piel erizarse al contacto de sus uñas bajando por mis hombros, buscando entre lo que le dejaba la camiseta a la vista. 

Me asombraba aún a estas alturas, casi ocho meses después de nuestro primer beso, la capacidad que tenía de hacerme sentir tantas cosas por dentro a la vez que me costaba poner en orden y jerarquía cuál de ellas me gustaba más, porque todas me encantaban. Yo me gustaba cuando estaba con Elyan. Era algo que había aprendido con el tiempo, no es que fuera una persona distinta a solas, ni siquiera que no me gustara esa parte de mí menos social... era más bien que habíamos encontrado el punto de equilibrio perfecto en el que éramos juntas dos personas completas. Por fin podía decir aquello con orgullo. Yo era mi mejor versión todos los días, pero cuando estaba con ella, también me disfrutaba más. Supongo que son los efectos de la oxitocina, quién sabe. Yo solo tenía claro que aquella mujer que tenía enfrente me tenía tan llena que cabíamos las dos y poco más en nuestra burbuja. 

Sin embargo, como siempre, porque para mi desgracia siempre existe un pero, había un pequeño detalle, ínfimo, minúsculo, casi nada notorio, que me preocupaba con ella: el sexo. No es que nos fuera mal, tenía su punto, a mí me volvía loca, aunque solo fuera por sentirla de manera más directa... era que... bueno, ella tenía ciertas reticencias.

— Amor... —le llamé la atención cuando ella prestó por completo la suya a mi cuello, no me hizo caso—. Elyan, amor —intenté otra vez, tampoco con mucho éxito—. Elyan.

— Dime —alargó las palabras, como si le salieran perezosas de su boca, tan centrada como la tenía en provocar remolinos en mi bajo vientre.

— ¿Cuándo me vas a dejar...?

— Hmm —paseó su nariz de camino a mi oreja, donde emitió un sonido que bien pudo ser el ronroneo de un gato—... Si te lo ganas, quizá hoy.

— ¿En serio? —me alejé de ella, ante su atónita mirada, juzgándola con la mía—. ¿Crees que lo quiero como un premio? El, yo solo quiero que tú sientas lo mismo que me haces a mí.

— Blake, ya hemos hablado de esto... —se echó hacia atrás, en mis piernas, sentada a horcajadas como estaba.

— No, no lo hemos hecho, eso es lo que más me molesta —busqué que devolviera sus pupilas a mí, consiguiendo de vuelta solo frustración en forma de tensión en sus músculos y respiración arrítmica.

— Bueno, pues tú dirás —se cruzó de brazos, desafiante.

— Ey, ¿puedes relajarte un poco? Solo quiero que solucionemos esto como dos personas adultas y en completo consenso en la pareja. ¿No crees que será mejor hablarlo y mirar si podemos solucionarlo que no estar constantemente con la duda y las dos cabreadas cada una por un motivo diferente?

— Vale, perdona... No me gusta hablar de eso —agachó la cabeza, que yo me encargué de volver a erguir sobre sus hombros. Lo último que quería era hacerla sentir mal.

— Amor... Me lleva comiendo desde la primera vez este tema... Y es que siempre haces lo mismo... Al principio pensaba que no estabas a gusto, quizá que simplemente no te apetecía y me cagué un poco pensando que te presionaba para que lo hiciéramos, pero... cuando empezaste a ser tú la que lo iniciaba...

— Te deseo, Blake, no es eso. De verdad que no —dejó caer los hombros, casi como si acabase de aceptar una derrota.

— ¿Entonces por qué no me dejas tocarte? —ella suspiró, clavando los ojos al trozo de cabecero que quedaba a mi lado derecho, como si estuviera ordenando sus ideas.

Postdata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora