Capítulo 9

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  Finales de Mayo.

   ¿Dónde había ido a parar todo el año escolar? No estaba seguro, pero agradecía que los meses hubieran pasado tan rápido. Era el pensamiento de Snape mientras preparaba los lotes de pociones que necesitaba Madame Pomfrey en la enfermería.

   No había sido un buen año para él como lo creyó al principio cuando le dieron el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que tanta había deseado; algo que ni siquiera había sido porque, al fin, el director Dumbledore se diera cuenta de que no había nadie más capacitado para el puesto, sino por algo más. Siempre había algo más detrás de todo lo que hacía Dumbledore.

   “Y después dicen que los Slytherin somos los únicos que nos movemos por interés”. Pensó con sarcasmo mientras embotellaba parte del lote que tenía que entregar.

   Aunque al menos podía estar agradecido que todavía conservara su trabajo después de la denuncia de abuso de autoridad, coacción y tener a un alumno en sus habitaciones durante la noche, que había hecho Granger contra él. Algo que, afortunadamente, no había llegado a oídos del Consejo Escolar, quedando únicamente en manos del director, quien decidió que todo se trataba de un malentendido.

   Pero sí habían cambiado algunas cosas después de ese hecho, aunque nadie más que Dumbledore y Snape lo sabían. Esa mañana, después de despedir a los jóvenes para sus clases habiendo desestimando las sospechas de Hermione, los dos hombres se habían quedado solos en el despacho. Severus no se sentía culpable de nada por lo que no estaba alterado, aunque eso flaqueó un poco cuando el director le miró por un momento como si estuviera desilusionado de él, antes de comenzar a darle las nuevas directivas; para empezar las clases de defensa que le daba a Harry durante las noches quedaban suspendidas, no debía tener ningún tipo de contacto con él más allá de las horas que le impartía clases, y si tenía que darle alguna detención serían suministradas por la profesora McGonagall.

-Sólo es para evitar problemas –argumentó, pero a Severus le dejó con un sensación de que ya no confiaba en él como antes.

   Por otro lado, además, estaba el asunto del Lord, quien había estado muy calmado durante esos últimos meses. Y eso no representaba, justamente, algo bueno.

-¡Demonios! 

   Severus levantó la mirada de su trabajo encontrándose a Harry apretando su pulgar con una toalla. Porque sí, no había tomado en cuenta la orden que Dumbledore le diera aquella mañana y seguía recibiendo a Harry en sus habitaciones privadas, de manera más espaciadas que otras veces pero aún lo hacía, más a sabiendas de que había perdido a sus dos únicos amigos.

>Se me resbaló el cuchillo –se justificó al ver la mirada interrogante del hombre.

-Ten más cuidado –advirtió recibiendo un asentimiento de cabeza como respuesta.

   Parecía que no era el único con tantos pensamientos dando vueltas en su mente, se dijo viendo como Harry volvía a cortar los ingredientes; estaba con el ceño fruncido y movía los labios de vez en cuando como si estuviera en una pelea interna y tuviera que exteriorizar su agitación de alguna manera. Había estado así desde que llegó esa noche después de estar en la oficina de Dumbledore, sin querer hablar al respecto sobre lo que había visto en los nuevos recuerdos, algo nada común ya que siempre le contaba todo lo que descubría. Pero esa noche no. Simplemente llegó y se sentó a su lado mientras él corregía exámenes, y cuando tuvo que encargarse de preparar las pociones Harry le siguió hasta el laboratorio, se ubicó en el otro extremo de la mesa y le preguntó qué debía hacer, como siempre que entraba a ese lugar sabiendo que Snape no le quería dando vueltas por allí sin hacer nada útil.

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