Capítulo 15

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   Sentado en el sillón de la Sala Común Neville transfiguraba pedazos de pergaminos inservibles en mariposas de colores que volaban entre los alumnos de primer año que intentaban atraparlos.

   El muchacho sonrió levemente al ver la felicidad en el rostro de esos niños que parecían mucho más jóvenes de su verdadera edad, y tan inocentes… Inocencia que estaba seguro que perderían en el momento en que empezaran a vivir con esas nuevas familias sangre pura donde querían mandarles. Suspiró pensando que le gustaría hacer algo para poder evitar eso, pero sabía que estaba más allá de él, y que lo único que podía hacer por el momento era intentar preservar la inocencia que tenían, aunque sea de esa manera bastante tonta de transfigurar cosas para que estuvieran entretenidos.

   Esa era otra cosa que también le molestaba esas últimas semanas, porque aunque le costara tenía que admitir que esa mujer, Christine Black, tenía razón: su varita anterior no le servía como debería, pero ésta... Miró la elegante varita de cerezo y pelo de unicornio que había comprado hacía dos semanas; había estado haciendo cosas realmente magnificas con ella, le respondía fácilmente como si fuera parte de su cuerpo y no algo externo… pero todavía podía sentir cierto vacío cada vez que recordaba cómo Black rompió la que le perteneció a su papá. Único vínculo que, sentía, tenía con él.

-Ya no soy una niña, Ron, puedo cuidarme sola.

   El grito de Ginny le hizo volver a la realidad, dándose cuenta que Ron acababa de llegar de su castigo; se lo veía cansado y su túnica estaba manchada de hollín ¿Le habían hecho limpiar la chimenea? Se preguntó Neville, pero al momento sacudió la cabeza negando a su propia pregunta, no veía a Snape mandando sólo a limpiar una chimenea como castigo.

-No grites, Ginny –se quejó el muchacho pelirrojo sentándose en el sillón junto a Neville con una mueca de dolor –Siento que mi cabeza va a explotar de un momento a otro.

-Te lo mereces, por cargar con una culpa que no era tuya –le reprochó, pero pese a su enojo su voz había sonado más suave –Sabes que puedo cuidarme sola, no era necesario que me encubrieras y terminaras cumpliendo el castigo que era para mí.

-Déjalo ya –bufó.

   Neville vio a la silenciosa Luna detrás de los hermanos Weasley, tenía la misma expresión despreocupada de siempre aunque se veía bastante fuera de lugar en un entorno decorado en color granate con su uniforme de Ravenclaw, nadie le dijo nada bastante acostumbrados a que estuviera allí; de hecho no era la única de otra casa que frecuentaba Gryffindor.

-No, no lo voy a dejar –contradijo Ginny –No hasta que no entiendas que ya no soy una niña y puedo cuidarme sola.

-Ya sé que no eres una niña, Ginny, –exclamó Ron poniéndose de pie y enfrentando a su hermana menor –y sé que puedes cuidarte sola, pero no voy a dejar que esos sádicos te toquen un pelo si puedo evitarlo. Ya bastante tengo con que no puedo hacer nada por Hermione, con la preocupación por papá y mamá y el resto de nuestros hermanos, y la incertidumbre de no saber si Harry sigue con vida o no –su voz le había salido estrangulada llegado a ese punto, por lo que subió las escaleras hacia su habitación dejando tras de sí a toda la Sala Común en atónito silencio.

   Ginny hizo un gesto de seguirle, pero la mano de Luna en su brazo se lo impidió.

-Él sólo quiere cuidarte, Ginny –dijo con voz suave –No lo hace porque te cree una niña, sino porque te quiere y tiene miedo de perderte a ti también.

   Ginny asintió con la cabeza, incapaz de poder decir nada por el nudo que sentía en su garganta que hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas. Ella también tenía miedo de perder a su hermano.

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