Capítulo 18: Sé fuerte.

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Julia

Cuando abro los ojos sigo tumbada en la fría hierba, y mi mano está manchada por la sangre de Sam.

- Entonces...- murmuro,- No ha sido una pesadilla,- las lágrimas vuelven a brotar,- se ha ido...

- No.

La voz me pone nerviosa y me levanto. No me pone nerviosa que alguien haya hablado, si no quien ha hablado.

- No me he ido...

Me giro y ahí está, Sam, mi amor, la chica que hace que mis días se vuelvan rosas, la que hace que las risas sepan mejor... La chica a la que vi morir hace un rato. Esa chica está ahora ante mi, está conmigo.

- Sam...- corro hacia ella y la abrazo,- SAM.

- Hola Juli, hola...- me devuelve el abrazo.

- Te quiero, te quiero,- le digo entre lágrimas.

- Y yo a ti,- me dedica la más grande sonrisa, a lo que yo solo puedo responder besándola. - No volveré a dejarte sola, te lo juro...

———— Demon ————

Despierto después de una paliza, me encuentro en una sala oscura y no veo más que mis manos y pies amordazados.

Los recuerdos amenazan con aparecer.

-¡Soltadla carbones!- grito, viendo como golpean a Sara ante mi, como su cuerpo cae de lado a lado, golpe tras golpe.

Miro a mi alrededor en busca de Sara, trato de localizarla en la oscuridad.

-Sara...- susurro.

No la veo.

Joder... donde está esta imbécil...

Trato de forzar la cuerda, pero no lo consigo. Tiro, tiro, tiro, tiro. Nada. Alguien abre la puerta.

- Hasta mañana, seguiremos jugando entonces.

Unos de los hombres que nos ataron y encerraron tiran un cuerpo maltrecho ante mi, entre risas.Me inclino para verle la cara, su sucia, herida y... preciosa cara.

-Sara...- murmuro, con un nudo en mi garganta.

No puede ser, esas heridas, tan cerca de su intimidad, esos rasguños en la ropa que dejan al descubierto su sostén blanco. No puede ser... no la habrán forzado... no a ella.

Aprieto los puños y entre grito maldigo hasta a sus abuelas, ¿como le han hecho esto a ella...?
Me inclino un poco más y a duras penas la acomodo boca arriba.

- Sara...- murmuro apenado.

En ese momento, abre los ojos.

La alegría invade mi pecho, y acto seguido las ganas de romperle la nariz al responsable inundan mi mente. Se remueve.

- Sara...- trató que me oiga, pero tiene la mirada perdida,- Sara, por dios, despierta ¡Vamos!

Le da un espasmo y lo único que quiero hacer es agarrarla y abrazarla, hacer que se sienta segura a mi lado.

Gilipollas, solo le harías daño. Llevas jugando con ella desde el primer día.

Me quedo mirándola, deprimido, no sé qué hacer, es cierto que le hago daño, y mucho, se nota por cómo me mira, por cómo aprieta las manos cuando corro en ayuda de otra chica solo para que ella lo vea.

Le hago daño jugando con lo que siente por mi.

El día que me lo contaron no me lo quise creer.

Deseo mortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora