Capítulo 29

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   Esto de las clases de oclumancia particulares con Snape estaban resultando más estresantes de lo que podía haberse imaginado, pensó Christine levantándose del suelo por quinta vez esa noche luego de un asalto particularmente fuerte del hombre.

   Pero no había nada que pudiera hacer para terminar con ellos. Ya lo había intentado desde el mismo momento que Snape se presentó en Grimmauld Place para avisarle sobre el tema, planteándole al director de que no eran necesarias, que podía aprender por su propia cuenta… pero Dumbledore no hizo más que ignorarle, tal como venía haciendo desde el día de su juicio en el Ministerio. Así que ahora no le quedaba más que resistir todo lo posible a los asaltos que Snape daba contra sus débiles muros que terminaban cediendo rápidamente. Y hasta el momento el hombre ya estuvo a punto de ver un par de veces algo que no estaba dispuesta a mostrar con gusto.

   Snape miró a Potter parado frente a él, el chico tenía la mirada en el piso desde que se levantó, por lo visto intentando (de una manera burda) que no volviera a entrar en sus recuerdos. ¿Qué era tan importante que no quería que viera? Por lo poco que llegó a percibir se trataba de algo que sucedió en los vestuarios de Quidditch. En las duchas de las mujeres, más precisamente. ¿Se trataba de alguna broma que había estado poniendo en marcha allí? ¿O…?

    El chico era tan repulsivo como su padre, pensó con asco.

   Sin pensarlo mucho, levantó la varita y atacó nuevamente sin previo aviso

-¡Legerement!

   Los recuerdos ajenos empezaron a llenar su mente, al principio sin resistencia por haber sido tomado desprevenido, pero enseguida fue expulsado tan violentamente que se tambaleó teniendo que sujetarse de una mesa para no terminar miserablemente en el suelo. Cuando logró estabilizarse vio a Potter con la varita en la mano, apuntándole directo al rostro.

-No debió hacer eso –dijo apretando los dientes con rabia –No debió hacerlo.

-Tú eres…–murmuró el hombre no muy seguro –Eres…

-¡No es asunto suyo! –Le gritó, para luego sin mediar más palabras, salir corriendo del despacho.

-Eres una chica –susurró Snape sin poder reaccionar a tiempo para detenerle, conmocionado y sorprendido de lo que acababa de descubrir..

**

   Christine llegó corriendo hasta el inicio de las escaleras que le llevarían a la Torre de Gryffindor, pero entonces se frenó. No podía simplemente dejar que Snape fuera con el chisme de lo que acababa de descubrir al director. Nadie debía enterarse, eso le dijo su tía Petunia cuando le explicó (lo poco que ella sabía por la carta de Lily) porqué debía fingir que era un niño. Siempre habían estado  teniendo mucho cuidado de no llamar la atención; por eso la falta de revisiones médicas, la ropa enorme de Dudley que debía usar para cubrir las curvas que su cuerpo fue adquiriendo en la pubertad, pese a la poco comida que le daban para que eso no sucediera, para que no se desarrollara como debería… todo para no llamar la atención de que no era un niño como su nombre lo indicaba.

   Ahora (y no justamente por haber sido descuidada como le sucedió aquella vez que estando en la Madriguera, mientras se cambiaba de ropa en el baño sin haber asegurado la puerta, Charlie entró y le vio) su secreto había sido descubierto. Respiró entrecortadamente, agitada por haber abandonado el despacho a la carrera, por el miedo y la preocupación de que su secreto llegara a oídos indiscretos que pusieran su vida en peligro.

   Con eso en mente dio media vuelta y volvió sobre sus pasos. Debía impedir que Snape hablara de lo sucedido.

   Golpeó la puerta del despacho del profesor de Pociones con un puño cerrado, dispuesta a darle de patadas si se negaba a abrirle, pero no fue necesario. Snape, con un gesto mortal en las facciones por el aporreo a su puerta, abrió.

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