Capitulo 7

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Marty tragó fuerte cuando miró su nueva vestimenta. Ella había pensado que la ropa de Wani era escandalosa la primera vez que la vio, recordó frunciendo el ceño. Al menos esa ropa era para que la mujer se sintiera orgullosa, moderna, en el sentido que declara a cada persona que las mujeres Wani estaban a cargo, y que iban a llevar sus placeres a donde quisieran y con quien quisieran.

De hecho, las Wani no tenían relaciones sexuales para procrear. Copularían con un hombre con la intención de quedar embarazada cuando sus necesidades biológicas se hicieran enormes y estuvieran ovulando. Pero hasta ahí se extendía el rol masculino. Los hombres Wani no tenían derechos como padres y nunca se les permitía hablar a sus niñas como otra cosa que como un sirviente. Marty no estaba de acuerdo, pero no le quedaba otra que aceptarlo.

Había sido catapultada de un tiempo y un lugar donde la igualdad de los sexos estaba a punto de suceder a un mundo donde reinaban las mujeres. Unas pocas semanas después fue capturada en batalla y su rol había sido revertido nuevamente pero esta vez en dirección opuesta.

Era una esclava. Una esclava sexual.

Esa idea ofendió cada hueso femenino de su cuerpo.

Las otras mujeres del harem habían referido su esclavización como -sirvienta fiel- y la habían informado que ella sería liberada para continuar con su vida luego de que pasaran los cinco años Yessat. Se lo llamara como se lo llamara, para Marty todavía era esclavitud. Podía ser una forma de esclavitud que tenía una fecha final pero era esclavitud al fin.

No sabía qué pensar, no sabía qué hacer. Todo se sentía irreal, como si en cualquier momento fuese a despertar. Aunque tratara, simplemente no podía aceptar el hecho de que había sido capturada en una guerra en un planeta alienígeno y arrojada al harem de un gigante caudillo en una luna roja.

De pronto, Marty no protestó cuando fue guiada por un escolta de su cuarto privado dentro de la suite del harem a la sala de congregación, que se encontraba en el medio de la suite misma, y que consistía en nada más que un gran cuarto, con almohadas esponjosas esparcidas por todos lados, y pieles de animales de susurro bajo, de cualquier tono imaginable. Esto no era real pensó, mientras sus ojos avistaban con cautela, cómo puede esto ser real?

El sonido de gemidos femeninos perfumaba el aire, hacía eco desde la propia suite del harem.

Un gruñido de un hombre acompañaba, era el sonido que tiende a realizar un hombre cuando se masturba, poniendo de relieve el hecho que su captor estaba en ese cuarto, y que ya se había ocupado bastante de hacer lo que aparentemente sabía hacer mejor.

No era un sueño en absoluto.

Lo primero que Marty notó, mientras las sirvientas fieles de topless a cada lado suyo la escoltaban a la cámara del harem, fue que el Rey de Morak aparentemente, tenía un apetito sexual angurriento. Hermosas mujeres desnudas se paseaban por todos lados, al menos cientos de ellas, todas con ningún otro propósito que dar placer sexual a un sólo hombre. Las diez o quince sirvientas fieles que podían acercarse al caudillo en cuestión estaban todas sobre él, tocándolo, besándolo, acariciándolo, haciendo lo que pudieran para excitarlo y darle placer.

Él yacía con sus manos tras su cabeza y sus ojos cerrados, su boca pegada a un largo pezón de una sirvienta, jalándolo.

Las manos femeninas estaban por todos lados, acariciando cada pulgada de su carne. Las mujeres del harem ponían su atención sobre una parte específica de su cuerpo, aparentemente cualquier parte que les hubiera sido asignada excitar, e hacían todo lo que tuvieran en su poder para que esa parte de su cuerpo sintiera placer. A algunas sirvientas se les había asignado no más que un músculo de la pantorrilla o el bíceps, pero ponían toda su sensualidad en frotar y besar ese músculo de la pantorrilla o bíceps, haciéndolo temblar y sentir sensual para el amo.

Esclavizado (H.S) 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora