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Ander guardó la hoja que contenía los resultados de su trabajo y entró a su habitación por el celular. Al salir, vio que por primera vez la puerta de su amigo estaba abierta, la curiosidad de entrar estaba ahí, pero siempre había sido muy respetuoso y quería seguir siéndolo. Estaba más que claro que a Joel no le gustaría que él entrara sin permiso.

Negó con la cabeza y se dirigió a la puerta principal cuando oyó que alguien tocaba, en parte agradecía que matarán la tentación. Rodó los ojos cuando vio que las personas que estaban afuera eran los padres de Joel, no porque le desagradara su presencia, sino porque las visitas no eran los suyo, ahora debía atenderlos formalmente.

—¿Qué tal, Ander? —levantó la cabeza con una sonrisa para responder al saludo del señor.

—¿Puedes decirle a Joel que estamos aquí? —ahora habló Patricia —. Necesitamos hablar con él.

—No se encuentra, señora, salió con un amigo.

—¿Es en serio?

Ander se encogió de hombros, justo en el momento en que Joel apareció detrás de ellos.

—Ahí está, yo los dejo hablar —se fue a la habitación y cerró la puerta.

El rizado al verlos, borró su sonrisa lentamente y se separó un poco de Zabdiel, a quien había invitado a pasar un momento. Estaba claro que nunca se llevaría del todo bien con sus padres, pero nada perdía con al menos intentarlo. Puso su mejor cara, organizó su postura y miró a su amigo con determinación, los saludaría y luego seguiría con la charla.

—¿Quiénes son? —el tono de Zabdiel era casi inaudible.

—Mis padres —respondió con un tono más elevado, probablemente logrando que los demás escucharan.

—Joel, queremos hablar contigo.

Asintió con una sonrisa tranquila y relajada, tampoco iba a demostrar que realmente le dolía no tenerlos. Obviamente los necesitaba, el apoyo de una madre y un padre nunca estaba de más, pero no pensaba rogar por amor, si ellos querían tenerlo en su vida como segunda opción, él haría exactamente lo mismo.

—Deja tu maldita inmadurez, no vengas a comportarte como un niño de cinco años que solo quiere la atención para él —escuchar a su madre diciendo eso dolía, pero no podía ni quería admitirlo —. Siempre has...

—Ya —interrumpió al recordar la presencia del rubio, lo que menos quería era que su nuevo amigo supiera todos sus problemas —. Voy a ignorar el hecho de que ni siquiera dan un saludo, vienen solo a hacer su papel de padres estrictos cuando no tienen ningún derecho sobre mí.

—Eres menor de edad, claro que lo tenemos —ahora Francisco intervino furioso, pues seguramente no iba a permitir que le hablaran así.

—¡Y odio serlo!, no soporto que después de tanta ausencia ustedes vengan como si nada —Zabdiel se acercó a su amigo y puso la mano en su hombro para tratar de calmarlo —. Déjenme en paz si no pueden quererme, busquen el hijo que desean en otros chicos si gustan, ¡pero déjenme en paz!

—Joel, vámonos, tienes que relajarte.

La pareja notó por primera vez al otro chico que estaba con su hijo, simplemente dejaron que se lo llevara de nuevo al auto. Era imposible hablar con él.

—Los odio, Zabdiel, juro que odio ser su hijo —el recién nombrado lo tomó de las manos para que no fuera a hacerse daño y lo obligó a subirse.

—Cálmate —subió las manos a su rostro y limpió las lágrimas que caían de sus ojos —. Cuando la gente está enojada dice cosas que no quiere, luego terminan arrepentidos, Joe, no hables cuando estés molesto, seguro que no quieres decir eso.

Aléjate De Mí ||Virgato||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora