Capítulo 12

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“Como lo aburrían las reuniones de la Orden”. Pensaba Charlie por enésima vez esa mañana, y es que él era un hombre más de acción y no de palabras, por eso había elegido su trabajo de domador de dragones, eso sí que lo mantenía en su salsa, pero estas discusiones reiteradas que no llegaban a nada lo aburrían sobremanera haciéndole arrepentirse de haberse quedado y abandonar la reserva, por más que su madre siempre le repetía que estaba feliz de que estuviera con ellos.

-¿Y si investigamos otra vez en el Callejón Oscuro?

   Rodó los ojos ante la pregunta de Dedalus que desencadenó otro debate de cómo lo iban a hacer, quiénes iban a ir y cuándo, pensando que si lo que querían en verdad era encontrar a Harry simplemente debían ir por ello y no estar perdiendo el tiempo en reuniones viendo cómo lo harían.

-Él cree que es todo una estrategia para despistar –informó Snape entonces, haciéndole volver su atención nuevamente a la reunión –Pero que tienen a Potter escondido en algún lugar.

   Charlie miró al hombre sentado frente a él, seguro e indiferente ante el tema como si no le importara la desaparición de Harry. No podía negar que, a pesar que le había empezado a resultar una presencia indeseable desde hacía un tiempo, en cierto sentido lo admiraba, principalmente por lo fácil que parecía resultarle el fingir ante los demás sin inmutarse en lo más mínimo; al contrario de él que era muy “transparente”, como le decía su madre… Aunque últimamente lo había estado haciendo, y mucho.

   Se percató que la reunión había terminado cuando todos a su alrededor comenzaron a ponerse de pie. “Al fin”, pensó, ya no soportaba más estar allí sentado. Salió de Grimmauld Place apresuradamente, sin importarle que Lupin parecía querer hablar con él, no tenía tiempo en ese momento, ya había tenido más charla de la que podía soportar en un día. Ni bien hubo atravesado la puerta de salida pensó en el destino que había querido llegar prácticamente desde que se levantó esa mañana.

   Se apareció lo más cerca que le permitían las protecciones de la magnífica casa solariega que se alzaba ante él, a la cual no le prestó realmente atención, caminó hacia la puerta principal y llamó suavemente.

-¿Quién? –Preguntó una voz suave desde dentro.

-Soy yo –contestó el muchacho –Abre.

-¿Qué yo?

   Charlie rodó los ojos. Siempre era lo mismo antes de dejarle pasar, aun así contestó. –Charlie Weasley, segundo hijo de Arthur y Molly Weasley. Domador de dragones en una reserva de Rumania.

-¿Cómo puedo saber que eres quién dices?

-Si abres lo verás –No recibió respuestas desde dentro ante eso. Sabía que le estaba provocando para que llegue hasta el final como siempre, por lo que agregó con una sonrisa –Si te digo algo que sólo el verdadero Charlie Weasley sabría, ¿me abrirás?

-Tal vez.

-El color rosa es mi favorito, pero nunca lo puedo usar en absolutamente nada porque choca terriblemente con mi cabello –dijo, escuchando una risa amortiguada del otro lado de la puerta – ¿Ahora sí me dejarás entrar? ¿O quieres que siga humillándome a mí mismo aquí fuera?

   La puerta se abrió lentamente dejando ver a una persona de diecisiete años, cabello negro desordenado (más largo que la última vez que le vio, pudo notar) y brillantes ojos verdes llenos de lágrimas por la risa que intentaba contener, sin mucho éxito.

>No entiendo por qué me haces hacer esto –se quejó Charlie, falsamente ofendido. Después de todo él mismo se prestaba para el juego cada vez –Es una casa que tiene protecciones que sólo una familia tan antigua como la Black podrían permitirse tener, en un lugar intrazable, por lo que cuando llaman a la puerta no hay más posibilidades de que seamos Snape o yo.

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